Llévame contigo

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Mientras comía un plato de cereal con leche, escuchaba como mi padre arrancaba la camioneta, en camino al taller. Se suponía que hoy me llevaría a la escuela. Normalmente lo hacía, pero, como ya eran los últimos días del semestre, yo estaba tan cansada, que se me hacía tarde. Y como mi papá tiene un jefe de lo más gruñon, bueno, tenía que tomar el autobús. Ese día también tuve que hacerlo.

~¡Lo siento, Adri. Se me hace tarde! ~me gritó desde el portón de la casa. Esta no era tan grande. Cuando mamá murió, papá y yo decidimos hacernos de una más pequeña, y ahorrar gastos. Mi mamá era de una familia muy adinerada. Cuando murió, pasó todo a manos de papá. Y no es eso lo que me importa, pero, sin eso, no creo que pudiéramos vivir decentemente.

Como, ahora, de costumbre, yo estaba más cansada que hace unos meses. Como se adelantó el fin del semestre un par de semanas, tenía más tareas por hacer. Era un fastidio.

Al terminar de desayunar, cogí mi mochila y salí de mi casa, en busca de un taxi, o un autobús. Pude haber llamado a Berenice, pero a esas horas, ya debía estar en la escuela. No podía arruinar su récord de asistencias por la "floja de su amiga", más ahora que terminaba el primer año de prepa. Sí, a sus dieciséis años, Bere ya había conquistado a sus papás para que le compraran el auto. Yo no podía aspirar a eso. Pero aún teniéndole tanto que envidiarle, como su posición e inteligencia. Yo la quería muchísimo para hacer eso. Era la única que me comprendía de verdad.

Del autobús, sabía que no iba a encontrar pero ¿taxis?, siempre pasabn docenas de taxis por minuto en esa esquina de mi colonia. Y ahora no pasaba ninguno. Llevaba ya más de veinte minutos de retraso.

Pensando en eso estaba, cuando oí el derrape de unas llantas en la otra esquina. No entendía cómo podían manejar de esa manera. Para mi sorpresa, el excéntrico mini cooper negro, se detuvo frente a mí. Miré hacia atrás y ambos lados para comprobar que no esperaban a alguien más.

~Te estoy hablando a tí ~dijo una voz dentro del coche. Seguido del azote de una puerta.

Abrí la boca, inconscientemente, cuando vi salir al chofer del auto.

Siempre había sido bastante reservada en demostrar mi gusto para algunos chicos, que en realidad, no eran muchos. Pero con este no lo pude evitar. Tenía el cabello perfectamente peinado, que denotaba elegancia, pero el resto de él, opacaba eso. Tenía el rostro delineado a la perfección, su mandíbula marcada en forma de cuadrado produjo un efecto en mí. Su nariz, ligeramente levantada era perfecta. Su rostro claro, resplandecía ante mis ojos.

Lamentablemente, no podía ver sus ojos, unas gafas de sol negras los cubrían, aunque dándole un toque mucho más atractivo.

Pero aún había más. Su cuello, con la largura exacta para dejar ver los músculos que se extendían hasta sus hombros anchos, casi rompiendo la chaqueta negra que caía sobre ellos. Al igual que sus brazos, oh, sus enormes brazos no podían estar encerrados bajo esas mangas ni un sólo segundo más.

Llevaba la chaqueta desabrochada, pero una camiseta blanca cubría sus extraordinarios pectorales, bueno, no del todo, pero si dejaba a la imaginación su abdomen, del cual yo ya comenzaba a crear situaciones. Si seguía más abajo no iba a poder más.

~Oye, oye ¿estás ahí? ~me dijo agitando una mano frente mío, mientras la otra la tenía en el bolsillo del pantalón, a pocos centímetros de...

~Sí... Pero... ¿Me hablas a mí?

Soltó una corta carcajada, dejando al descubierto su perfecta dentadura. Y haciéndome ver lo carnoso de sus labios...

~Claro que te hablo a tí, ¿a quién más si no?

Me ruboricé ante su respuesta.

Aunque no supe por qué.

~Y ¿por qué? No te conozco, ¿o sí?

~No. Pero se ve que ya llevas bastante rato esperando algún transporte por aquí.

~Pues sí, llevo un rato. Pero ya encontraré uno ~dije colocando mi brazo izquierdo en el codo del derecho, bajando un poco la cabeza, para que él no notara mi incomodidad.

~Esperaras todo el día, entonces. Ni los buses, ni los taxis circularán hoy. Hay una huelga, creo.

¿Qué? No podía ser posible.

~Y ¿por qué te tomaste la molestia de decírmelo, aparte de estacionar tu coche.

Me miró con los ojos entrecerrados, como retándome.

~Sube, te llevaré a Las Colinas.

~Por supuesto que no. Además ¿cómo sabes dónde estudio? ~en serio no podía subirme al coche de un desconocido, al mini cooper de un muy atractivo desconocido.

~Tu uniforme te delata, genia. Y claro que lo harás. Si no... llegarás tarde.

Y cruzado de brazos, arrinconado en su coche y con una extensa sonrisa desafiante en la boca, me convence. Sólo me llevaría a la escuela ¿qué hay de malo en eso?

~Esperaré en el coche ~dijo mientras se dirigía a la puerta. La vista trasera era perfecta. ¿cómo podía ser que estuviera pensando en eso?

~No, está bien. Llévame contigo.

¿Quién de los dos será? (Hermanos Rocha)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora