6 de agosto

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Hoy era un buen día, hasta que desperté.

Me encuentro acostado en el sillón, en la misma posición en la que ayer estuve postrado en una cama de hospital con el cuerpo entumecido.

Me extiendo para tener más espacio y estiro primero las extremidades inferiores. Levanto las rodillas y los pies. Roto los tobillos y los muevo hacia adelante y hacia atrás, relajándolos. Me siento cómodamente, apoyando la espalda contra el respaldo del sofá, y miro con lentitud a la izquierda y a la derecha. Giro los hombros unas diez veces, trabajo los codos, sosteniendo los brazos frente a mí, y hago flexiones de bíceps. Arqueo las muñecas y abro y cierro las manos, imitando la canción infantil. Cuando termino de elongar, me siento muchísimo mejor. Esta rutina, después de regresar a mi cuerpo, se ha transformado en una receta para dormir mejor por las noches. Esto, y la masturbación, claro está.

Los sucesos de hoy, lejos de derrotarme, han sido en un fresco y gran estímulo.

Al cabo de un rato, me quedo dormido, y comienzo a soñar que algo extraordinario puede suceder mañana.


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El monstruo que nos habitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora