2) Patines.

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—Gracias —retomamos nuestras andanzas.

—¿Y tus amigas? —no me contuve de preguntar aquello, porque ella se salió del evangelio y dejó de hablarnos por sus nuevas amistades—. ¿Por qué no te fuiste con ellas como de costumbre? —mi pregunta la tomó por sorpresa.

—Bueno, supongo que no lo eran en realidad —torció sus labios.

—¿Y nosotros si? —interrogue sin importancia. Ella siempre fue considerada una amiga de mi parte, aunque yo no para ella y me siento impotente de que solo venga a nosotros por falta de amistades—. No quiero una amistad mendiga y mucho menos hipócrita.

—Esther.. —me llamó Esdras, y me di cuenta de lo que dije y me corregí.

—Lo siento, no fue mi intención hacerte sentir mal.

—No, tranquila. Tienes todo el derecho —sonrió con amargura—. Supongo que por mi comportamiento perdí amistades de verdad —retomó su camino a pasos rápidos y yo me quedé en shock.

—¿No fuiste muy dura?

—Sabes que soy muy directa con lo que pienso.

Me puse a jugar con mis dedos mientras caminamos, no quería hacerla sentir mal, pero los acontecimientos pasados me pone un poco enojada y no me controlo del todo.

—Si no tiene amigos le daremos dos y seremos sinceros con ella, aunque ella no lo sea. Ahora debes de disculparte con ella —lo mire ofendida—. Empezando por invitarla a la salida de hoy y pedirle perdón.

Caminó como si fuese su última palabra, ¿Que más das? debo de asumir mis consecuencias de hacerla sentir pésima. Patalee y le seguí el paso.

🩸🩸🩸

—¡Est, nena, Esdras esta aquí! —voceo mi madre desde la sala.

—¡Dile que suba! —vocee en respuesta tirándome de una a buscar mis patines.

Él subió los escalones corriendo, abrió la puerta de mi habitación y se quedó en shock fingido.

—Que.. ¡Que desorden, Bob! —me dio una sonrisa burlona. Le tiré un zapato que esquivo.

—Callate, no tuve tiempo.

—Amja, Esther, nos conocemos mija, Nos conocemos —mis mejillas se pusieron rojas.

—¡Te dije que te calles!

Encontré mis patines negros, mis rodilleras y  coderas. Fui hacía mi espejo, me di un último vistazo y me di el visto bueno.

Llevo dos Trenzas con piojitos rojos y blancos en todo el cabello, una falda estilo pantalón (de esas que son falda alante y detrás pantalón, en fin) color blanca y una blusa ajustada mangas normales en cuadros rojos y blancos.

—¡Lista! Vamos —tome mis patines nuevamente y baje a la sala, me puse mis rodilleras y demás.

—¿Nos iremos en patines desde aquí? —indagó al ver que tengo pensado ponermelos.

—Claro.

—Oh.

Él también se puso los de él que son color azul oscuro con puntitos, recreando la galaxia, muy cool.

—Nos vamos, mah —besé su frente y le di una sonrisa.

—Cuidense, y no lleguen tarde —me correspondió la sonrisa—. Y por nada del mundo, crucen al otro lado del Bronx —demandó recta y nosotros asentimos euforicamente. Mi madre nunca me ha permitido eso y no entiendo porque, aunque puedes ser entendible por la fama del lado sur del Bronx—. Bien. Nos vemos en la noche —nos beso la frente a los dos.

—A que no me tomas el ritmo —me dio una sonrisa de superioridad y salió a misil, yo lo mire ofendida y le caí atras.

—¡Eso es trampa, Esdras! —vocifere entres risas. Estar con él me ayuda a despejar mi mente un poco, solo un poco.

—¡¿Que dijiste?! ¡Es que no te escuché! —me saco la lengua y cambio de ruta, lo mire raro.

—¿A donde vamos? —pregunté una vez estuve cerca de él.

—Tienes que hacer algo, ¿Recuerdas? —entró por un callejón, entonces se me prendió el bombillo.

—¿Ella vive por aquí, ahora?

—Si, es un poco.. contradictorio, pero en fin.

Después del callejón entramos a una calle que da al lado de atrás de nuestro barrio, es el mismo solo que lado atrás. Esdras frenó frente a una puerta color marrón y me empujó levemente hacía adelante, tragué en seco y toque la puerta, después de unos segundos ella abrió la puerta.

—Hola —le di una sonrisa apenada—. Perdón por lo de horita. Así que me preguntaba si quieres ir con nosotros a patinar, ya sabes.. —hice señas con las manos y señalé a Esdras. Solíamos hacerlo desde chicos, los tres.

—¿En serio, puedo? —hay ilusión en sus ojos y me siento mal por lo de esta mañana.

—Claro, tomalo como una disculpa informal —le di una sonrisa genuina.

—Ok.

Me devolvió la sonrisa y miró a Esdras, quién la miró sin una pizca de felicidad para entrar a su casa nuevamente.

—¿Por qué cuando estás al frente de ella actúas así? —parpadeó varias veces.

—No lo se, supongo que por lo que nos hizo —se sentó en los escaloncitos de la entrada.

—No será que te gustaba cuando se alejó de nosotros —su rostro se volvió rojo y se aclaró la garganta.

—¿Por qué supones eso?

—Se como la veías de niños, siempre la admirabas y tal parecer que tu admiración por ella nunca se fue.

—Lista —él iba a decir algo, pero la voz de Elena lo silenció.

—Vamos entonces.

Retomamos nuestro camino hacia el parque, el cual es un parque juvenil donde solo van los jóvenes a disfrutar de sus talentos a escondidas de sus padres. Muchos vienen aquí para tener libertad, aunque en nuestro caso no es así.

Hay chicos cantando y bailando hip hop, también hay pista de skate, un lugar donde se baila, otro donde se come, otro donde hay chicos con sus novias y viceversa (amor prohibido le llaman) y un sinnúmero de cosas.

Es el mundo de la libertad de aquellos jóvenes; sin embargo, no puedo decir lo mismo de nosotros que solo venimos aquí para gozar de lo grande del lugar solamente.

—Wao, nunca pensé que esté lugar cambiaría tanto en un año —se sorprendió Elena.

Solíamos venir los tres aquí, pero cuando se alejó de nosotros lo seguía haciendo, pero tiempo después ella lo dejó.

—Nueva generación le llaman —nos echamos a reír.

—¿Puedo hablar contigo a solas? —miró a Esdras disimuladamente y este se fue entre resoplos.

—Claro, ¿Que sucede? —nos sentamos en una banca.

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Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas.

Santiago 2:1.
🙏🏼✨💜

IDEALES CORROMPIDOS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora