Veinticinco años después.
Perséfone sabía que en cada misión estaba la leve posibilidad de morir, aún así, estaba segura de que eso sería difícil, por no decir imposible.
Era una soldado entrenada para saber actuar ante distintas situaciones y ambientes: bosque, ciudades, desiertos. Desde chica había sido expuesta a diversos entrenamientos y cursos especializados. No había un lugar en donde no hubiera practicado. Era una regla básica el pensamiento táctico y la solución de problemas, si no lograbas pensar con rapidez para salvar tu vida, entonces merecías morir en el campo de batalla.
Un soldado no tenía permitido entrar en pánico y huir, porque eso no lo hacía más que un cobarde. Los soldados no huían, sino que se quedaban a pelear aunque las probabilidades estuvieran en su contra.
La hierba alta funciona como un perfecto camuflaje en medio del bosque de Grecia. Me mantengo con el pecho en el suelo, el traje de batalla oscuro que me cubre desde las pintas de los pies hasta el cuello, esta pieza había sido elaborada en los laboratorios del cuartel con telas únicas que permitían la movilidad mientras eran lo suficientemente gruesas para detener una bala.
Los pájaros cantan a nuestro alrededor con agresividad, como si sintieran que algo iba a pasar, el viento también parece presentir que algo va a suceder, porque se mueve con agresividad, las hojas vuelan sobre nosotros y pequeñas nubes de polvo vuelan como si quisieran alejarse lo más rápido posible del área señalada.
Odiaba salir en misiones con mi hermano, porque por mucho que quisiera negarlo, Atlas era mi debilidad, y eso me hacía una mala soldado, aunque pusiera todo de mi para evitarlo. Mi cabeza se enfocaba en lo que debía hacer, pero eso no impedía que una pequeña parte de mi se estuviera preguntando todo el tiempo en dónde demonios estaba mi hermano y si seguía con vida.
Era una tortura y lo odiaba.
Respiro con lentitud y calma. Mi cuerpo está quieto como una piedra. No me permito hacer un movimiento en falso por miedo a que los hombres nos descubran antes de poner en marcha el plan y ocasionen un escenario sangriento.
Tenía que recordar que el propósito no era asesinar a todos, necesitábamos mantener al menos a uno con vida para interrogarlo. Ese era el plan original, el plan A.
Estábamos a punto de volar el campamento de esclavos que tenía Darvlid en el fondo del bosque de Grecia. Los idiotas no se habían dado cuenta de que teníamos algunos días espiándolos y habíamos logrado descifrar su modo de trabajo.
Los esclavos eran traídos en camiones viejos de carga de una cabaña a unos kilómetros de distancia. Eran custodiados por hombres con pasamontañas negros en la cara y armas enormes en sus espaldas, todos eran violentos con los hombres y mujeres, los empujaban cuando sus pies no aguantaban más el camino, los golpeaban con la culata del arma cuando dormitaban en sus lugares de trabajo y las mujeres eran constantemente acosadas y toqueteadas por ellos. Eran unas bestias. Los mantenían en áreas de trabajo al aire libre, en caso de que la pólvora explotara al momento de armar los pequeños proyectiles. Se les daba dos veces de comer en el día; por la mañana; un pedazo de pan duro y medio litro de agua, y al anochecer; alguna fruta medio podrida y otro medio litro de agua. Cuando la luz ya no les permitía seguir trabajando los transportaban de regreso a las cabañas.
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DEIDADES ASESINAS: PERSÉFONE
FantascienzaDicen que, en el amor y la guerra, todo se vale. Para Perséfone solo existe la guerra y hará todo lo posible por ganarla. Obra protegida por derechos de autor, se prohíbe su copia, adaptación o distribución sin la autorización del autor. Contiene si...