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[ 1 ] new message

—Haerin, uhm, probablemente me regañes cuando llegue a casa. Conozco todo el sacrificio que hiciste para poder llevarme a ver aquella película esta noche, lo lamento tanto cariño. El tráfico de hoy no es normal, ahora mismo estoy tomando el metro pero hay gente por todas partes y es imposible caminar... Llegaré tal vez en una hora, y te prometo que compensaré todo esto, más que nada porque sé lo mucho que me amas —Haerin siempre reía ante esa parte del mensaje, sabía muy bien que la mayor solo había dicho eso para molestarla. —. Bueno, creo que eso es todo, no olvides que te amo. Oh y por cierto, recuerda darle a Minki su premio de hoy, se supone que tenia que habérselo dado ya hace una hora y... —en realidad, era demasiado irónico que su parte favorita del mensaje se encontrara antes de aquella que destrozaba su alma, y que nunca podía escuchar completa. Nunca.

Haerin pausó rápidamente el mensaje de voz, era simplemente uno de aquellos días en los que necesitaba escuchar la voz de su ex-novia, pero la verdad, no resultaba muy sano.

Aunque había pasado ya más de un año de aquella situación en los vagones, Haerin se aferraba a la idea de que Danielle no podía haberse ido. Se aferraba a mantener sus pensamientos invadidos en la realidad perfecta, en donde ese accidente no afectó a su novia.

Sólo había escuchado una vez aquel mensaje de voz completo, y también fue esa la última vez que la vio sonriendo.

Su psicóloga le decía que tenía que dejarlo ir, que su duelo jamás terminaría si no dejaba descansar a la australiana en paz, pero normalmente lo que decía su terapeuta, para Haerin eran puras tonterías. Tanto así que seguía pagando el plan telefónico de la mayor solo para escuchar los mensajes y buzones de voz una y otra vez.

—Haerin, deberíamos salir a tomar un poco de sol —la voz de la Dra. Minji sonó por la puerta de su habitación, y rápido la de mirada felina la deslumbró, con ese cabello largo, aquella bata blanca y esa pluma que guardaba siempre en su bolso derecho. Cuando la otra también pudo observarla completamente, extendió su mano hacia la menor.

Haerin frunció las cejas ante aquella acción.

—¿Recuerdas la sesión pasada? —claro, lo recordaba perfecto, pero no lo veía adecuado —. Disminuimos el tiempo de uso a una hora, lo sabes.

Haerin no quería devolvérselo, no había sido suficiente, nunca lo era.

—Es por tu bien —por más que quisiese quedarse con el celular, se lo tendió de mala gana mientras se ponía de pie al lado de la cama para la inspección de las tres. Cuando lo hizo, la mujer frente a ella miró la tabla en sus manos y a los pocos segundos, otro doctor apareció por la puerta algo apresurado.

—Kang Haerin, veintidós años —Haerin pensó qué tal vez se trataba de un nuevo interno en el hospital, que a su vista se miraba algo tonto. —. A lo largo de estos meses existieron indicios de trastorno depresivo mayor. La paciente ha avanzado periódicamente en terapias y medicamentos, por lo que por ahora se mantiene como un trastorno depresivo persistente —Haerin se mantuvo de pie escuchando lo que sus oídos conocían ya desde hace tiempo, esperando a que el chico terminase de una vez —. Se han presentado ataques de ansiedad y pánico en situaciones que involucran aglomeraciones, por lo que se sostiene como un caso activo de Trastorno por Estrés Postraumático —dio vuelta a la hoja algo nervioso por las miradas de su jefa y paciente mirándolo fijamente, en especial Haerin —. Durante estos últimos meses la paciente ha mostrado síntomas de trastorno esquizofreneiforme, pero su diagnóstico sobre eso aún se mantiene en observación.

Un suspiro pesado salió de Haerin, indicando su cansancio a escuchar su estado mental deteriorarse día a día, según lo que escuchaba.

—Gracias, Jay —la doctora la miró mientras le tendía el celular de Haerin al interno —. Llévalo a la oficina de objetos por favor y dile a la enfermera Heejin que realice la inspección.

Ante la orden de la psiquiatra, la menor no podía estar menos de acuerdo, no en eso.

—¿Dejarás mi celular con ese chico? —replicó rápidamente. — ¿que pasará si lo pierde, o si lo rompe?

—Hae, Jay es buen chico, te aseguro que tu teléfono estará a salvo. Solo son diez metros hasta...

—NO —exigió. —. Sabes que de eso depende mi vida, así que no me arriesgaré a que un interno lo tenga en sus manos. —Haerin intentó arrebatárselo al joven, pero la más alta se interpuso entre ambos.

—Kang, has estado avanzado bastante. No retrocedas tu proceso por esto, respira hondo —la menor se calmó unos segundos, para después comenzar a llorar. —. Sé que estás molesta, no lo ocultes; expúlsalo, llora, pero recuerda que eso no debe derrumbarte.

El joven se retiró para acatar la orden rápidamente, mientras Minji dosificaba las pastillas en pequeños vasos para la joven.

—Ten —se acercó tendiéndole ambos vasos —, 50 mg de duloxetina, 15 mg de vortioxetina y 2 mg de lorazepam —tomó aquella pluma de su bolsillo y anotó varias cosas en su tabla de rondas. —. Después de eso debes salir al patio, aunque no quieras.

Terminó de usar el bolígrafo y lo dejó donde antes, dejando la habitación otorgándole una sonrisa.

[•••]

El día era bello, pero bello era subjetivo. Aunque el día fuese el más claro, el viento el más fresco y el pasto el más verde, no significaba que fuera agradable.

Ante la notoria ausencia de compañía y la ropa para nada atractiva que debía usar, Haerin no encontraba agradable ni siquiera el armonioso canto de los pájaros ¿dónde rayos estaba ella?

—Lindo día ¿no? —la voz repentina la hizo saltar, pero la animó cuando la reconoció.

—Ahora que estás aquí lo es —buscándola con la mirada, logró visualizarla, sentada en la rama del árbol que se encontraba a pocos pasos de ella. —. Baja de ahí, me dolerá el cuello.

—Como siempre, una aguafiestas —la mayor bajó del árbol ágilmente y se posicionó justo
enfrente de Kang, dejando un poco de distancia entre ellas.

—Yo le llamo ser cuidadosa —intentó tomar su mano, como siempre, pero la otra se apartó rápidamente haciéndola fallar por milésima vez.

—¿Es por eso que hiciste una escena allá adentro? —se burló, pero con buenas intenciones. —. En realidad crees que ese teléfono me mantiene aquí...

—Es distinto...

—Deberías dejar descansar a los internos un poco, se ven cansados y solo les hace falta un poco de práctica. —Haerin veía como se alejaba un poco para ver las flores del jardín de cerca.

—Escuchar tu voz de vez en cuando no está mal —alzó los hombros mientras se sentaba en el pasto, mirando como su novia tocaba las flores con delicadeza. —. Ni siquiera me dejan tener fotos tuyas.

—Pero aquí me tienes —se señaló a si misma, mirándola a los ojos — ¿Por qué querrías una foto cuando me tienes aquí?

—Porque no eres real. —el silencio repentino fue ruidoso, en un abrir y cerrar de ojos la mayor desapareció de su campo de vista y Haerin no podía estar más arrepentida de sus palabras.

El cielo gris, el pasto húmedo, su tonta ropa blanca llena de lodo. Lo bello subjetivo se había convertido en desastre total.

—Idiota, idiota —cerró los ojos con fuerza —. Lo lamento, yo no...

El mismo interno que vio hace unos momentos, llegó corriendo hasta la menor, con una sombrilla y una toalla seca.

—No quería decir eso...

Delirium | DaeRin |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora