Apoyado contra el muro de la entrada del cementerio, Kagami esperaba en silencio. Esos chicos debían salir por allí, aunque en realidad, él sólo esperaba a Aomine. El tiempo en ese pueblo transcurría lento pero con una paz que hacía demasiado tiempo que no vivía. Le gustaba ese pueblo y seguía sintiendo esa extraña conexión con él pese a que hacía tantos años que lo abandonó. En el fondo de su corazón, seguía sintiéndolo como su hogar.
Kise no tardó en salir. Apenas se despidió de él con un leve movimiento de su cabeza a lo que Kagami respondió de la misma forma. Nunca esperó que alguien famoso, como era Kise, acabase en un pueblucho como aquel tratando de convencer al que un día fue un gran jugador de baloncesto para unirse a un gran equipo como era el suyo, pero allí estaba. A veces esas cosas ocurrían por extrañas que fueran.
A los pocos minutos, Aomine salió también aunque éste sí se detuvo al ver a Kagami allí esperando. Sonrió casi con incredulidad por verle allí.
— Dos cositas... – susurró Aomine – la primera es un "no". Si estás aquí para preguntarme lo mismo que Kise y quieres que me una a los Golden State Warriors, es una negativa rotunda. En segundo lugar... ¿qué no has entendido de que tu pierna necesita reposo?
Kagami no pudo evitar sonreír al escucharle. Ese chico tenía algo especial, algo que le atraía de una forma que no entendía. Nunca antes se había sentido así hacia nadie y eso que había tenido otras relaciones. Unas más largas que otras, pero relaciones al fin y al cabo.
— ¿Crees que me envían los Golden State Warriors? – preguntó Kagami elevando un poco la muleta y señalando con un leve movimiento de su cabeza a la pierna herida.
— Podría ser un truco – sonrió Aomine.
— Oh, sí, decidí romperme los ligamentos yo mismo para tener una excusa para reclutarte para el equipo – sonrió Kagami –. ¿Qué tal me va?
— Ganas puntos por lástima.
— ¡Qué bien! Estoy un poco más cerca que Kise de reclutarte.
Ambos sonrieron sabiendo que todo aquello era una broma y luego, Kagami se puso algo más serio pese a que todavía sonreía.
— Quería invitarte a comer.
— ¿A comer? – preguntó Aomine con sorpresa.
— Sí, a comer. ¿O es que los de mantenimiento de los templos no coméis?
— ¿No lo sabías? Vivimos del aire fresco y puro de la vegetación – sonrió Aomine.
— Ya me preguntaba yo cómo es que mantenías ese tipazo cuando yo sólo hago nada más que ganar kilos desde que me lesioné.
Aomine sonrió. Al menos con Kagami podía bromear y salir un poco de la rutina, desconectar de su vida. Era bueno hacerlo de vez en cuando, pero la realidad era que, desde que volvió de la universidad, no había podido quitarse de la cabeza aquel fatídico accidente y no ayudaba ver a sus viejas amistades ni que le hablasen de ciertos temas, entre ellos, el baloncesto o, más concretamente, la NBA.
— ¿Me prometes no hablar sobre la NBA?
— ¿La NBA? Ni siquiera sé lo que es eso – sonrió Kagami bromeando –. Suena a marca de cereales. ¿Están buenos?
— Sobrevalorados – dijo Aomine con una sonrisa.
— Ya lo suponía. Entonces, vamos a comer.
***
No fueron demasiado lejos del cementerio. Tampoco es que el pueblo fuera demasiado grande. A tan sólo unas callejuelas, un pequeño puesto de ramen estaba abierto y tenía buena clientela, algunos hasta esperaban su turno en la fila para reservar una mesa.
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El templo de la serenidad (Kuroko: Ao-kaga-Ao)
FanficAl regresar a su ciudad natal tras años viviendo en EEUU, Kagami sólo buscaba un poco de paz, pero lo que encontró fue el amor más puro que jamás pudo encontrar. Sólo era un joven que cuidaba el templo Rinno-ji, un joven que entrenaba a niños de su...