Capítulo dos.

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Los días habían pasado con rapidez, cada uno parecido al otro

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Los días habían pasado con rapidez, cada uno parecido al otro. Louis se levantaba a las cinco de la mañana, preparaba el desayuno que le llevaba mínimo dos horas por cantidades tan grandes, lo servia con calma y con el corazón latiendo ansioso, despertaba a los trillizos.

Despertarlos había sido lo más difícil.

Louis no tenía una voz muy potente, era bastante suave y baja, más en presencia de estos alfas se disminuyó a un leve hilo tembloroso al murmurar. Toco la puerta demasiadas veces, al segundo día que estaba en la cabaña, sus pequeños puños sólo daban leves vibraciones para tres alfas demasiado dormidos.

— Alfas, tienen que despertar ya, el desayuno está listo — hablo a través de la puerta, su mejilla rojiza pegada contra la madera —. Por favor, despierten, se hace tarde — trato de elevar la voz un poco más pero aún escuchaba los ronquidos.

A Louis le habían prohibido abrir la puerta, no sabía porqué pero lo hicieron.

Pasaron veinte minutos más de intentos fallidos y chillidos no escuchados, abrió con miedo la gran puerta de roble y observó a los tres alfas dormidos entre pieles gruesas y abrazados, roncaban un poco fuerte y el aroma espeso de los tres hizo sonrojar al omega. Louis camino con lentitud y se percató de que Edward estaba más cerca, con sus dedos fríos le picoteó la mejilla.

— Alfas, despierten, por favor — murmuro lo más fuerte posible, se asustó un poco cuando vio los grandes ojos verdes de Edward mirándolo.

El omega no tuvo tiempo de procesar, ni siquiera de correr o pedir disculpas, el cuerpo del alfa ojiverde se levantó rápidamente, soltando un gruñido bastante aterrador para los sensibles oídos de Louis. El menor ni siquiera pudo pestañear dos veces cuando tres grandes cuerpos se imponían enfrente suyo.

— Lo primero que te digo antes de irme a dormir fue que no abras la jodida puerta, omega estúpido. Haces eso, tienes el atrevimiento de tocar a mi hermano y esparcir tu horrible olor — gruño Marcel, su voz demasiado molesta y grave.

— ¡Maldita sea! ¡¿Acaso viste la hora que es?! — gritó Edward, observando el reloj en la mesita de luz —. ¡Nos despiertas con una jodida hora de atraso, entras a nuestra habitación cuando te lo prohibimos, me tocas con tus asquerosas manos y ni siquiera huelo mi puto desayuno! — gritó el alfa, sus hermanos haciendo sonidos en acuerdo.

Louis temblaba con los ojos llorosos, él jamás quiso despertarlos tarde. Él omega ni siquiera vio cuando fue empujado por Marcel y su hombro golpeó fuertemente contra la esquina de un mueble, lloriqueo y su omega interno estaba demasiado asustado.

"Sal, sal de aquí, van a lastimarte"

El ojiazul no lo escucho y despertó de su aturdimiento cuando escucho platós romperse en el piso de abajo, camino rápidamente hacia las escaleras pero un brazo lo detuvo. Louis volteó y observó a Harry, este lo miraba con ojos sin emoción alguna.

Ausencia (l.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora