El calor ya se estaba acabando y septiembre reclamaba su atención pues estaba en la vuelta de la esquina, esperando con ansias, como un lobo a su presa, listo para deborarla.
Solo que a mí no me mataria ni me destriparia entera el cuello y el pecho, sino que bachillerato acabaria con mi poca estabilidad y salud mental que me quedaba.Finales de agosto. Parecía que el tiempo volase y se escapara entre mis dedos. Era el último verano que sería menor de edad, y encima ya me quedaba poco para acabar mis estudios.
El tiempo volaba, y yo no podia hacer nada para remediarlo.
Tempus Fugit
Tenía la opción de llorar y avergonzarme de mi edad, pues no comprendía en qué momento ya no era una niña que veía a los grandes y se decía a si misma qué aún quedaba mucho para ser como ellos.
O por otra parte, mantenerme ciega y sin sentimientos. No querer ni desear nada para que luego al final, no me hiciera más daño de lo que me terminaría haciendo, porque sabía que cuando el momento llegará, todos los momentos, lugares, y personas que había conocido, solo se convertirían con en el paso del tiempo en simples recuerdos.
Lastima que las personas no recordamos días, sino momentos.
Lastima que seamos instantes en la vida de los demás, y el instituto una época, que como todas, poco a poco se iría disipando y nos iríamos alejando de ella, hasta el punto de no recordar nada o tan solo recordar cosas efímeras.Este verano opté por estar en un punto intermedio de aquellas dos opciones, no quería pasarlo mal, solo disfrutar antes de empezar el peor curso de todos. Aquel que marcaría la diferencia entre llegar a ser, o no, en lo que quería convertirme en un futuro.
Así que en estos tres meses, me puse como objetivo empezar a ser más independiente y aprovecharlo al máximo.Me encapriché con querer sacarme el carnet de moto, por lo que empecé a trabajar como camarera en el bar de un amigo de mi padre para poder pagarmelo, aunque no sabía hasta cuándo, pues era incierto si me daba tiempo estudiar y trabajar a la vez.
Así que de todas maneras lo conseguí, y mis padres como recompensa me compraron una moto con la que ir a trabajar, ir al instituto y más adelante, a cualquier sitio que quisiera.
Quería independencia total, y aunque mis padres me apoyasen a ser independiente, no les gustaba del todo que su hija ya no fuera una niña pequeña, sino una mujer en el proceso de encontrarse y sacar en su máximo explendor su alma libre y aventurera, sin depender de nadie ni qué nadie dependa de ella.
Nunca se me ha dado bien eso de llegar pronto a los sitios, asique desde que empecé en el bar, he intentado estar siempre a tiempo.
Hoy era uno de esos días que llegaba pronto, por lo que me quedé esperando encima de la moto mientras fumaba.
Miré el reloj y me di cuenta de que ya tenía que estar entrando, asique cogí mis cosas y empecé a caminar, pero de repente escuche un fuerte golpe de algo pesado cayendo.
Me giré y mi moto yacía desparramada, con trozos rotos de ella esparcidos por el suelo.
Mierda
No llevaba los papeles del seguro, asique sólo rezaba para que el capullo que me la acababa de tirar los llevará.
- ¿Eres imbécil o qué? - Grité con rabia mientras me acercaba a la moto para intentar levantarla y aunque pusiera toda mi fuerza, me costaría una fuerza de mil demonios.
- Dios... - Una voz grave salió de la conductora, que abrió los ojos como platos al ver el semejante destrozó que habia hecho.
- Lo siento de veras, no me di cuenta de que estaba tu moto. - Se llevó las manos a la cabeza. -Deja que te ayude. - Se acercó a mí y entre las dos pudimos levantarla.