Capítulo III

375 45 1
                                    


Mientras Sakura se movía, el olor rancio de la muerte colgaba pesadamente en el aire a su alrededor. La antorcha que había encendido brilló por un pequeño soplo de viento. Mantener la parte superior de la camiseta contra su nariz y su boca hacía poco para ayudar. Bajo sus pies, usaba unas zapatillas demasiado apretadas que había encontrado, los cristales rotos y escombros crujían. En un solo gabinete del estante en una esquina, casi lo suficientemente lejos, tenía que haber un centenar de ratas, todas mirándola con sus pequeños y brillantes ojos rojos. Por un segundo, dejó de moverse y consideró dar la vuelta, antes de tomar una respiración profunda. Llevaba una bolsa de gasolina en caso de que trataran de atacar.

La cloaca donde buscaba había estado enterrada bajo tierra. Sakura había tropezado con eso, o más bien caído en ella cuando una de sus piernas había desaparecido. Los escombros cubrían el techo de la pequeña tienda. Al parecer, nadie sabía acerca de esta antigua tienda, se había arriesgado a suponer que todas las tiendas en el planeta habían sido saqueadas, hasta ahora. Tal vez había sido una de las primeras en sucumbir a los terremotos. Las terribles tormentas que asolaron la Tierra habían disminuido, pero de vez en cuando, alguna atrapaba a los pocos sobrevivientes de golpe y porrazo. Ella y los demás necesitaban todo lo que pudiera encontrar para conseguir pasar la temporada de lluvias. Era un muy mal momento cuando estabas atrapado durante semanas en una cueva, pero por alguna razón era más difícil para Naruto.

Habían pasado por lo menos cuatro años desde que Sakura había visto otros sobrevivientes, excepto su pequeño grupo. Si no fuera por Naruto, Hinata y el resto, no habría tenido corazón para seguir adelante. Si las tormentas no habían sido lo suficientemente malas, los extraterrestres habían vuelto. Justo esa mañana Sakura había visto la silueta de una gran nave Castians. Odiaba a esas criaturas.

Manojos de feos hijos de puta. Habían raptado a su hermana mayor, Ino. Los Tonans habían estado luchando con los Castians; su padre había sido asesinado por los colmillos de un tipo gris al tratar de proteger a sus hijas. Esa noche, la mitad del mundo parecía en llamas. El olor de la sangre permaneció en su nariz durante días. Nada volvería a ser lo mismo. Sakura nunca vería a Ino de nuevo. Si Naruto no la hubiera encontrado, sola, asustada... Sakura dió a su cabeza una pequeña sacudida, tenía cosas más importantes que hacer. Ya no era una niña asustada, no lo había sido por un largo tiempo. Necesitaba poner sus pensamientos en el presente.

La tienda era más como una cripta; adecuada para su estado de ánimo. Húmeda y opresiva, parecía que la tumba era hogar de algunos cuerpos. Sakura no los vería. No podía soportar ver el miedo reflejado en algunos rostros cuando morían. Ahora este lugar podría dar vida. Si el alma de estos pobres seres humanos la viera, pondría una sonrisa en sus rostros, hacerles saber que había alguien que lloró sus muertes.

Los animales habían recorrido el pequeño almacén hundido. En su mayoría bichos, cualquier persona tendría que moverse a través de la pequeña abertura oculta para poder entrar. Por suerte, o mala suerte, ella era lo suficientemente pequeña. Sakura tenía una cosa a su favor, los animales no podían abrir latas. Latas era lo que buscaba. Con un movimiento de la brillante luz, vió un mostrador donde numerosas latas y frascos de vidrio salpicaban un estante y cubrían el suelo. Con impaciencia se precipitó sobre las cosas, así como los muchos tesoros que podría llevarse en la bolsa de lona. Tenía que darse prisa. Si Naruto volvía antes que ella, le patearía el culo por tomar este riesgo.

A Sakura le gustaba Naruto; era molesto a veces, tratándola como la hermana pequeña que no quería, pero con la que se quedó atascado. Le debía su vida y suponía que debería estar agradecida. Fue difícil cuando el mundo a su alrededor se fue a la mierda y se quedó sin familia. Naruto se hizo cargo de todas ellas. Él era el pegamento que mantenía su pequeña familia unida. Había sido un comienzo incierto; Naruto tenía sus propios demonios a los que hacer frente, aunque nunca dijo cuáles eran. Naruto era demasiado sobreprotector, a veces agobiante. Por alguna razón, parecía esperar que todas ellas le siguieran por ahí como ovejas. Sakura sabía de ovejas y si ella fuera una, sería la negra. Naruto había tenido que aprender a aflojar la notoria correa con ella. Asimismo, no parecía apreciar la aptitud de Sakura por ser servicial. Bueno, a lo mejor había tenido que rescatarla un par de veces de situaciones sin importancia.

SASUKE, EL GUARDIANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora