Capítulo 2Acostumbrándome a este lugar.

10 0 0
                                    


¡Miaaa, despierta que tenemos muchas cosas que hacer! -dice mi madre canturreando.


Voy -murmuro abriendo los ojos; la luz del día resplandece a través de mi ventana y me veo obligada a gruñir.


Venga, que un poco de alegría por la mañana nunca viene mal - me dice mi padre contestando a mi gruñido, apoyado en el marco de la puerta.


¡Madre mía!, que padres más pesados que tengo, supongo que lo hacen por mi bien. Si no descargo la mayoría de las cosas, se me acumulará la faena hasta morir. Así que me pongo en pie, me visto con una ropa cómoda, me aseo y estoy lista para subir y bajar trastos. Miro la hora antes de comenzar a mover y ordenar cosas, y son las 9:00 ¡DE LA MAÑANA! No me lo puedo creer: ¡un día de verano levantándome a estas horas! Soy de las típicas personas que se despiertan a las 11:00 con ganas de seguir durmiendo, aunque me esté meando.

Tu misma, Mía, si no estás con todo listo a las 11:30, nos vamos a dar una vuelta sin ti -dice mamá.


Me está poniendo de los nervios, ni siquiera he desayunado, bueno lo dejaré para luego.

Voy voy - anuncio para que me dejen en paz.


Así que eso hice, empecé a sacar cosas del coche y escaleras arriba- escaleras abajo, la verdad es que es un trabajo muy cansino, pero cada vez mola más mi habitación y no me puedo resistir a coger cada vez más y más cosas del coche sin parar, y he conseguido seguramente el récord del mundo. He preparado toda mi habitación en dos horas, y tengo el tiempo suficiente, como para ducharme porque estoy sudando como un pollo a l'ast, y arreglarme para ir a ver el pueblo en el que voy a vivir próximamente.

Chicos, he acabado, me voy a dar una ducha fresquita.- digo chillando para que mis padres lo puedan oír desde donde estén.


Vale, pero rapidita que nos conocemos -mi madre siempre metiendo prisa, ¿cómo no?


Sí, tú tranquila, voy a ir más rápida que en toda mi vida.

Cuando he acabado de pronunciar esas palabras doy un portazo para que entiendan que me he metido en el baño y no se les ocurra molestar.

Una vez salida de la ducha y preparada espero alrededor de cinco minutos a mis padres. Cuando los tres salimos de casa y comenzamos a caminar hay un gran silencio porque nos ponemos a apreciar el pueblo y cada detalle, nos hemos cruzado con un par de personas desconocidas: un chaval de treinta años que nos ha saludado, (la verdad ha sido un poco extraño porque no le conocíamos de nada), y lo más raro y tierno a la vez ha sido una pareja de ancianos que nos han preguntado si éramos nuevos y hemos intercambiado unas palabras sobre el pueblo. Nos hemos ido, la gente aquí es muy maja, los ancianos, Pedro y Mari, nos han dicho que había un bar muy movido a unos metros a la derecha cerca de la playa, así que ahora vamos hacia allí.

Que gente más amable hay por aquí- dice mi padre con una sonrisa en la cara.


Sí, la verdad es que es muy diferente que en la ciudad, quizás tampoco esté tan mal- admito.


La verdad es que les estuve suplicando durante mucho tiempo sobre que este destino era bastante raro como para vivir, así que supongo que se han alegrado al oír eso.

Un inocente errorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora