Delirium | DaeRin |

09

TW: trastornos alimenticios y condiciones mentales.
Todo en esta historia es ficticio.

Morality

La de flequillo la saludaba con entusiasmo saltando junto a una de las banquitas de madera que se encontraban al lado del edificio. Esas bancas le recordaban lo depresivo que era el lugar, pero a su vez le mostraban en parte la realidad del mundo, de donde estaba.

El edificio se encontraba encima de una colina, lo que hacía posible ver desde el patio el panorama completo de la ciudad, estaba distante, claro; pero por lo menos deslumbrar los edificios junto con pequeños puntitos que Hae a veces imaginaba eran personalidades diferentes, la hacía no caer completamente en el vacío. Aunque en realidad, desde que se enteró de la ubicación de la clínica, sabía que eso no iba a ir para nada bien.

El hospital se encontraba muy lejos del pueblo más cercano, estaba cercado por rejas de muchos metros, tanto de altura, como de largo; y a su vez había varios policías en cada una de las entradas. Le parecía una tontería, pues la diferencia con la que los trataban, en comparación a un hospital normal, era enorme. Como si en su caso de tratara de criminales, de fenómenos...

Como si tuvieran que permanecer lo más lejos posible de la sociedad, así los trataban.

Ella se daba cuenta de eso, por tal motivo su desagrado hacia el mundo real incrementaba. Recordar que en parte muchas veces cuando ella estuvo fuera de ahí llegó a tener esa mentalidad la hacía repudiarse. De igual manera, que en sus pensamientos predominara la idea de que ella no debería estar ahí, también la hacía odiarse un poco más.

Pero los factores sociales, la mentalidad que el mundo sembró en todas las personas, la exclusión y el odio sin sentido; era algo que no podía cambiar, mucho menos estando encerrada en un cuarto de 10x10.

Cuando estuvo lo bastante cerca de Hanni, le correspondió el saludo agitando su mano en el aire y dedicándole una sonrisa.

Hanni, quien notó el cansancio en Haerin por el esfuerzo de subir esa pequeña colina de césped, la invitó a sentarse a su lado.

—Es bueno verte —habló la vietnamita—. Me había estado preguntando qué tal estabas, desde el día del pescado...

Haerin la miró sin mucha reacción. Claro, ese día...

Pensar en eso ya no le dolía mucho, pero una punzada en el pecho que difícilmente podría describir se presentaba cuando lo recordaba.

Inclinó un poco su cabeza, sin saber bien qué contestar.

—He estado bien —asintió con simpleza, mirando el panorama— ¿Qué tal tu?

Hanni pareció sorprenderse con la pregunta. Haerin, apartó su vista de la joven y observó la ciudad.

—También, creo —la de flequillo alzó los hombros. Haerin pudo distinguir con facilidad aquella emoción, estaba insegura. Pérdida.

Era normal, muy normal. Estar en ese lugar te hacía perder poco a poco tu identidad, tener que subsistir a base de tus recuerdos y sensaciones pasadas. La vida se delimitaba a una simple habitación, con pocas pertenencias, pocas relaciones, poco entretenimiento y poco conocimiento. Conforme el tiempo pasa, deja de preocuparte quién eres, cómo te ves, cómo te sientes, pierdes motivaciones.