Capítulo 7. Con un pie hacia la libertad.

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—Así que él es el caso de la persona indocumentada que mencionaste —comentó Bert con sus ojos fijos en mí

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—Así que él es el caso de la persona indocumentada que mencionaste —comentó Bert con sus ojos fijos en mí.

No es que me moleste que me miren, pero la mirada de ese hombre en particular me inquietaba; tal vez era por las ojeras en su rostro, su poca importancia por su apariencia o porque había algo en su aura que mostraba autoridad y presencia. Solo por si acaso, parpadeé y revisé los otros planos dimensionales aun sabiendo que no sentía nada raro. No había nada fuera de sitio, mas eso no me tranquilizó por completo, y menos luego del ataque en el callejón.

—Ah, sí —respondió Alka. El chico y yo estábamos sentados en el sofá más grande de la sala, y Bert estaba en el individual delante de nosotros.

Los sillones estaban forrados con una tela floreada, las paredes tapizadas con colores pastel y desgastados. Había el marco de un gato al fondo de la sala, por encima de un taburete con papeles acumulados. Del otro extremo estaba el arco por el que habíamos entrado desde el vestíbulo, contiguo a un conjunto de repisas y un mueble lleno de libros viejos y polvorientos. La alfombra a nuestros pies desprendía un olor a humedad, la única ventana estaba cubierta por una cortina oscura y una lámpara amarillenta parpadeaba por encima de nuestras cabezas.

En conclusión, ese sitio me resultaba desagradable, y miren que yo había estado en las alcantarillas de Londres... por una misión que ahora recordaba con horror.

Me estremecí al pensar en eso y acabé por alejar el recuerdo de mi mente.

—Siento que te haya pedido esto así de rápido —prosiguió Alka, pasando una mano por su cuello y viendo de soslayo la taza de té que Bert nos había traído. Yo tenía la mía intacta, incapaz de darle un sorbo ante la idea de que supiera desapacible por la manera en que la taza en sí estaba astillada del asa y sucia de la parte inferior—. Es que, hum, fue algo repentino todo esto...

Bert se encogió de hombros y le restó importancia al asunto con un gesto.

—No eres el primero en pedirme falsificar documentos de un día para otro —contestó con indiferencia.

—¿Falsificar? —repetí, mirando a Alka y percibiendo un raro olor que provenía de la taza de té. Olfateé un poco más y disimuladamente la acerqué a mí—. ¿Qué tan legal es eso?

Alka rio nervioso.

—Pues nada —murmuró, desviando sus ojos hacia la izquierda—. Pero de otra forma tendríamos que pedir una orden judicial y una solicitud de ciudadanía... Y todo esto asumiendo que logremos hacerte pasar por inmigrante sin documentación, lo que también sería complicado teniendo en cuenta que tendrían que recopilar testimonios de otras personas y registros de educación y todo lo posible, pero por razones de sobra no tienes nada de eso. Así que es más fácil falsificarte documentos como un inmigrante de un pequeño país a la costa de Asia de doble nacionalidad.

Procesé todo lo que había dicho.

—Yo no me veo asiático —respondí con el ceño fruncido. No logré vencer mi curiosidad y le di un sorbo a la taza de té.

Las Trágicas Aventuras de Orion y Alka © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora