Izanami despertó sobresaltada, sentando donde había yacido tan solo hace un par de segundos antes. ''¿Qué pasó con los shinobis de la Cascada?'' se preguntó a si misma mientras observaba a su alrededor, viendo únicamente paredes agrietadas en un oscuro y frío cuarto; acomodó su adolorido cuerpo para explorar este mismo encontrando magulladuras, moratones y cortes en la mayor parte de su pálida piel, pero algo le dolió más que cualquier otra cosa: su antebrazo derecho, el cual, para su sorpresa, llevaba un pedazo de tela amarrada, ya manchada en sangre. Intentó hacer un memorándum de todo lo ocurrido, a ver si así pillaba la razón de esa gran herida de su brazo.
—Ah... El Kunai de ese hombre perforó mi brazo.— Murmuró para si misma, haciendo un suave tacto sobre aquella lesión, pero aún así, por más delicado que fuese aquel roce, la lastimó aún más. — ¡Duele!, ¡Duele!, ¡Duele!. — Gruñó adolorida.
—Es obvio que dolerá si la tocas. Es una lesión profunda y recién hecha, cabeza hueca.—Replicó una voz familiar para Izanami.
La de ojos carmesí levantó su mirada, y allí estaba, entre tanta oscuridad, Kakuzu, quien se veía apoyado en la puerta deslizante de papel gastado, húmedo y sucio, junto con una fuente de agua en sus grandes manos.
—Kakuzu-san... Esta vivo. — Exclamó Izanami, dibujando en aquellos cálidos labios una sonrisa tan grande y esplendorosa como el mismísimo Sol.
—No me ofendas, mocosa. No moriría tan fácil.. — Contestó el ojiverde acercando a ella para luego agachar al frente suyo, con la intención de revisar y limpiar dicha herida.
Izanami notó suturas en el cuerpo masculino. No muchas, sólo unas cuantas de forma vaga por culpa de la luz.
—Debería preocuparse por usted... Esos grandes cortes que tiene en su piel se ven peor que mis heridas... — Susurró en tono burlesco, mientras una muy pequeña carcajada escapaba.
—Muy graciosa.— Contestó frunciendo su ceño. — A ver que te parece esto... — Kakuzu, tras decir tales palabras, desamarró el pedazo de genero y tomó un paño mojado, limpiando la zona lastimada
— ¡Duele! — Quejó la menor casi lanzando su cuerpo al suelo. El dolor del roce la mataba.
—Exageras.— Refunfuñó mientras limpiaba la herida. — Ahora quédate tranquila por un momento, o lo que te haré ahora dolerá mucho más que un simple paño.
Kakuzu tomó el delicado brazo ajeno y del propio salió un grueso hilo de grisáceo color que movía a voluntad, tal y como había pasado cuando Jiongu alojó en su cuerpo, pero esta vez, era utilizado para curar la herida abierta de la menor; aquel hilo penetró la carne tierna de Izanami, haciendo que esta expulsara un leve quejido de dolor.
—Tranquila.— Susurró por lo bajo el ahora renegado, concentrado en su actividad.
En respuesta a lo dicho, la joven empuñó su diminuta mano con fuerzas y apretó su mandíbula, aguantando el suplicio que sentía en aquel momento.
Si bien ella estaba sorprendida por aquel hilo, no preguntó, ni comentó nada del tema, únicamente se dedicó a observar. Una vez listo, y para finalizar, Kakuzu lavó y selló con otro pedazo de género blanco amarrándolo en la zona lastimada.
—Muchas gracias por sus cuidados, Kakuzu-san.— Sonrió amablemente, y su cálida voz agradeció los cuidados proporcionados por aquel hombre.
—Si... Claro. — Respondió únicamente arrugando su ceño al momento de ladear su mirada para evadir el contacto visual.
El mayor alzó su brazo para poder ayudar a la joven levantar, le costaría un mundo levantarse por si sola, algo que podía entender... era cosa de verle tales magulladuras para saber que le habían dados unos buenos golpes, y aún así, Izanami al ver que este se ofrecía para ayudarle, sonrió con suma alegría, haciendo notar que a pesar de sentir dolor, su dicha era aún más grande todavía .
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Hilo Rojo. (KakuzuxOC) {Edit}
Hayran KurguKakuzu, un shinobi oriundo de Takigakure, es encarcelado y humillado por su aldea tras fallar en su misión contra el primer Hokage, Senju Hashirama; lo que crea en el corazón del shinobi un odio violento contra quien el alguna vez consideró su hoga...