La última batalla

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Las piernas y brazos de Peter cesaron por el dolor que recorrió desde su abdomen hasta el resto de su cuerpo. Sintió picor en sus ojos, maldijo al saber que en cualquier momento dejaría correr lágrimas al paso que Garfio le seguía proporcionando golpes, uno tras otro.

—Levántate, mocoso—espetó Garfio, dando otra patada en el centro de su abdomen, en el mismo punto que el primero.

—¡Vamos, LEVÁNTATE!

Luego otro más.

—¡Arg-! ¡Hah...!

Peter cayó flácido y magullado en el suelo, recibiendo golpes desde su costado hasta su estómago y piernas, su mano con rastros de dedos y marcas de uñas. Pero aunque su cuerpo recibía todo tipo de daños, el dolor en su pierna era por lejos el más insoportable, tanto que sentía con claridad el corte a través de la bruma nublándole la mente.

Estaba vulnerable. Tenía que alejarse lo antes posible, pero no podía pensar correctamente en alguna vía para escapar de los golpes del pirata. Sintió náuseas y se le dificultaba respirar a medida que todo el dolor aumentaba. Perdería el conocimiento en cualquier momento.

Por primera vez, casi culpaba a su pequeño tamaño. Si fuese más fuerte le sería fácil defenderse o siquiera levantarse y alejarse de Garfio, quien era mucho más alto y grande.

Pero no, jamás admitiría algo como eso. Odiaba a los piratas, así como odiaba a todos los adultos y la idea de ser uno era impensable para él. Si ser más fuerte para poder contra alguien así significaba tener que crecer y tomar responsabilidades, entonces prefería seguir recibiendo palizas de otros como Garfio.

Aunque fuese la primera vez que lo sentía de esa manera, al punto que a duras penas podía intentar apoyarse en sus codos sin éxito.

—Tan patético.

Garfio siguió tratando su cuerpo al igual que un saco de arena, mientras lanzaba todo tipo de ofensas hacía Peter. El mocoso no podía defender ni siquiera su propio orgullo. Tan débil.

Veía la expresión clara de náuseas en su rostro, la conocía muy bien, pero Garfio no dejaría pasar este momento aunque Pan escupiera sangre e incluso sus dientes. Lo aprovecharía, disfrutaría de la satisfacción al contemplar su estado miserable.

—No puedes ni siquiera arrastrarte, tal vez debí haber sido muy brusco. ¿Qué tal si te ayudo a levantarte, eh? Con un pequeño empujón así bastará.

—¡Hmph-!

Y así le propuso otra patada que, en efecto, levantó a Peter del suelo y el maltratado cuerpo del muchacho rodó más lejos por el suelo, terminando boca abajo sin rastro de fuerzas.

Estaba preparado para una batalla y así recuperar a sus amigos, a Wendy, pero esto...

Necesitaba ayuda, sino no creía poder resistir más. De repente recordó. Campanita. Campanita.

Una de las cosas que aprendió luego de un tiempo viviendo en Nunca Jamás, es que las hadas eran capaces de formar vínculos para así comunicarse entre ellas. Campanita fue la primera hada que conoció, logró entenderla incluso en el principio, de la que aprendió lo suficiente para poder sobrevivir y convivir en un entorno como el de la isla.

Ella le enseñó a volar, lo llevó al árbol donde se escondían y vivían las demás como ella, algo muy especial para las hadas, y tampoco le tomó mucho entender cómo nacía una luego de que ella le explicara. Todo fue magia y esplendor desde el día que escuchó su tintineo.

Cuando tuvieron la certeza de confiar uno en el otro, Campanita formó un vínculo con él, por el que sería capaz de sentir cuando él la necesitara y viceversa, además de compartir sus sentimientos sin necesidad de expresarlos con palabras. Resultó muy útil en muchos momentos, pues cuando estuviese en aprietos, ella vendría a ayudarlo sin dudar.

Nature of a Lost BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora