XXIX

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"Kelsey, vuelve. Las cosas se salieron de control, Ana me amenaza todos los días para que le diga donde estás. La policía ha venido, la prensa piensa que estás muerta. Una chica rubia salió a decir que tiene pruebas de que Iván te mató.
¿Estás bien?
¿Estás viva?"

Kelsey releyó el mensaje una y otra vez en lo que manejaba a toda velocidad por las carreteras desoladas de regreso a Los Ángeles. Había salido apurada hace tres horas cuando al salir a recorrer los pueblitos de las zonas, la señal regresó a su teléfono llenándola de mensajes. La mayoría buscándola desesperada y la otra parte no los quiso leer, pero supo a que se referían cuando mencionaban "engaño" de primeras.

Se fumaba un tabaco en lo que pensaba que demonios pasaría al llegar a la ciudad, ¿a dónde debía ir?, ¿a las oficinas de Ana y enfrentar los problemas?, ¿a casa con Cameron para esconderse por lo que le quedaba de vida?, ¿o directamente a juicio para declarar que está viva?

No tenía a quien consultarlo, todos estaban metidos y amenazados por el sistema que la rodeaba. Y realmente, no tenía a nadie más.

Tomó una gran bocanada de aire al pasar a unas calles del gran edificio de "Stars management", desde su lugar ya podía observar un montón de gente agrupada en la entrada gritando y pidiendo respuestas acerca de dónde se encontraba su más grande representada. En otro contexto podía sentirse querida por la cantidad de personas que estaban preguntando su paradero, cuando la única preocupación es quién se llevaría la primicia de saber que pasó con Kelsey Moore. ¿La mató Spreen?, ¿la secuestraron?, ¿se suicidó?; la última porque al parecer pensaron que su vida es tan depresiva que se despidió de su público en historias de Instagram.

Que se hizo parte de una secta, que descubrió algo que no debía y ahora estaba silenciada. Había un montón de teorías rondando el internet. La gente estaba loca o tenía mucho tiempo libre.

En el fondo estaba angustiada, no precisamente porque "tenía a todo el mundo buscándola"; sino porque existía una acusación severa hacia a alguien que si bien acuchilló, aplastó y pisó su corazón, no la había matado en serio y eso es lo que la había traído de vuelta a LA.

Hundida ya estaba, no quería traer a nadie más con ella.

Se estacionó unas cuadras mas allá de las oficinas; cubrió su rostro lo más que pudo y caminó rápidamente, esquivando miradas. Afortunadamente, conocía aquel edificio como la palma de su mano, tantos años metida ahí entre reuniones, tratos y regaños, le sirvieron para descubrir varias entradas ocultas. Una de ellas, la gran ventana posterior del segundo piso que daba a la cafetería, se había parado mil veces ahí a tomar té imaginándose como podría subir o bajar si alguna vez lo necesitaba. Sabía exactamente qué hacer, subirse al basurero, apoyarse entre los ladrillos y alcanzar como pudiese el marco de la ventana para subir con sus brazos.

En medio de la ejecución, se dio cuenta del gran problema, cuando ella ideó el plan estaba en forma; iba todos los días al gimnasio que consideró aquella hazaña tan simple como hacer barras. Mala suya, ahora estaba en la peor condición física de su vida; no había comido en tres días y la nicotina que circulaba en su organismo, la mantenía sin sus sentidos completos; en especial el equilibrio que en cualquier momento perdería si daba un paso en falso. La adrenalina la había hecho trepar casi hasta su objetivo, por lo que, si caía, los rumores no lo serían más.

Miró hacia abajo para internar llegar al suelo por los mismos ladrillos, su cabeza le jugó una mala pasada y empezó a marearse. Volvió a ver hacia arriba, sus manos llegaban al vidrio de la ventana; comenzó a golpearlo fuertemente, tratando de solamente mover su muñeca y no el resto de su cuerpo. Paralizada y cerrando los ojos esperando lo peor, pudo sentir como la agarraban de las manos y poco a poco la fueron subiendo por la ventana.

For your eyes only || SpreenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora