Capítulo uno.

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Alaska, 1968

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Alaska, 1968.





Louis había cumplido dieciocho años por fin, y era hora de buscar un empleo para poder sustentarse, sus padres ahora que era mayor de edad menos le darían algo, ni siquiera para comer. Los padres del omega siempre fueron reacios con él, siendo una familia pobre Louis nunca tuvo muchas cosas en su vida pero estos tampoco hicieron esfuerzo alguno de cambiar la situación.

Habían tenido un hijo omega varón, que era la peor desgracia que les podía llegar en la vida.

Desde niño el omega siempre había buscado afecto en brazos de su madre o consejos en palabras de su padre, pero ambos estaban asqueados por el niño que tenía la sangre de ambos. Entonces desde los nueve años Louis se dispuso a trabajar para distintas personas, limpiando platos, paseando a los perros, sacando la nieve de patios y garajes, etc. Todo esto para poder ganar unos dólares para comprar pan.

Pero era momento de salir de esa vida y seguir adelante, aunque sabía que siendo omega en esta sociedad, todo sería difícil, donde cada dos dias aparecían más de veinte omegas hombres muertos en la calle, no se podía esperar mucho.

Las omegas mujeres lo trataban mal, los betas eran indiferentes y los alfas no lo consideraban para algo más que un objeto sexual. Aunque Louis tenía fe, tenía fe que el mundo podría ser mejor.

Era un niño soñador y de alma bondadosa en busca de vivir un cuento de hadas.

Pero los cuentos de hadas no existen y no existirían jamás.

[...]

Fue mientras salía de la biblioteca donde leía en las tardes cuando lo encontró, un papel donde decía que buscaban un omega para la cocina y la limpieza, entre dieciocho hasta veinticinco años y que estuviera soltero.

"Seguramente no quieren un alfa acarreado con el omega".

Louis sonrió para sí mismo, contento, ya que cumplía con todo lo pedido. Saco la dirección que estaba anotada ahí y camino con prisa hacia su hogar.

Tenía que preparar maletas y rezar para que todo fuese bien.

[...]

Llamo al número indicado en el folleto, lo atendió una señorita de voz fina y amable, le indicó que era secretaria de quien sería su "jefe" si lo aceptaban, tras notificarle que podía ir a la dirección dada Louis se regocijó en alegría.

Tardó una hora en hacer la maleta, no tenía muchas pertenencias ya que apenas y llenaba una maleta mediana. Había guardado ropa, su otro par de zapatos, unos libros, su cepillo de dientes y productos de aseo personal. Se vistió con toda la ropa abrigada que hubiese a mano, ya que en Alaska y más donde iba a ir hacía demasiado frío, un frío que te entumecía los huesos.

Se despidió de su cuarto, ese pequeño lugar que era suyo en el mundo, pero tenía que dejar atrás. El Omega observó todo y sintió unas punzadas en su corazón.

Ausencia (l.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora