La Pacifica

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Ninguna persona jamás había visto algo tan hermoso ni tan pacífico como la Isla Pacífica.

Nunca fue marcada en ningún mapa, ya que ningunas de las personas que llegaron allí quisieron irse.

Una de cada diez embarcaciones que salían de los puertos Europeos nunca volvían. Eso llevó a que varios capitanes y exploradores zarparan al mar para resolver el caso de esas naves perdidas. Pero ellos tampoco volvieron.

Pero ninguno de los desaparecidos realmente lo estaba, solamente habían encontrado el lugar perfecto para vivir.

Pasaron los años y cada vez eran más los desaparecidos en alta mar. Así que los reyes de Europa crearon una expedición llamada “El último navegar” llamada así por la ilusión de que al menos encontraran los restos de los barcos desaparecidos.

Barcos Españoles, Franceses, Ingleses, Portugueses, Italianos y de muchas más nacionalidades zarparon desde el puerto de Cádiz con rumbo al Oeste.
En total zarparon cien barcos.

Pasaron las semanas, meses, años, décadas. “Los mares ya no son seguros” decía la iglesia, prohibiendo así la navegación marítima. Obligando a los reinos cristianos a comerciar solamente por tierra, lo que dificultó el desarrollo de la zona durante siglos.

Mientras tanto. La isla Pacífica, gracias a la llegada de todas esas personas, se desarrolló aceleradamente. Tan rápido que medio siglo después, mientras Europa pasaba por una de sus crisis más grandes, la isla Pacífica inauguraba su primera central nuclear de energía.

Rápidamente, sus árboles comenzaron a morir, las aves comenzaron a emigrar y las personas comenzaron a enfermar.

A continuación…

Cinco minutos antes del…

—Mucha suerte en tu primer día de trabajo, mi vida —Le dice una mujer a su marido mientras le da un beso en la mejilla.

—Gracias, linda —Le devolvió el beso.

Cuatro minutos antes del…

—!Feliz comienzo de clase hija! —Dijo un padre feliz mientras le saca una fotografía a su hija con una cámara.

Tres minutos antes del…

Dos hombres hacen el amor en la parte trasera de un vehículo cerca de un bosque.

Dos minutos antes del…

Un hombre entra a una sala llena de computadoras apegadas que se encienden cuando el hombre presiona un botón rojo.

Detrás de él, dos hombres entran despacio, curioseando cada botón con la vista.

—Bienvenidos a su área de trabajo, muchachos —Dijo el primero hombre —Desde aquí controlarán todo el sistema de control de la central. Solamente deben presionar ese botón dentro de un minuto.

Cerca de la central, a tan solo cuatrocientos metros. El primer colegio de niños científicos abría sus puertas.

Una niña jugaba con una amiga suya mientras su padre charlaba con una profesora.

—Espero que este colegio sea el lugar correcto para mi hija —Dijo el padre con cierto tono de nerviosismo.

—No se preocupe, señor. Este sitio es perfecto para todos los niños que sueñan en ser grandes científicos en el futuro.

—Claro, eso espero. ¿Cuánto falta para que el colegio se abra?

—No se impaciente hombre —La maestra lanzó una risa y luego vio su reloj —Faltan solo treinta segundos.

A las afueras del recinto que rodeaba a la central, al colegio y otras edificaciones. En un vehículo de color verde, en su parte trasera. Dos hombres acalorado se besuqueaban y toqueteaban, a pesar de que uno de ellos parecía apurado.

—Tod, por favor. Estoy llegando tarde al… —El otro hombre lo empujó contra el asiento trasero, le desgarro la camisa y comenzó a besarlo de boca a pecho.

—Ya sé… —Dijo mientras, se sentaba sobre su amante y tomaba su rostro —. Tu trabajo es más importante que yo ¿No es así? ¿O acaso hay otro al que amas más que a mí?

—No es así mi amor. Tú eres el único. Pero no puedo llegar tarde mi primer día de trabajo. Además, mira el reloj. Faltan solo diez segundos para que entre.

Entonces, desde la sala de control. El hombre, que había despedido a su mujer en la entrada de la central hace cuatro minutos con cincuenta segundo, se acercó a paso lento hacia un botón rojo que estaba protegido por una caja de plástico trasparente. Levantó la caja y esperó a que su compañero que miraba su reloj diera la orden.

—¡Ya!

Las puertas del colegio se abrieron, los niños corrieron despavoridamente hacia sus aulas. Los dos amantes terminaron su acto con una discusión.
Y la última flor de la Isla Pacífica creció.

Los antiguos pergaminos Europeos cuentan como, desde las costas portuguesas se vio una gran nube blanca en forma de hongo.

Cien años después, la iglesia volvió a permitir la libre navegación.

—¡Allí está! —Grito un hombre desde la cofa de un barco —!La isla perdida!

—La isla de la muerte le diría yo —Dijo el capitán del barco mientras veía con horror esa isla usando su catalejo



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