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Un adorable Pedri de 8 años y un pequeño Pablo de 6, jugaban a la pelota en el patio de recreo de su primaria.

—Pepi, no quiero jugar más, estoy cansadito —dijo Pablo pasando su pequeña manito por su frente.

Pedri al escuchar esto, corrió hacia dónde había dejado la botella de agua que llevaba a todas partes cuando salía con Pablo, porque su lindo amigo parecía siempre tener sed.

Pablo por su parte, no dudó en aceptar la botella para luego beber de ella como si su vida dependiera de ello.

—Gavi, eres débil, sólo jugamos un ratito —Se quejó Pedri, sentándose en el pasto al lado de su amigo.

—Pero para mí ya es demasiado, además, hace mucho sol, ya estoy rojito.

Pedri sonrió ante lo dicho, era cierto que parecía un tomatito.

—Bueno, entonces nos quedaremos aquí hasta que acabe el recreo ¿Te parece bien? —Pablo asintió y al segundo se arrepintió.

—Pero puedo quedarme yo solo, tú puedes ir a jugar con los demás.

—No, me quedaré haciéndote compañía, no quiero dejarte sólito.

Pablo sabía que Pedri se quedaría junto a él sin importar cuanto insistiera en que jugará con otros niños, así que solo asintió.

—Pepi, ¿crees que algún día llegaré a ser tan bueno como tú jugando a la pelota?

—Yo creo que serás mucho mejor que yo, peque.

—¡Pepi! No me digas peque, ya soy un niño grande.

—No, no lo eres —se burló Pedri—, si lo fueras, no tendría que cuidarte tanto.

—Me cuidas porque soy lindo, no porque sea pequeñito.

Cuando Pablo hacía pataletas solía abultar sus mejillas y hacer puchero, y cada vez que eso ocurría, Pedri sentía como su corazón latía mucho más rápido.

—Pero no me molesta Pepi, yo también pienso que eres muy lindo —dijo el más pequeño riendo—, y te quiero mucho, es imposible enfadarme contigo.

Pedri, antes de responder recordó cuando preguntó a su madre, sobre porqué besaba a su padre en los labios y esta contestó «eso hacen las personas que se quieren mucho».

Él quería mucho a Pablo, así que dejó un pequeño besito en sus labios, no fue más que un roce inocente que tardó pocos segundos, pero le hizo sentir maripositas en su pancita.

—¿Por qué me diste un besito como los que se dan los mayores? —preguntó extrañado Pablo.

—Mami dice que eso hacen las personas que se quieren mucho.

—Pero ellos están casados, por eso viven juntos y se dan besitos. ¿A ti te gustaría casarte conmigo, Pepi? A mí si me gustaría casarme contigo, siempre me dices cosas bonitas y me cuidas como papá a mamá.

—A mí también me gustaría casarme —dijo Pedri dejando caricias en el cabello del más pequeño-. Cuando seamos grandes nos casaremos y viviremos juntos.

—Aún falta mucho para que podamos hacerlo, pero yo quiero más besitos.

Y así fue, Pedri le dio un par de besitos más, antes de acompañarlo a su salón de clases, y otro cuando fue a buscarlo para llevarlo a su casa.

drabbles ★ gadriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora