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Un pequeño castañito, iba corriendo a toda velocidad entre los árboles de un gran parque. Él quería jugar con otros niños, pero sus padres no lo dejaban, así que escapó de ellos.

No se dio cuenta del camino que seguía y terminó tropezándose con una rama en el camino, haciendo que cayera se rodillas, lastimándose en el proceso. Un pequeño grito y unos cuantos sollozos salieron de la boca de aquel pequeño.

Se sentó en el pasto mirando sus rodillas, éstas se encontraban rojas y la sangre empezaba a brotar de las heridas, lo que le hizo llorar con mayor intensidad. Estaba muy lejos de sus padres como para pedir ayuda y no parecía haber alguna persona cerca.

Pasó unos minutos en el suelo llorando, hasta que sus rodillas dejaron de sangrar e intentó ponerse de pie, pero el dolor le impedía caminar. Se volvió a sentar en suelo y con sus manos cubrió su cara para apaciguar los sollozos.

Estaba asustado, sus padres no podrían encontrarlo, tampoco podía caminar debido al dolor, estaba perdido y solo. En esos momentos se arrepentía de haber tomado esa decisión, no debió alejarse de sus padres solo para jugar y tratar de conocer a otros niños.

- ¿Estás bien? – una voz desconocida, pero con preocupación en su tono, captó su atención

El pequeño niño levantó la mirada, encontrándose con unos ojos llenos de curiosidad. Era otro pequeño, de cabello azabache y ojos grandes; se veía un poco delgado, pero parecía más alto que él.

El otro niño se agachó a su altura, tras notar sus rodillas lastimadas lo miró con tristeza.

-Ya no llores – se acercó para limpiarle las lágrimas con sus pulgares, pero accidentalmente chocó con sus rodillas, haciendo que el niño soltara un grito ahogado y se retorciera de dolor – L-lo siento, no fue mi intención – le miraba aún más angustiado que antes

El contrario solo asintió dando a entender que lo perdonaba por su descuido.

- ¿Puedes caminar? – le preguntó el niño de hebras azabaches

- No – dijo el castañito con un pronunciado puchero

- ¿Y tus padres? – le dijo curioso

- Yo....me perdí – mintió, no queriendo admitir que en realidad se escapó y fue su propia culpa terminar en esa situación

- Entonces te llevaré a la banca más cercana para que te puedan encontrar más rápido, sube a mi espalda – este se agachó dándole la espalda para que pueda subirse

Con mucho cuidado para no lastimar más sus rodillas, se subió a la espalda del azabache y se dejó llevar. A pesar de que el niño se veía más flaco que él, no parecía hacer mucho esfuerzo por cargarlo.

Cuando llegaron, fue dejado con mucho cuidado sobre una banca.

Inspeccionó mejor al que lo había salvado, notando que su ropa le quedaba un poco grande y la tela tenía agujeros. Se miró a sí mismo, notando que su ropa era de la talla adecuada y no tenía ningún hueco, pero si estaba muy sucia debido a la caída.

- ¿Por qué tú ropa tiene huecos? – le preguntó con mucha curiosidad

El azabache se vio a sí mismo, sonriendo al darse cuenta que efectivamente su ropa estaba desgastada, encontró un pequeño agujero por la parte de su abdomen y metió su dedito por ahí, como si fuera un gusanito, haciendo reír por primera vez al castaño.

- Es porque mi ropa ya está viejita – le respondió en una sonrisa

El castañito frunció el ceño y ladeó la cabeza en respuesta.

Ladrón [EN EMISIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora