Seventh.

187 39 27
                                    

─ ¿Por qué fue esta vez, cariño?

─ Nada muy importante.

─ Es importante si se trata de ti. Sé que fue un ataque de estrés.

─ Juro que no es relevante. ─ Las lágrimas que amenazaban con salir, ya se habían derramado sobre sus mejillas.

Ahora mismo, su madre, Staxx, estaba dándole un masaje en el cabello en un intento de relajarlo. A su vez, terminaba de sanar esas heridas tras sus orejas. Tardarían en sanar, pero era mejor si se intentaba dar algo de ayuda que dejarlas al descubierto sin más. El menor tenía un rastro de lágrimas marcado en sus mejillas. Mientras, otras amenazaban por salir.

Fue descubierto cuando Titi pasó cerca de la habitación de su hermano, escuchando sollozos. Al notar sangre a su lado, mientras este se abrazaba, rápidamente fue a avisar a sus padres, asustado. Staxx, al escucharlo, rápidamente pensó que fue por sus plumas, y no se equivocaba.

Desde que su hijo mayor era un adolescente, se dio cuenta de como sus plumas desaparecían, intercambiándose por heridas y sangre. Poco después se dio cuenta de la mala relación que tuvo, pero se dio cuenta demasiado tarde, pues su hijo ya tenía esa gran inseguridad a esas hermosas plumas suyas. Se maldecía como progenitor, pues si se hubiera dado cuenta antes lo podría ayudar.

A partir de esa relación, sabía que su hijo sufría ataques de estrés en los que tiraba de sus plumas. Al principio le costaba mucho encontrar una manera de como calmarlo, pues no era profesional y aún no era una madre perfecta. De cualquier manera, dio todo lo que pudo, cada día de su vida para que su hijo dejara de hacerse daño a si mismo.

Por un tiempo lo logró, aunque de vez en cuando volvían. Agradecido estaba por poder ayudarle en cada uno que tuvo, así no podría hacer sentir a su hijo que estaba solo. No quería hacerle sentir ese feo sentimiento.

Había terminado de sanar sus heridas. La sangre ya no salía. El menor, sin embargo, no podía parar de soltar lágrimas. Quería esconderse, se sentía expuesto aunque sea con su familia. No le gustaba sentirse tan débil. No le gustaba esas plumas que le daban desventaja e inseguridades.

Su padre, madre, vio como el pequeño no dejaba de llorar. Su corazón se rompía al ver a su pequeño en ese estado. Entendía que estaba pasando por una mala situación, y es normal. Lo acurrucó en sus brazos, ofreciéndole esa seguridad maternal. Su cabello de mientras era acariciado y secó esas lágrimas de su rostro. No quería ver a su niño triste, no iba a permitir que nadie volviera a lastimarlo en su presencia.

No lo forzaría a que dejara de llorar. Era una reacción normal. Solamente lo relajaba hasta el punto en el que no se escucharon más sollozos, pues el menor se había dormido. Continuo acariciando sus cabellos unos segundos, asegurándose de que estaba durmiendo. Poco después lo llevó a su cama, arropándolo con cariño y dejando un beso en su frente.

Se ocupó de limpiar la sangre en el piso de la habitación de su hijo. No quería que despertara y se tenga que poner a limpiar. Prefería que descansara hasta que se asegurase que definitivamente estaba bien. 

Su madre le había dicho que no había necesidad de que fuera a clases, que se podría quedar con él perfectamente hasta que esté bien. Desgraciadamente, esta sugerencia fue negada, pues comentó que tenía un examen con gran importancia y, probablemente, no lo podría repetir en cualquier otra ocasión.

Aún así, las miradas de sus compañeros al notar varias cantidades de vendas en la zona donde sus plumas iban lo hacían sentir incómodo. Parecía el centro de atención, cosa que no solía ser. 

Ignoraba esas miradas atentas a sus heridas para dirigirse rápidamente a sus clases. Se avergonzaba de si mismo por hacerse eso. Ni siquiera era algo que se hizo por accidente, no, la culpa era suya. Aunque de igual manera, ¿Qué culpa tenía él de nacer con esas espantosas plumas? Bueno, él pensaba eso.

Letters of love. (Luckity)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora