Algo pasaba.
Naomi lo notaba en el ambiente tenso con la que la recibió toda la gente que trabajaba para ella. La miraban mientras caminaba a su oficina como si supieran que algo malo iba a pasar. Estúpidos, pensó.
Naomi era conocida por su mal genio y la mayoría de sus trabajadores preferían no hablar con ella directamente. A la rubia no le molestaba, pero si había algo que la sacara de quicio era la gente que le hablaba con miedo. Era solo una persona por dios, no iba a matarlos si ellos le hablaban.
Entró a su oficina y tiró todas sus cosas a su escritorio. Recién al sentarse se dio cuenta de que no estaba sola. Al frente de ella se encontraba Fred, el fotógrafo del periódico y el novio de Effy, la mejor columnista y también su mejor amiga.
Naomi Campbell era la editora en jefe del periódico 'Sad But True', que era conocido por dejar en evidencia las fallas del gobierno pero a través de noticias irónicas, por lo que no cualquier persona las entendía.
Con tan sólo 28 años había logrado llegar al puesto, aunque todo fue fruto de su esfuerzo.
Desde que era pequeña que le costaba relacionarse con la gente, y más aún formar lazos. Esto era porque su padre la abandonó y después de eso, su madre dejó que cualquier persona viviera en su casa. Nunca tuvo amigos, a parte de Cook y... ella.
- Naomi, vengo a presentar mi renuncia - habló Fred, duramente.
-¿Cuál es el motivo? - Naomi llevaba trabajando con el mismo equipo desde que llegó allí, no iba a ser lo mismo sin Fred.
- Sabes lo que pasó, ya no me siento cómodo trabajando en el mismo lugar que ellos - Claro que lo sabía, la noticia de que Effy engañó a Fred con Cook se expandió rápidamente por el lugar. - Lo lamento, pero no veo otra opción. - Cook, maldito hijo de puta.
- Está bien, Fred. Dame una semana para poder buscar un reemplazo digno y luego eres libre. - Dijo con voz cansada. La verdad era que no sabía que iban a hacer sin Fred, era el mejor fotógrafo y les va a costar mucho encontrar alguien que lo iguale, para mañana mismo empezarían a buscar a alguien para el puesto.
Llamó a Pandora, su secretaria, y le ordenó furiosa que enviara a James Cook a su oficina.
El chico entró lentamente y se sentó frente a la rubia, poniendo su mejor cara de inocente.
- ¿Qué pasa, Naomikins? - bromeó, pero Naomi lo miró tan duramente que entendió que quizás no fue la mejor opción.
- Acaba de renunciar nuestro mejor fotógrafo gracias a ti - Cook sabía a que se refería, por lo que la dejó continuar. - Quiero que encuentres un reemplazo de aquí al viernes, y más vale que sea bueno. Ahora sal de aquí y ponte a trabajar, y más te vale que no me entere que te acostaste con alguien más en esta oficina. Vete.
Cook salió con una sonrisa, Naomi no lo asustaba, después de todo eran mejores amigos.
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Emily Fitch celebraba junto a su hermana su cambio de casa. Ambas se habían mudado desde Bristol a Londres, donde esperaban tener más oportunidades que en su ciudad natal.
Emily y Katie, las gemelas que todos decían, no se parecían en nada.
Katie siempre había sido muy sociable y le encantaba estar a la moda. Estaba orgullosa de no haber estado soltera por más de un mes desde que tenía 12 y era la preferida de su madre. Le gustaba actuar, desde pequeña participó en obras de teatro y audicionó a múltiples películas, pero nunca logró nada.
Emily, por otra parte, nunca había sido muy sociable. Sus únicas amistades durante su adolescencia fueron J.J y Lara, quienes al terminar los estudios se mudaron a Londres como pareja. Su mamá la odiaba por ser lesbiana, y eso fue uno de los motivos por los que se esmeró tanto en irse. Le encantaba la fotografía, había tomado varios cursos y ya era considerada una profesional.
A Katie también le había costado adaptarse a la idea de que su hermana se sentía atraída por las mujeres y no los hombres, igual que ella. Pero después de un tiempo entendió que eso era solo un detalle más que las diferenciaba y hasta empezó a buscarle novias.
Otra cosa que las diferenciaba: el color de su pelo. Aunque durante gran parte de su vida ambas habían decidido teñirselo rojo, Katie entendió que no podían ser igual toda la vida y optó por cambiarselo a morado. Emily, en cambio, decidió quedarse con el rojo ya que le sentaba bien.
Ambas sabían que debían encontrar un trabajo luego para poder pagar la renta, pero de eso se preocuparían mañana.
