Un trabajo engañoso

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—Hmp —fue el sonido de molestia que salió de la boca del chico, parado en frente de las puertas del instituto Konoha, con sus grandes iniciales en amarillo y verde. Técnicamente debería estar en esos momentos en clase, pero qué más daba, sabía que al cruzar esas puertas se iba a encontrar con muchos problemas y cosas que no quería enfrentar.

Aunque, lamentablemente ya era muy tarde para volver sobre sus pasos, más, teniendo en cuenta que varios de los alumnos lo habían visto llegar y sus padres sabían que hoy había asistido a clase.

Sonó el timbre y soltando un suspiro se decidió al fin por ingresar al edificio.

Adentro, recibió al instante murmullos a su alrededor seguidos por miradas para nada disimuladas que le mandaban las chicas del lugar. Sí, por si aún tenían dudas: esa era la primera razón por la cual no quería entrar.

Las mujeres son una molestia... Pensó, sorprendiéndose al instante de lo parecido del comentario con el Nara de su clase de historia.

Suspiró de nuevo, a este ritmo quedaría desinflado. Comenzó a caminar por los largos pasillos del lugar mientras acomodaba un poco las mangas de su camisa blanca, parte del reglamentario uniforme. Al acomodarse el cabello, pudo oír otra serie de gritos y chillidos molestos en grandes cantidades.

—Tsk —chasqueó su lengua y miró al suelo con rabia. El problema número uno de su lista siempre era una molestia.

Oh, ya era la segunda vez que usaba ese adjetivo.

—¡Hey idiota! —Y señoras y señores, ahí estaba el tercer problema de su lista, claro, luego de las clases de anatomía con Orochimaru. Esas eran muy escalofriantes.

Aunque volviendo al tema, ya admitía que se preguntaba cuándo iba a aparecer ese problema en su día.

Sin dejar de caminar ignoró el llamado, que seguido de insultos y gritos se acercó corriendo a él.

—¡Detente! Por dios, ¿es que la edad ya te afecta tanto, ancianito? —le preguntó molesta y plantando se en frente de él.

Él la vio molesto antes de chasquear la lengua.

—¿Tan temprano y molestando? —preguntó con ladilla. Bajó un poco la mirada y la vio postrada con los brazos en su cintura y un ceño fruncido en su rosto. Con su suéter negro y el cabello rosado se le hacía inconfundible de cualquiera.

Sakura gruñó y oyó entre dientes un mierda.

Lo miró. A él siempre le sorprendía lo verde de sus ojos. Eran hermosos y le calmaba verlos de frente. Tal vez por eso siempre se tomaba la molestia de verla a la cara cuando hablaban.

—Escúchame bien Uchiha, —le dijo, ignorando de los pensamientos que él tenía sobre sus ojos—. El trabajo de biología es para mañana y no voy a reprobar por culpa tuya, me vale mierda que no hagas tu parte pero por lo mínimo dame un sitio con internet donde investigar los puntos que en mi casa no hay nada de calma —alegó frunciendo cada vez más el ceño a cada palabra.

Sasuke volvió a suspirar, ¿cuántos iban? ¿Tres, cuatro?

Sakura zapateó el suelo cuando no le contestó y Sasuke bufó por lo ruidosa que era.

Esa chica lo mofaba a niveles inalcanzables.

—A las tres en mi casa. —Sin esperar respuesta siguió caminando dejándola con la boca abierta en medio del pasillo. Mentalmente y entre muecas-sonrisas contó por la explosión.

3, 2, 1...

—¿¡Quién te dio el derecho de mandarme!?

Una media sonrisa se formó en su rostro. Había que ver cuánto deseaba tener el derecho de mandarle para que le hiciese caso, tal vez no siempre, porque si no perdería el interés. Al fin de cuentas, de todo su círculo de conocidos ella era la única que se atrevía a contradecirlo y sacarle enojo, y aunque no lo demostrase, agradecía internamente esa pequeña molestia en su vida a diario.

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