Mamá solía decirme que muchas veces los buenos músicos no eran encontrados, pero ese día yo hallé uno, encontré en su tocar más que buena música, encontré una historia, y yo deseaba formar parte de ella.
—Mamá y papá dijeron que no nos separáramos —retuve a mi hermana mayor del brazo, viéndome aniñado por mis mejillas regordetas y el puchero en mis labios.
—Solo voy a ir a recoger conchas, tú quédate aquí.
—Pero quiero ir contigo —di un paso al frente.
—No —Isabel me frenó al instante—. Si te ahogas no quiero que me culpen a mí por tu muerte, ya eres lo suficientemente molesto vivo.
Evadí el dolor, porque así era siempre, dejaba que mi hermana me pisoteara con la ilusión de que algún día me querría.
Me quedé quieto tal como ella me dijo, mientras la veía alejarse; parecía estar divirtiéndose, chapoteando en el mar al tiempo que reía. Iba a sentarme sobre la arena cuando una melodía llegó a mis oídos.
Al voltear me encontré con un niño, su cabellera castaña se ondeaba con el viento, el color chocolate de sus ojos perseguía las teclas del piano que tocaba con tanta suavidad y concentración.
Volví a mirar a Isabel; ella ni siquiera se daría cuenta si desaparezco, así de poco le importa mi existencia.
La arena se movió bajo mis pies, rasposa y áspera, se metió entre mis dedos con cada paso, siendo atraído por la añoranza y pureza de la melodía. Me detuve frente a él, quien no habría notado mi presencia de no haber sido porque alzó la mirada.
Apretó el piano contra su pecho, abriendo los ojos en gran medida. Parecía que quería echarse a correr.
—Lo siento, no quería asustarte —me apresuré a decir—. Es que te oí desde allá y pensé en acercarme porque pensé que te sentías solo.
Pensé que con ello le inspiraría confianza, pero se quedó callado. Claro, no todos eran tan ingenuos como yo para hablarle a un desconocido, cosa que mamá decía que debo de dejar de hacer.
Sin embargo, para mi sorpresa, luego de unos segundos de silencio, salió de sus labios, suave y pausado:
—¿Tú.. estás solo? —me miró de pies a cabeza. No supe si estaba asustado o era tímido, así que le sonreí.
—No. Estoy contigo —respondí.
—¿Con...migo?
—Sí. ¿No te importaría si me siento? —antes de que pudiera decir algo, me acomodé frente a él en posición de mariposa—. Tranquilo, no te interrumpiré —puse los codos en mis rodillas y recargué la barbilla en las manos, enfocando mi atención en él con los ojos bien abiertos. Estaba entusiasmado, no todos los días haces un amigo.
—Yo...no toco para nadie —fue lo único que dijo.
—Deberías. Parece que a la gente alrededor le estaba gustando —mencioné, y era cierto, cuando las personas ven a alguien tocar es imposible no llamar la atención.
—¿En serio te gustó? —inquirió como si no lo creyera, y seguido asentí repetidas veces.
—Más que eso —incliné la mirada, pero inmediatamente mi atención volvió a él—. Me hizo feliz, y yo...no soy muy feliz hace un rato.
Él no pareció entender muy bien a lo que me refería, pero tocó, y cuando terminó la canción, alcé la cabeza alarmado, al darme cuenta que mi hermana se dirigía hacia acá, así que tuve que preguntarle rápidamente por su nombre.
Y era Ethan.
Se llamaba Ethan, el niño de la música bonita.
Pero antes de que yo pudiera decirle mi nombre, Isabel llegó hecha una furia.
—Oye, tú —me jaló del brazo, obligándome a levantarme—. ¿Qué crees que haces? Te dije que no te alejaras.
—Tú me abandonaste por ahí —espeté, y de pronto sentí que iba a llorar.
—Ya deja de hacer berrinches y vamos. Ni se te ocurra contarle nada de esto a papá —advirtió, señalándome.
—Solo te importa lo que él pueda decir de ti...ni siquiera piensas en mí.
Traté de retener el sollozo que estaba por escaparse de mis labios, pero fue tarde, estaba llorando e intentaba limpiarme las lágrimas.
Isabel me arrastró con ella, no quería despedirme de esta forma de Ethan, así que me tragué toda mi tristeza, volteé y le dije:
—Oye, Ethan. Si nos volvemos a ver...¿me enseñarás a tocar? —así que sin esperar su respuesta, sonreí y di por hecho ese suceso sin mirar atrás.
A medida que Isabel me arrastraba lejos de la playa, mis pensamientos regresaron a la melodía de Ethan, a la melancolía, a la extrañeza que me envolvió al escucharlo. La tristeza y la rabia se mezclaron en mi interior, pero la chispa de una nueva amistad fue encendida. Quizás, en algún momento, volvería a escuchar la música de Ethan y aprendería a tocar como él.
Holaaaaaa
Les doy la bienvenida a este nuevo inicio.
Para los que leyeron el Cristal del Príncipe, gracias por los no spoiler
Esta no es una continuación. Es una historia única y funciona por sí sola.
Ojalá se queden para ver la vida a través de los ojos de Damon ♡
Qué será? Ethan y Damon se volverán a encontrar?
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Te Espero al Final del Mar
Teen FictionDamon recuerda con cada parte de su ser, a aquel niño que conoció alguna vez a la orilla del mar, con la música grabada en sus oídos, lo terso de su piel haciendo cosquilleos en las yemas de sus dedos, y su reflejo en aquellos ojos nuez. Y aunque es...