IV

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La semana antes de la fiesta fue dura, pues la profesora de latín se había encargado de enviarnos un escrito de dos mil palabras sobre la sexualidad de la antigua Roma.
Por suerte, pude hacer los trabajos que me quedaban y sortear lor intentos de castigo de la profesora de Alice.

Hoy ya era Halloween. Tenía que ir a ayudar Marcos a decorar el bar para estar unas horas trabajando hasta que la gran oleada de clientes que irían a cenar y a emborracharse pasará.
De manera que antes de ir a trabajar, me disfracé de Mía Wallace, con toques de heridas y sangre, para no hacer esperar a Julia cuando me viniera a buscar.

Las horas dentro del bar fueron pasando,  y cada vez habían menos personas.
Algunas vinieron a cenar con sus amigos, familia y otras tan solo bebían hasta perder el conocimiento. Me imponía a mi misma no acabar como ellos esta noche.

Eran las once y Julia ya había llegado a recojerme.
Cogí mis cosas de prisa y salí de ahí corriendo. Ya llegábamos tarde a la fiesta.

Mientras caminabamos Julia me murmuró. - Diana...

- Julia...

- ¿Te puedo preguntar una cosa? - La miré fijamente para intentar adivinar qué quería decirme.

- Ya lo estás haciendo. - Solté una pequeña carcajada, pero ella ni se inmutó.

- Tienes que ser sincera, ¿vale? - Asentí. - ¿ Tuviste un problema o conocias ya de antes a la profesora Alice?

No entendía porque me preguntaba eso, ¿a caso no me había castigado igual a ella que a mí?

- ¿Porque lo dices? - Tenía curiosidad por saber porqué se había preguntado aquello.

- Esque es como si tuviera una obsesión contigo y estuviera esperando el momento perfecto para castigarte por la más mínima cosa. Algunos de clase dicen también lo mismo...

Y era verdad. En ningún otro curso había tenido la numerosa cantidad de amonestaciones como las que estaba teniendo este año, de hecho, el escrito de dos mil palabras sobre la sexualidad lo había puesto tan solo porque le pregunté a un compañero cuanto quedaba para que se terminase la clase.
Tendría que quejarme a mis padres sobre su comportamiento injusto, pero por otra parte me gustaba que ella estuviera pendiente de mi. Saber que rondo en su mente igual que ella tanto como en la mía, solo que con motivos distintos: ella esperando el más mínimo comportamiento fuera de lo "correcto" y yo pensando en cómo se sentiria estar cerca de ella igual que cuando me pidió fuego para su cigarro y roce una zona prohibida.
Quizá por eso ella se comportaba como lo hacía. Quizás por haber manzillado su cuerpo aquel día y todos los demás al repasar varias veces sus curvas mientras  explicaba o se paseaba por la clase.
Quizás solo por eso, ahora alguna divinidad me castigaba mandándome el carácter más cruel, frío, altanero, severo y borde que era capaz de tener la profesora.

-Bueno, es la mujer que me destrozó la moto. - Solté sin más.

- ¡¿Qué?! - Lo que para mí parecía ser una respuesta cualquiera, a Julia casi se le iban a salir los ojos de sus cuencas.

- ¡¿La misma la cual me estuviste dando la lata, día y noche, diciendo que era un ángel de Victoria Secret?!

¿En serio dije eso?  Cómo puedes ser tan estúpida Diana...

- Cállate. - Y ella solo hizo más que reírse.

- A ver, hay que admitir que es muy guapa, pero el carácter que tiene le baja puntos. Yo no sé dónde le viste lo "encantadora" y "enigmática" que tanto te llamó la atención...

Tampoco le iba a discutir, pues ni yo misma sabía dónde se había ido la Alice Carter que conocí el dia del accidente.
Lo único que me servía para saber que era ella eran sus hermosas facciones, su pelo y sus brillantes ojos.

Después de un rato de caminar, conseguimos llegar hasta el botellón que se resumía en beber alcohol hasta que cayeras K.O, fumar porros, música bastante alta hasta el punto de romperse los tímpanos y algunos aprovechando para comerse la boca.

Eran las tres de la mañana, y Julia se quería ir.

Y eso que le dije que no se pasase con el alcohol...

Ahora estaba que ni se aguantaba de pie, aunque yo tampoco podía presumir del todo mis facultades motoras pues bebí también, pero tenía la suficiente consciencia como para llamar a sus padres, asique vinieron.
Le pedí a su padre que me dejara en el bar, pues me había dejado ahí las llaves de mi casa al irme y no quería despertar a mis padres para que me abrieran ya que me castigarían por venir dos horas más tarde de la hora acordada.

Di las gracias por traerme y me bajé del coche.

Pensaba que iba mejor, pero no era verdad, pues por cada paso que daba pareciera que retrocedía cinco más, pero finalmente conseguí ganar la batalla que me imponían mis pies y llegar hasta la puerta del bar.

- Por Dios santo Diana, ¿pero has visto cómo vas?

Marcos me metió a toda prisa dentro y me sentó en una silla cualquiera.
Todo me daba vueltas y lo único que quería en ese instante era dormirme ahí mismo, me daba igual el lugar y las condiciones que me encontraba.
Él me dejó sola, de manera que conociéndolo, ahora me estaría preparando un bocata para compensar la cantidad de alcohol que se encontraba dentro de mi cuerpo.

Uno de los grupos que quedaban por irse se levantaron y se dirigieron a la salida. Pude notar la mirada y sus murmullos acerca de mí.
Tan solo quería gritarles:  ¿Qué pasa? ¿Nunca habéis tenido una borrachera? Pero no era capaz ni de articular una oración completa.

Quién supuse que era Marcos, volvió y se sentó a mi lado. Supe que me estaba mirando atentamente por la forma en la cual su respiración rebotaba en mi piel.

- ¿Porqué eres tan bueno conmigo? - Dije con dificultad.

Pero él no dijo nada y tan solo me apartó el pelo esparcido por mi rostro para colocarlo detrás de mis oreja.

- No creo que lo haya sido contigo últimamente...

- No sé porque dices eso... - Bostecé - Tú siempre te preocupas por mí.

Pero como si no le hubiera importado en absoluto lo que acababa de decir, él continuó con su monólogo.

- Siento tratarte como lo hago, es... - Hizo una pausa y suspiró pesadamente - es difícil para mí.

¿De qué me estaba hablando? ¿Cuándo él se había comportado mal conmigo? Que yo recordará, tan solo me llamaba la atención cuando llegaba tarde para entrar a trabajar, y ni si quiera eso porque me lo decía por mi propio bien, y siempre con sentido paternal, pues me conocía desde pequeña porque era amigo íntimo de mi padre, por eso conseguí aquel empleo. Él decía que eso me traería problemas en un futuro en cualquier otro trabajo.

- Marcos, no te estoy entendie-

- Diana te he hecho este bocata. - Escuché a lo lejos.

Abrí los ojos y... ¡Sorpresa! No había nadie sentado a mi lado.
No entendía nada, ¿A caso no era él con quién estaba hablando ahora? ¿Con quién acababa de hablar yo?

- Te llevaré a casa si te esperas a que termine de recoger, pero le diré a tus padres en que condiciones te encontré.

Así que esperé a que él terminase de limpiar mesas, fregar y cerrar el bar para que me llevará a mi casa.
Estaba agotada y cualquier superfície sólida me serviría para dormir, así que eso hice al desparramarme  en mi cama.
Tenía muchas dudas sobre lo que acababa de pasar, pero Morfeo me reclamaba para entrar en mi mar de sueños.

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