Capítulo 1

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—Skaar... —jadeé su nombre al sentirlo recorrer mi cintura y casi pegué un grito cuando tiró de mí, con brusquedad y acercó su cuerpo al mío. Me sentía diminuta en comparación a su robusto y exótico cuerpo.

Podía palpar su virilidad, lo que provocó que me estremeciera como nunca, deseosa de que me hiciera suya.

—Quiero que seas mi mujer, esta noche y las próximas, por el resto de nuestras vidas... —El siseo de su voz era rasposo, y el mejor afrodisiaco para despertar mis más oscuros instintos. Lo hacía más excitante el hecho de que él fuera alguien prohibido y con una anatomía tan distinta a la mía, o a la de cualquier hombre con el que había estado antes.

Skaar, mi también amante, era el rey de la raza reptiliana que ahora gobernaba la Tierra y yo era solo su mera esclava a merced de todos sus deseos.

Mi corazón, como siempre, se aceleraba, expectante por lo próximo en pasar.

—Haga conmigo lo que le plazca, mi rey —solté ansiosa, muriendo de deseo.

-Esas son palabras mayores, podrías arrepentirte. ¿Estás segura?

*Sí.

*No.

—¡Sí, joder, sí! —exclamé emocionada.

Skaar, tanto como yo, no pudo resistirlo más. Sus garras me sostuvieron y con violencia, me tomó en sus brazos, para llevarme a la habitación real, sin importarle lo que sus súbditos, o la reina, pudieran pensar de él.

Pero... la gran mayoría de las veces, mis expectativas iban muy por encima de lo que terminaba ocurriendo.

Y así tuvimos una noche inolvidable, en la que mi rey lagarto me hizo sentir mucho más que una simple esclava, fui su mujer. Y lo supe; cada uno de sus tres corazones, latió por mí.

—¿Cómo estuvo lo de anoche? —preguntó tan pronto abrí los ojos, recostado a mi lado, ocultando bajo una fina manta de seda sus dos miembros, a los que le había dado tanto uso horas atrás.

Y terminaba decepcionada.

—¡¿DOS, TIENE DOS y no me dieron detalles de cómo fue eso?! ¡Este juego es una porquería!

Arrojé el mando de la Xbox a un lado, sin muchos ánimos de continuar la historia, que ni siquiera me resultaba muy interesante.

Aunque me alegré de haberlo hecho cuando la puerta de mi apartamento se abrió de un tirón y mi amiga, Mina, entró enérgica como siempre. Luego, tras dejar su bolso en la cocina, volvió a la sala y se quedó muy quieta, mirándome.

—¿Qué tanto jugabas ahí? —preguntó.

Call of Duty, te lo juro.

Mina ladeó la cabeza, incrédula y luciendo, casi, decepcionada de mí.

—Tú no pagas nada para jugar en línea —dijo a la vez que caminaba hacia el centro de mesa, donde aún conservaba la caja del juego que había estado jugando. Cuando la inspeccionó, quise morir con la cara que puso.

¿Invasores Espaciales y... en mi cama? leyó y a Mina se le arrugaron los labios, como si le hubiera dado un buen mordisco a un limón-. ¿Qué diablos es esto, Vale?

—Es un, otome —tragué saliva—, un simulador de citas...

—Sí, lo sé. Es uno de los juegos donde un grupo de dibujitos quiere contigo, pero escoges a uno para que te enamores de él, ¿no? —preguntó y aunque ella no fue despectiva, sí me sentí tonta—. ¿De aquí es ese personaje, Zander, que tanto te gusta?

¿Quieres jugar conmigo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora