Capítulo tres.

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Louis lloriqueo y se acurruco entre las frazadas desgastadas que le habían brindando los alfas, ya se había puesto toda la ropa que traía consigo y una media tras otra en los pies, pero aún así el frío le calaba los huesos desde hacía horas

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Louis lloriqueo y se acurruco entre las frazadas desgastadas que le habían brindando los alfas, ya se había puesto toda la ropa que traía consigo y una media tras otra en los pies, pero aún así el frío le calaba los huesos desde hacía horas.

Louis lloraba, las lágrimas se deslizaban por sus mejillas pálidas y humedecían la almohada bajo su cabeza, sentía dolor en sus huesos y cansancio al no poder dormir por los gemidos de la invitada de sus jefes, más el frío en su cuarto.

Los ruidos habían sido molestos, aproximadamente una hora de gruñidos, el sonido de la cama y esa omega murmurando vulgaridades en gritos desesperados.

Luego los ruidos habían acabado pero escuchó la leve charla que los alfas habían mantenido junto a la mujer pelirroja, hubo risas y el sonido del besuqueo haciendo eco hasta el ático, que era donde Louis dormía.

Lamentablemente desde ese pequeño, tétrico y frío lugar se escuchaba -si hablaban fuerte- lo que pasaba en la habitación de los trillizos.

"— Alfas, no me llamaban hacía una semana ¿qué pasó? De igual manera no me quejo, extrañe tenerlos.

— Necesitábamos verte, estábamos ya ansiosos de tenerte hermosa, en nuestra cama con nosotros.

— ¿Y ese omega que trabaja aquí? ¿No han tenido nada con él verdad?

— Claro que no, es un asqueroso omega varón ¿le has visto la cara y el cuerpo? He visto omegas varones bonitos, pero este esta pasado de kilos y ni siquiera tiene buen rostro como para darle una segunda mirada"

Luego de eso se escucharon risas y Louis prefirió dejar de oír, tapándose las orejas con sus heladas manos.

Ignoro como su omega interno lloraba tras las palabras de los alfas.

[...]

A las cinco de la mañana Louis inició su día, el pequeño reloj había sonado indicando que era hora de hacer el desayuno. El omega se abrigó con dos suéteres azules que tenía, un pantalón grueso y dos pares de medias en sus pies, para luego ponerse las viejas botas de invierno que tenía. Había acomodado su pequeña cama, dejándola lista para venir a dormir a la noche y luego de eso bajo las escaleras con pasos temblorosos al segundo piso, el calor recibiéndolo instantáneamente.

Había un silencio en el hogar, solo escuchándose la respiración del omega y el sonido leve de sus botas contra la madera. Louis por instinto giro la cabeza hacia su izquierda, observando la gran puerta que llevaba a la habitación de los trillizos, olfateó en el aire el cálido olor de los alfas: madera y café. El olor de la omega se mezclaba levemente en el aire, siendo cereza y almendras.

— ¿Qué comerá ella? — Louis se preguntó, ya que no conocía los gustos de la omega y no quería hacerla enfadar.

Por inercia camino hacia la puerta, apoyando su oreja contra la madera, pero no se oía nada más que respiración pesadas y leves ronquidos. La curiosidad de Louis en algún momento terminaría llevándolo por mal rumbo, pero no pudo contener las ganas cuando con lentitud abrió la puerta.

Ausencia (l.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora