El no era estúpido, el único error de su vida había sido dormir con esa raquítica pelirroja.
Nunca se preparo profesionalmente para el puesto, su padre había pagado una fuerte cantidad de dinero para comprar un certificado de estudios con el encargado del colegio, después lo metió a su patrulla, y al final por su mismo padre fue que ascendió y tomó su puesto de comisario 3 años antes de que muriera de la “fiebre roja”.
No estaba mal, los comisarios eran famosos en la ciudad, talvez hasta mas que los adinerados, los actores y cantantes. Nunca le gustó el matrimonio, prefería amar y dejarse amar, a veces como soborno, a veces por diversión, a veces…
Por su rango de poder.
Ser el tenía sus beneficios, a diferencia de su padre, el conocía la barrera, y la usaba, por eso nunca se había enfermado de la fiebre roja. Su madre, veterana enfermera de trincheras, nunca le puso atención, siempre comía palomitas al tiempo que se sentaba en la sala, à veces salía, pero se limitaba solo a la casa, a lo que sentía seguro, - “Supongo fue la razón por la que mi padre comenzó a salir con las gemelas” -. A menudo pensaba eso, eran dos, en otras palabras era el doble o hasta mas del placer que una mujer vieja y traumada le podía dar. Lo raro del destino, las gemelas seguían vivas, su padre no, pero la justicia era divina, el creía eso, creía que algún día ellas tendrían que pagar con la misma moneda que pagó su padre, y su madre, quien después de la muerte de su padre huyó de la casa y nunca mas se le volvió a ver, pero no aceptaba que esa justicia divina lo haya mandado a ese pueblucho.
Llegó ahí porque una de las 4 hijas de los carrasco, había hablado sobre lo que habían hecho, en la comisaría fue un héroe, se había acostado con una de las mujeres más deseadas de toda la ciudad, con una de las mujeres que modelaba los diseños de su familia a nivel mundial. En la ciudad fue lo contrario, otras mujeres habían hablado al igual que ella y en cuestión de semanas, las mujeres y sus familias estaban afuera del palacio exigiendo su exilio. El monarca, tenía las mismas costumbres que el, así que por miedo lo linchen y acribillen, lo exilio, pero no del todo, pues sabía que él también podía hundirse, así que lo mando como comisario a un pueblucho olvidado en el mapa, à recomendación de uno de los conserjes del palacio. Aparentemente cuando se fundó la nación, ese pueblo había sido de los últimos en entrar, así que nadie le dio importancia, no se hablaba de él en los colegios, no se comercializaba con el, etc, el lugar perfecto, pero bajo la condición de que no volviese jamás o su cabeza tendría precio.
Y así llegó a ese pueblo, lo más sorprendente era que era tan tranquilo que era aburrido, había un burdel, pero no tenía barreras, así que no se arriesgaba, vivía sólo en un cuarto improvisado de 10x10, se había entendido con el jardinero de la costa, así que no batallaba por comida, había libros, pero eran de exhibición, eran tan viejos que una hoja parecía papel corrugado y algunos tan mohosos que se habían convertido en hogar de bichos y los pocos que quedaban iban por ese camino, así que no había nada que hacer. Su rutina, levantarse, ducharse, comer, pasar 15 horas sentado contemplando la nada y dormir, se repetía, una y otra vez, hasta que un día, ese día, hubo algo de acción. Un joven alto de cabello castaño, cejas pobladas ojos miel y tez bronceada llegó corriendo al centro proclamando un barco encallado, nadie le hizo caso, salvo su amigo, siempre se los veía juntos, por lo que la locura de uno fue la locura de dos, pronto se les unieron 2 mendigos solo por burla, y al final, lo que terminó llamando su atención fue que el negro se les unió.
No tenía nada de malo, en la capital habían algunos como el, pero à veces sentía simpatía al verlo dormir en el porche de la casa del viejo sastre, era trabajador, pero no todos le daban trabajo, por eso el había hablado con él agricultor y cada cosecha le invitaba a ayudarle. Siempre pasaba desapercibido, lo que había notado, era que todas las noches, una silueta se le acercaba y le dejaba comida, nunca supo quién era, tampoco le importaba, después de todo, el no hacía problema, hasta ese día que levantó sus sospecha cuando se dirigió a con el grupo y empezó a preguntarles, no era estúpido, algo había de haber en ese barco que llamó su atención, no sabía que, pero debía descubrirlo, aparte, era una excusa para hacer algo en ese pueblucho. Levantó más sospechas cuando vio su expresión al ver el barco,
-“Claramente sabe algo y lo voy a descubrir”, pensó, por el momento, lo importante es ver si no hay sobrevivientes en el barco, ya después veremos que procede.
-Muy bien, este es el plan, nos dividiremos en grupos de a dos, lo primero será subir al barco y buscar a la tripulación, el orden será así, el viejo y el mendigo de camisa roja, el otro mendigo se queda vigilando, los 2 muchachos van juntos y el negro viene conmigo. Sabía que nadie iba a discutir con él, puesto que al no haber gobernante, el era la máxima autoridad, pero sentía que pronto habría algo más fuerte que una discusión.
El éxtasis se podía saborear en la cara de todos, los jóvenes llenos de entusiasmo, en el viejo se veía la curiosidad, en los mendigos la malicia, y en el negro, el terror.
-¿Todos entendieron? – Preguntó el oficial. Uno a uno fueron asintiendo, salvo el negro que se le veía con mirada perdida, el no era estúpido, eso terminó por confirmar su sospecha, el sabía algo acerca de ese barco.
El inmigrante, perplejo debatía contra si mismo, la palabra coherencia y fantasía empezaban a tener el mismo significado, y ese era, el caos. A medida que su pulso se aceleraba un recuerdo pagano se abría paso ante su voluntad.
-¿Entendieron? – decía el oficial con un tono más fuerte.
(-“Con el mismo destino que consumió a tus iguales” -).
Se tallo los ojos con los puños cerrados.
(-“Tu piel se tornará negra ceniza” -).
Era un problema, lo sabía.
-¿Entendieron? – Repitió el oficial al tiempo que abría pasó hacia el único que era diferente.
(-“En tu descendencia quedara marcada tu exilio” -) .
No, no debía de ser así.
(-“Pero sobre todo” -) .
¿Por qué pensaba eso?.
-¿Entendieron? – Dijo el oficial al tiempo que le apretó el brazo con intenciones de doblarlo.
(-“Condenará toda la vida que se le cruce” -).
Lo sabía, lo pensaba porque sabía lo que pasaría.
(-“La llamada Azrail” -).
Ya era tarde, pero si bien, sólo podían ser ellos, y no los demás.
-S-sí, estla bien. Dijo el indigente con una mueca de dolor que guardo para sus adentros.
-Esta bien- Dijo el oficial, manos a la obra.
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Amara
Mystery / Thriller-¿Entendieron? - decía el oficial con un tono más fuerte. -"Con el mismo destino que consumió a tus iguales" -. Se tallo los ojos con los puños cerrados. -"Tu piel se tornará negra ceniza" -. Era un problema, lo sabía. -¿Entendieron? - Repitió el...