Despiertas en un lugar desconocido, envuelta por las sombras y la oscuridad de un castillo aterrador.
Tu memoria es nula, y tu identidad es un misterio incluso para ti misma.
Y con el solo conocimiento de tu propio nombre, te enfrentas a una difícil...
Dejándote llevar por el enojo y la frustración, agitas los barrotes de tu celda con fuerza, produciendo un agudo chillido cada vez que se mueven violentamente.
Sin embargo, después de varios minutos, tu energía comenzó a disminuir. Provocando que termines arrodillada, sujetando los barrotes con poca fuerza y tu cabeza apoyada en ellos mientras mirabas resentida al suelo.
Finalmente, sueltas los barrotes y dejas caer tus manos a los costados. Miras hacia el techo exhalado un largo humo blanco, y cierras los ojos. En un susurro, dejas salir tu última queja.
— Ese esqueleto, ¿Por qué?
Un bostezo salió de tu boca al terminar la frase, y al mismo tiempo sentiste cómo tus ojos se llenaban de leves lágrimas del mismo. En ese momento te das cuenta tu cansancio, tanto física como emocionalmente.
¿Cuánto tiempo había pasado?
Encerrada en una celda sin ventanas, te preguntas que hora es y cuánto tiempo ha pasado desde que te despertaste en este sitio.
Bajas la mirada para ver a través de los barrotes, tomándote un momento de mirar a la nada antes de soltar un largo suspiro. Cayendo en cuenta que no resuelves nada desgastando tu energía contra los barrotes.
Con esa idea en mente te levantas del suelo, con obvia dificultad cuando notas el dolor en tus rodillas entumecidas.
Sin incluir las heridas que te hiciste este día para empezar, estando mas presentes en tu magullado cuerpo, no puedes evitar hacer una mueca por ello.
Mirando dentro de la celda, a pesar de no querer admitirlo, saber que tienes que regresar a los que consideras tu cama. Odias la idea de tener que dormir en este lugar, pero sabes que necesitas descansar.
Caminas cojeando hacia la cama, siendo cada paso mas doloroso para tu tobillo.
Finalmente llegas a la cama y te dejas caer en ella con otro suspiro, esta vez de satisfacción al no tener que hacer presión en un pie. Eso cambia cuando te quejas al sentir lo dura que es la madera.
Con tristeza recuerdas la cama de esta "mañana". Aquella era mucho mejor que ésta.
Apoyando tu cabeza en la pared, intentas tener un momento de tranquilidad y reflexión. Pero las heridas que te cubren te impiden ese momento de paz.
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