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El pelinegro soltó un último suspiro mientras sacudía sus manos para retirar el polvo de ellas. Se quitó la gorra protectora que utilizaba para trabajar y la dejó en una las tantas mesas del lugar.

Por séptima vez en el día tomó su celular para ver si su novio le respondió, pero al igual que la última vez, los mensajes marcaban como no leídos. Inevitablemente los peores escenarios comenzaron a pasar por su cabeza, ¿quizá tuvo un accidente? O tal vez Tae, tal vez le robaron el celular. Podrían ser tantas cosas que ya no sabía qué pensar al respecto.

Su novio no había aparecido por los últimos dos días.

O bueno, casi dos días. El día anterior no dio señales de vida, y por ahora parecía que un día más terminaría igual, sin saber de él.

Sintió su nariz arder, anunciando que en cualquier momento un llanto le abordaría, intentó inhalar y exalar varias veces para evitarlo, estaba en el trabajo y lo que menos necesitaba era a uno de esos hombres curiosos preguntarle qué ocurría con él.

  — ¿Jungkook? — oyó como uno de ellos lo llamaba.

  Inmediatamente subió su mano a su rostro para limpiar cualquier rastro de lágrima que pudiese haber, al terminar se giró e intentó responder tranquilo.

  — ¿Sí?

  — Hay un chico buscándote afuera.

  — ¿Ah? ¿Quién es?

  — No lo sé, creo que es tu primo o algo así.

  Jungkook frunció el ceño y asintió levemente, el hombre se retiró del lugar y el pelinegro dejó todos sus equipamientos en la mesa mientras intentaba arreglar un poco su desastrosa apariencia.

  Salió de su sala de trabajo y comenzó a encaminarse por los pasillos de la constructora, se podían oír diversos ruidos de máquinas mezclarse, logrando generarle un leve dolor de cabeza.

  Al llegar a la parte exterior buscó al chico del que hablaba uno de los trabajadores, pero no encontró a nadie. Estuvo por girarse cuando sintió unas suaves manos posarse encima de sus ojos, se sobresaltó, sin embargo por alguna razón no intentó separar al contrario.

  — Adivina quien soy. — oyó esa melodiosa voz que estuvo ansiando volver a oír en las últimas horas.

  Sintió cómo su garganta se secaba, incapaz de responder a la simple pregunta que hizo el chico detrás suyo. Por el contrario, sus ojos se humedecieron y no pudo evitar soltar una risa algo entrecortada.

  — Vamos, Koo, sé que puedes decirlo. — lo alentó.

  — ¿Eres el amor de mi vida? — bromeó con una pregunta, sintiendo como cada palabra que salía por su boca se le había difícil de pronunciar.

  — No lo sé, dímelo tú.

  Finalmente esas suaves manos se apartaron de sus ojos, tomó un largo respiro antes de girarse lentamente sobre su propio eje, y ahí pudo verlo.

  Se sentía tan irreal, ver cómo el viento movía las hebras rubias del chico en frente suyo, el sonrojo de sus mejillas se veían más intensos que nunca, quizás porque la cámara nunca hizo justicia al chico, nunca antes había podido admirar esas pequeñas pequitas que se asomaban tímidamente en sus grandes mejillas, o el color cereza que portaban sus brillantes labios.

Sin darse cuenta, se había quedado más de un minuto entero en completo silencio, solo admirando cada detalle del rostro ajeno.

  — ¿Dirás algo o solo vas a quedarte mirándome? — sonrió Jimin, sintiendo como sus mejillas se ponían cada vez más calientes ante el escrutinio del contrario.

— Estás aquí... — señaló lo obvio.

  — ¿Lo estoy? — susurró, sintiendo su aliento chocar contra el rostro del pelinegro al percibir como la distancia se hacía cada vez más inexistente.

  — ¿Estoy soñando? — preguntó en un susurro.

  — Compruébalo.

[...]

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Paris • kookmin auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora