Hange

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Mi cuerpo me duele y pierde sus fuerzas, estoy cansada. Cierro mis ojos, pero aun así no logro dormir... no puedo dejar de pensar que mañana el destino de muchas personas dependerá de nosotros; mi idealismo cobarde hizo que Eren tomara esta decisión, no quiero que nadie muera por mi culpa, pero aun así pido a mis subordinados que peleen por hacer lo correcto ¿pero acaso yo hice lo correcto como para poder impartir ejemplo?...

Yelena mencionó que sólo nos estamos entregando al sentimentalismo romántico de salvar al mundo, que nuestros actos e intenciones carecen de propósito verdadero. Que sólo está motivado por simple egoísmo.

Se equivoca, de eso estoy segura.

De verdad creo que esta no es la respuesta. Aunque Eren logre arrancar el odio del mundo a Paradise y salvarnos de la extinción, nunca justificaré una masacre. Entiendo las razones, todo lo entiendo, pero aun así digo no.

Conozco a estos chicos, Armin, Mikasa, Jean, Connie... son los que quedan de la Legión, tan jóvenes, ¿cómo puedo pedirles que entreguen sus corazones por gente que nos llama demonios?

La noche avanza lenta, el cantar de los grillos y los lejanos aullidos de lobos armonizan la velada; la brisa fría se cuela en mis huesos, no, es inútil, no puedo dormir. Lentamente me incorporo, los veo a todos descansar, aunque en sus rostros aún se dibuja el desasosiego de mañana. Yo los traje aquí, yo orillé a todos a esto.

Inevitablemente veo el cielo a través del techo tupido de las copas de los árboles, al cerrar mis ojos siento a mis camaradas, están a mis espaldas, observándome, ¿qué pensarán de todo esto? ¿están inconformes conmigo? desearía poder escucharlos. Desearía poder escucharte, Erwin.

Dime, Erwin, ¿cómo podías soportar esta carga? Me siento desorientada, nunca pensé ni quise tenerla. Explícame cómo puedo mirar a los ojos de mis hombres y pedirles que entreguen sus corazones sin yo haberlo hecho primero.

¿Por qué me elegiste comandante? Aún tengo dudas sobre tu elección, lamento haberte decepcionado. No pude lidiar contra los Jeageristas, ni con Marley ni Eren. Perdóname. Espero al menos quieras escuchar mi historia.

Busco mis lentes entre el pequeño equipaje que llevo para un viaje tan grande. Más allá de mí duerme Armin y, junto a él, Mikasa. Son tan jóvenes, tan unidos. Hubo un momento en el que creí que nada los separaría. Cuan rápido pasa el tiempo, se nos escapa como la arena entre los dedos. Eren cambió ante mis ojos y no pude verlo. Ahora, para corregir mi error, envío a sus amigos a, en el mejor de los casos, detener a Eren, en el peor... no, no quiero pensarlo. ¿Cuál de los dos tendrá que... hacerlo?

¿Tu también los recuerdas, Erwin? Esos niños que, en medio de la tormenta, en medio de todo, siempre estaban ahí, juntos. Han cambiado tantas cosas, Erwin: Los titanes puros no existen, la Legión está casi extinta y la humanidad misma está en peligro por aquel que llamábamos su salvador. Cuan rápido pasa el tiempo.

Decido caminar, necesito despejarme, tantos pensamientos van y vienen como flechas en un asedio, clavándose en mí cual estacas en el alma. A un costado, muy cerca de donde preparé el estofado, descansan Jean y Connie, ¡maldición! No puedo evitar al verlos pensar que ahí falta alguien, así como tampoco el nudo en mi garganta al recordar el por qué. También la extraño.

Del otro lado de nosotros, está el grupo de Marley.

¿Hasta dónde hemos llegado? ¿Ahora le pedimos a dos niños que peleen con nosotros? Supuestamente somos demonios, pero nosotros nunca obligamos a infantes a ir a los horrores de la guerra, Marley sí. Somos aliados por nuestro interés de que Eren no destruya el mundo, fuera de eso, si tuviera que luchar contra ellos por nuestro propio derecho a vivir, lo haría, esta vez sin titubeos. Ellos son tan demonios como cualquiera que desee ser soldado y vaya a la batalla.

Entrega tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora