3. El pirata del sombrero de paja

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Se quedó un rato en la mesa, pensativa, mientras mordisqueaba unas galletas. Había conocido a su prometido, y desde luego no había sido para nada como ella lo esperaba. Todo esto parecía demasiado perfecto como para que pudiese salir bien, sin víctimas, ni muertes.

¿Además, qué razones tenía ese príncipe para ser tan amable con ella?

«Ah, claro, luego me pedirá que me acueste con él, si es que los hombres piensan con el paquete... » Frunció el ceño y resopló. Quizá no era tan malo que lo matasen.

«(Tn), ese chico parecía algo más que un simple pervertido. ¿No has mirado sus ojos? No había una pizca de malas intenciones en ellos» Una vocecilla le habló dentro de su cabeza.

Volvió a suspirar. Tenía la cabeza hecha un lío. Sin embargo, si de verdad quería que todo ese plan poco probable saliese bien, necesitaba hacer un esfuerzo. Era ella quien tenía que sacarlos de allí, ya que Sanji y sus compañeros no conocían el archipiélago. Y ella tampoco es que lo conociese bien del todo. Hundió los codos en la mesa, apoyando su frente en las palmas de sus manos y mirando fijamente el patrón del mantel.

¿Por qué había sido tan estúpida? ¿Por qué había propuesto ese imposible trato? Su madre los pillaría a todos, y probablemente acabarían muertos. Pero, por intentarlo no pasaba nada. Incluso si ella terminaba muerta, al menos lo había hecho intentando salir de ese agujero en el que estaba, y de todas formas, moriría tarde o temprano por su maldición. No tenía mucho que perder.

Y hablando de su maldición, solo hacía toda esta situación más complicada. ¿Qué iba a hacer? ¿Se lo diría a Sanji? ¿Y sí huía de ahí, despavorido, como los demás? No, definitivamente lo mantendría en secreto. Ya se enteraría más tarde, si es que conseguían salir de ahí. Sabía perfectamente que él no rompería su maldición. Ningún hombre lo haría.

Esto se empezaba a sentir como si estuviese frente a un tablero de ajedrez, con las piezas esperando a que las moviesen, y con su madre frente a ella pensando en como mover sus propias piezas. ¿O quizás era ella también una pieza del tablero de su madre? En cualquier caso, ganaría la partida.

Determinada, se levantó y fue a su cuarto. Se calzó unos zapatos con un poco de alza y cruzó una bandolera sobre su pecho.

—¡Rabiyan! —llamó a la alfombra mágica, que salió del cuarto enseguida.

—¡Buenos días, (Tn)-sama! —Saludó la alfombra alegremente con una voz aguda.

—Vamos a dar un paseo. Me apetece tomar el aire.

—¡(Tn)-sama! ¿Se encuentra bien? Hace mucho que no sale. —la alfombra estaba sorprendida por la petición de su ama.

—No hagas preguntas y obedece —dijo la joven mientras se montaba. Rabiyan también sabía su secreto, pero no le importaba demasiado, al fin y al cabo era un objeto con el alma de su madre.

—S-sí, (Tn)-sama —lentamente, la alfombra comenzó a elevarse sobre el suelo.

Salió del castillo volando a toda velocidad, y comenzaron a sobrevolar la capital. (Tn) estaba maravillada por como todo se veía tan pequeño desde esa altura. El viento azotaba su cara y su pelo, y comenzó a sentirse mejor. Salieron de la capital, ahora solo veía mar bajo sus pies. 

Totto land era un archipiélago plagado de islas, 34, concretamente. En el mar que las rodeaba, había muchísimos tartes, pequeños buques de guerra que componían la mayor parte de la flota de la emperatriz y que se encargaban tanto de hacer de puesto de vigilancia como de explorar todo el archipiélago. A esto se le sumaban las babosas territoriales, que avisaban a la emperatriz en caso de que un barco entrase o saliese de su territorio. A su madre no se le escapaba nada.

El corazón de un monstruo (Sanji x Lectora) [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora