Capítulo 2: Oscuridad

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Poco a poco todo a su alrededor se desvanecía, dejando solo una bruma; aquella que lo envolvía levemente hasta sumergirlo en la completa oscuridad.

Podía sentir como la negrura se compactaba, como la oscuridad lo envolvía, como lentamente era llevado al vacío.

Y en aquel lugar, el dolor que consumía sus entrañas también era sumergido por la bruma.

No tenía idea de donde estaba o que había ocurrido, pero ahora el dolor estaba desapareciendo, y eso era lo único que importaba.

Durante un momento, que no tuvo idea si fue largo o corto, la bruma se tornó más densa, sumergiéndolo completamente, inundando sus sentidos y su pecho, haciendo que sus pensamientos se desvanecieran.

Y ahí, en medio de aquella bruma de oscuridad no había nada, absolutamente nada. No había frío, ni dolor.

Solo había paz. La paz que durante tanto tiempo había deseado, y que por fin podía sentir. La que podía disfrutar mientras su cuerpo era envuelto lentamente por la oscuridad, mientras su conciencia se desvanecía en el vacío.

Por fin podría descansar, era lo único que deseaba...

Y lamentablemente, lo único que no se le otorgaría.

De pronto, la espesa bruma, comenzó a desvanecerse, y las sensaciones en su ser comenzaron a tornarse confusas.

No tenía percepción de su propio cuerpo, pero de pronto podía sentir como si este flotase. Su olfato no registraba olor alguno, pero si un frio soplo que comenzaba a calarse por su nariz. Su visión no captaba nada, pero sus pupilas comenzaron a moverse, tintineando cada vez más.

Era como si se encontrase en un limbo. Podía sentir, pero en aquel lugar oscuro y gigantesco en donde ni una pizca de luz se colaban en su interior, él no tenía el control. No podía moverse, era como si sus brazos y piernas no tuvieran fuerzas necesarias.

Progresivamente, una tenue luz comenzó a iluminar el ambiente, seguido por un sonido lejano que parecía acercarse poco a poco.

Ya no había solo vacío, ya no había paz ni tranquilidad. En su lugar, el chirriante ruido y la luz comenzaban a intensificarse, haciéndose cada vez más desagradables, taladrándole el cráneo y los oídos, haciendo que sus ojos tintinearan cada vez más veloces, y que el peso y la conciencia se apoderaran de su cuerpo, dándole paso al dolor.

Y aquello, era algo que no podía aguantar. Por supuesto que él podía soportar cierto grado de dolor, pero todo tenía un límite, y ahora lo único que deseaba es que aquello acabara.

Por momentos, la bruma comenzaba a intensificarse, a envolverlo nuevamente. Y del mismo modo, a ratos era la luz quien lo rodeaba y se abría paso entre la oscuridad. Era una especie de batalla entre ambos, una lucha por cuál de las dos lograba consumirlo por completo, y él sabía muy bien a quien preferiría.

No tenía intenciones de luchar...

De pronto, sus rojos ojos se abrieron de golpe, recibiendo el impacto de la cegadora luz que parpadeaba sobre su cuerpo. Todo se sentía borroso. El chirriante sonido que le taladraba el cráneo se escuchó incluso más cerca, obligándolo a cerrar los ojos con fuerza.

Sintiendo como su pecho era presionado y el respirar apenas era suficiente para mantenerlo consiente, el rubio chico trató de abrir los ojos una vez más, parpadeando lo suficiente para adaptar su visión a las incandescentes luces blanquecinas que pasaban con rapidez sobre su rostro.

Sus ojos rubí recorrieron fugazmente el lugar; desde las blancas luces en el techo, pasando por las murallas igualmente pulcras y finalizando en el grupo de personas de vestimenta del mismo color que parecían correr junto a él, pero más concretamente en el cuerpo pequeño que se encontraba sobre su propio cuerpo, presionando una y otra vez su pecho, tratando por todos los medios posibles de que su corazón no dejara de latir.

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