Vacaciones en la montaña y el futuro, el futuro y libre de resentimiento.

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—Puedes ser parte de mi templo. 

Yin Yu se aterró. ¡Un momento!, se supone que ya había hecho la paz con su Shidi, pero tan pronto le dijeron que estaría por debajo de él, sintió rechazo ante la idea. Antes le confesó a Jun Wu que no era tan difícil aceptar que YiZhen era mejor, pero...pero estar bajo su mando sería tan humillante.

—Tú me nombraste para acompañarte a los Cielos y trabajé a tu lado, gracias a ti pude formar parte de los dioses. Ahora yo quiero hacer lo mismo por ti.

—YiZhen, por favor, tú ascendiste porque tenías la capacidad, lo hubieses conseguido sin la ayuda de nadie. Y tu desempeño como dios es bueno sin tener Oficiales adjuntos.

—No trabajarás para mí, sino que construirás tu propio palacio.

—...Sigue siendo un "no". Mi reputación ya está manchada, nadie pondría sus plegarias en mis manos.

Quan YiZhen no supo cómo persuadirlo.

—Shixiong...de verdad quiero que regreses. No me gusta ese lugar, tampoco me gustaba antes, pero me gustaba más cuando estabas tú, tú eras el único con el que hablaba. Si no hay una pelea, no tengo nada qué hacer y estoy solo todo el rato.

Yin Yu tenía problemas para procesar lo que escuchaba, a Quan YiZhen nunca le importó tener amigos o quedar bien con los demás y resultaba que ahora se sentía solo. No era tan extraño, las personas cambiaban y pueda ser que Quan YiZhen cambiara en estos cientos de años y él, estando lejos, no pudo saberlo.

—¿Desde hace cuánto te sientes así?

—...No sé, desde que nos encontramos en el Monte TongLu...o quizá desde que...desde que ese fantasma me ayudó a nutrir tu alma.

—¿Extrañas los regalos que te obsequiaba?

—Me gustaban tus regalos porque eran tuyos, pero yo te quería a ti, yo te quiero a ti.

Yin Yu tuvo un presentimiento que le bajó la presión de la sangre, se mareó y al instante sacudió la cabeza ligeramente. Quizá lo que Quan YiZhen estaba tratando de decir era algo completamente diferente, pero su propia ignorancia lo ponía en palabras poco claras. Tragó con dificultad, el paso de su saliva se escuchó nítido en esa silenciosa cueva.

—YiZhen... ¿te gusta mi voz?

La otra parte no comprendió por qué le preguntaban esto tan de repente, pero también le sorprendió que atinara a la perfección.

—Sí.

—Y...mi cara... ¿también te gusta?

Qué difícil fue preguntar esto, en especial porque su cara estaba lejos de ser distinguible, fácilmente olvidable, tanto que todos lo ignorarían, incluso si estuviese en peligro, le dejarían olvidado; sin embargo, Quan YiZhen no tuvo ningún contratiempo para afirmar:

En un futuro... | QuanYin | - 17Donde viven las historias. Descúbrelo ahora