Ojos Rojos

1.3K 100 28
                                    

Aquel hombre no lo podía creer; había dado su vida en todas sus misiones, dejó escapar miles de oportunidades por lealtad hacía su aldea y, ahora, ellos lo trataban como si fuese una basura, la peor escoria del mundo por fallar en aquella misión.

La cólera violenta crecía en su interior junto con un terrible odio hacia lo que alguna vez había sido su hogar. Ese hombre, mientras yacía en aquella pseudo cama, fría y de concreto, maldecía y deseaba la muerte de quienes lo habían traicionado; el quería aniquilarlos a todos con sus propias manos, pero el encierro en esa prisión de máxima seguridad, junto con un agotamiento físico y mental horrible por culpa de los diversos castigos y humillaciones, negaban su profundo deseo de desquite.

Odio. Rabia. Rencor. Venganza. Violencia.

El moreno sintió unos suaves pasos acercándose hacía su celda, quizás guardias que iban a lanzarle aquella repugnante comida para ratas; logró divisar una silueta femenina tras la tenue y desconfiada luz de la antorcha, ''Las kunoichis tienen prohibido el ingreso a esta clase de cárceles'' pensó mientras observaba la sombra acercarse. No importaba el caso, no deseaba contacto alguno con integrantes de Taki, por lo cual, dió la espalda la celda al momento de sentarse en el duro concreto que tenía por cama.

- Qué cruel lo que han hecho con usted.- Susurró la voz femenina. -Seguramente, debe de estar hambriento, Kakuzu-san. He traído agua y comida. - Agregó con una sonrisa en sus rojizos labios, sacando de su bolso café, un bulto que tenía agradable aroma a pan junto con una botella de agua.

-No te necesito.- Replicó. Su orgullo y odio eran mucho más grande que su necesidad básicas. - Vete de aquí. -

- Kakuzu-san... debes cuidarte, si no, no podré sacarlo de aquí.

-¿Y cómo una kunoichi como tú me podrá sacar de aquí? - Preguntó en tono burlesco, aunque más burla era su débil voz por los malos tratos recibidos hacia bastante poco. - Vete de aquí. -

Aquella joven apretó sus labios, observando el dañado cuerpo del mayor.

-Yo lo sacaré de aquí.- Sonrió una vez más, esta vez, de forma más cálida y confiada. - Porque no soy una afiliada a este país, mucho menos una Kunoichi.-

La atención del moreno de orbes verdes se centró al cien por ciento en ella ¿Y cómo es que logró burlar la seguridad?.

-¿Cómo puedo confiar en ti? ¿Por que me quieres ayudar?.- Kakuzu dió media vuelta observando la fina figura de la contraria, sorprendido de que fuese una mujer vistosamente joven, sonriente y de aspecto confiado, y algo que más llamó su atención, ojos rojos.

-Kakuzu-san, no importa si no confía en mí, yo lo sacaré de aquí. Ahora, debe comer y beber agua, así sus energías podrán reponerse.

-¿Cúal es tu nombre, mocosa?.

-No soy nadie en especial.- Sonrió dándole la espalda. - Dentro de una semana. Prometo que estará fuera de esa celda. Vendré todos los días, lo prometo. - El sonido del portón abrirse alertó a ambos, y la misteriosa chica dio un respingón, corriendo por lo que quedaba de pasillo, para así desaparecer de su vista.

Los días pasaban lentos y horribles, cómo siempre consideraba el, pero aquella mujer amenizaba los días. Tal y como ella lo había prometido, esa joven cumplió yendo todas las noches a su celda. Cosa que seguía siendo increíble para mujer que no quería denominarse a ella misma como ''Kunoichi''. Todas las noches, después de las doce, era sagrada su ida para dejarle al moreno comida y agua, conversar cosas, pero cuando Kakuzu preguntaba sobre su nombre o algo en el tema respecto a ella sólo respondía '' No soy nadie de importancia'', pero esto, en todo caso, no le importaba mucho lo que ella fuese, pues aminoraba el dolor y el aburrimiento de lo que era la monotonía de un hombre encarcelado.

Hilo Rojo. (KakuzuxOC) {Edit}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora