✿-La única flor despreciada I-✿

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Érase una vez un pobre jardinero que vivía en una casa pequeña, necesitada de atención y reparación aunque desapercibida entre la gente

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Érase una vez un pobre jardinero que vivía en una casa pequeña, necesitada de atención y reparación aunque desapercibida entre la gente.

Su único insignificante atractivo era un enorme jardín que la rodeaba, pero que en él no existía ninguna flor.

Por más que el jardinero intentaba sembrar alguna, estás simplemente morían. Por lo que él se resignó a que ese lugar no podía ser más que un sitio completamente verde, insípido y aburrido.

Nunca imaginó que un día, un pájaro que por allí alzaba sus alas dejaría caer una semilla que sí logró germinar y de donde nació una delicada planta, que fue haciéndose más fuerte cada día, siendo regada por la lluvia y calentada por el sol.

El tiempo pasó rápidamente y de aquella planta brotó la más hermosa de las flores. Sus pétalos eran tan rojos como la sangre y su diseño era tan perfecto que todos los que pasaban por allí admiraban su belleza y quedaban fascinados por su esplendor. Su rareza era absoluta y su soledad también, pero a pesar de encontrarse sola en el mundo, su fuerza para soportar los más fuertes vientos y las más grandes tempestades, era extraordinaria.

Pero para aquel jardinero parecía invisible y le mostraba la misma importancia que a un arbusto del montón. Solamente se detenía a observarla cuando alguien le hacía un elogio para enorgullecerse que le pertenecía a su jardín.

Así fueron pasando los meses, y aquella única flor continuó sin decaer ni perder un poco su brillo. Esta maravilla por primera vez hizo que aquel jardinero se preguntara:

"¿Qué tiene esa flor que la hace tan especial?"

"¿Por qué no se marchitó como las otras?"

Esas incógnitas hicieron que se diera cuenta que ella merecía más reconocimiento e importancia que todo los arbustos de su jardín.

Se dedicó exclusivamente a ella. La regaba tres veces al día con agua extraída de un lago cristalino, se encargaba de podar las malas hierbas de su alrededor y no dejaba que ningún individuo la tocara, protegiéndola de cualquier mal.

La flor comenzó a percibir esa atención recibida y fue agradecida por sus cuidados. Su brillo por más que era inmenso, aumentó todavía más; su color se volvió aún más intenso que el carmín, pero su resistencia a las fuertes tempestades poco a poco iba disminuyendo.

Ya no se sentía sola en el mundo, tenía el apoyo de su jardinero. Esto a su vez fue su maldición. Ella olvidó su anterior ignorancia hacia su existencia y empezó a confiar ciegamente en él, ya que sabía que si el viento soplaba muy fuerte, este la protegería dentro de una cúpula de cristal.

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Siguió pasando el tiempo y el jardinero se fue acostumbrando a la presencia de la flor. Ya no la consideraba ninguna rareza ni mucho menos se preguntaba si era especial. Las alabanzas hacia su flor dejaron de parecerle importantes.

¿Acaso la flor había apagado su brillo? ¿Se había marchitado?
No, ella seguía igual de radiante que el primer día.

La flor empezó a percibir que la actitud de su jardinero había cambiado. La empezó a regar solo cuando se acordaba y ya no le importaba arrojar agua de cualquier charco sobre ella.

Un día, al jardinero se le presentó la oportunidad de mudarse a una enorme casa que tenía un jardín repleto de lindas flores aunque ninguna se comparaba con aquella única flor.

¿Se quedaría con su flor o la llevaría con él?

Ninguna de esas opciones pasaron por su mente. Él no lo pensó dos veces y la dejó a su suerte, marchándose y olvidándose de ella.

La tristeza y el abandono debilitaron a la flor, volviendo sus hojas amarillentas, tanto así que ya no llamaban la atención de ningún viajero. Su color se había aclarado tanto que apenas se percibía el rojo en sus pétalos.

Pero todavía aguardaba la esperanza de que su jardinero aún volviera a cuidar de ella y que con su ayuda se convirtiera nuevamente en aquella flor hermosa del pasado. Ese fue su gran error, esperar algo que quizás nunca sucedería, esperar por alguien que nunca la valoró, cuando en sus tallos estaba la fortaleza para remediar ella misma su infortunio.

Estaba muriendo.

Sin embargo, continuaba esperado a su jardinero, tristemente sus deseos no fueron suficientes para que se hiciera realidad ese milagro.

No pudo soportar percatarse que él no regresaría y ya no tenía las fuerzas suficientes para renacer, por lo que dejó caer su último pétalo que fue arrastrado lejos por el viento, quedando su tallo seco extendido en el suelo como la única prueba de la existencia de aquella única y magnífica flor despreciada.

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El tiempo pasó y el jardinero empezó a extrañar su presencia y a cuestionarse su decisión. Las otras flores de su nuevo jardín no llenaban el vacío que sentía por la ausencia de su única flor. Ella siempre había estado allí, llenando de color sus días más grises, adornando su vista y alegrando sus mañanas con su fulgor; y él no entendió lo importante que era hasta que no la tuvo cerca.

Entonces decidió volver tras ella para llevársela consigo.

Pero ya era demasiado tarde. La flor había muerto.

Al ver que no podía hacer nada, el jardinero comenzó a llorar. ¿Pero de qué servía el llanto? Sus lágrimas no resucitarían a la flor. Su error no podía ser remediado.

Desde ese día, el jardinero abandonó su nueva casa y regresó al lugar donde todo comenzó. No obstante, ya nada era igual, no estaba su única flor. Nunca más encontró una como ella. 

En sus noches de desvelo solo pensaba en que ella era especial y que debido a su abandono dejó de brillar.

Esa culpa lo consumió todos los días de su vida hasta que sus fuerzas desfallecieron en el mismo lugar donde su despreciada flor murió.

Los vecinos del lugar cuentan que antes de dar su último suspiro, el jardinero deseó algo desde lo más profundo de su corazón.

»Que la única flor de su jardín, que un día despreció, volviera a la vida«

~Fin.

~Fin

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La única flor despreciada [✓]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora