Gran Gigante Roja

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—Hace mucho frío en el paraíso ¿No crees, Astro?
Astro lo miro sin mirarlo en serio. Emitió algo parecido a un gruñido, y después asintió. Astro estaba confundió. Bueno, parecía que esto a lo que llamaban
El Universo era helado, el vacío en sí también le parecía de ese modo. El silencio no era suficientemente hueco. Se escuchaba con un silbido, como si alguna clase de fuerza llamara a sus cuerpos a la muerte misma. Tal vez no tenía sentido. Pero Astro lo sabía de alguna forma, como si el Espacio tuviera vida propia.
Escalofriante, ¿No?
Sirio, en cambio, no le quitaba la mirada en sima a Astro. Como si estuviera estudiandolo, buscando algo que no debería estar ahí, algún defecto. Astro se resigno a no decir nada. Sirio era uno de los seres más poderosos del Cosmos. Sabía que si quería, podría mantenerlo encerrado en otra estrella por 10,000 millones de años más. Sabía que tenía que tener cuidado en lo que decía y hacia.
Astro recordó.
Cuando despertó de la destrucción de La Gran Roja no sintió mucho, tan vez un poco de nostalgia, pero no lo admitiria. Había estado solo todo ese tiempo. Completamente aislado de las maravillas que lo esperaban. Se sentía liberado. Instantes después de ver los pedazos y la llamarada que aquella explosión había creado, lo que observó fue la negrura, observó también su cuerpo. Y dio un paso atrás cuando Sirio se planteó delante de él, impotente. El ser que estaba a una distancia demasiado cercana brillaba. Su cuerpo contenía estrellas, estrellas que vivían y morían dentro de él. Era embelsamante verlo. Como si de alguna forma, Sirio quisiera demostrar que era superior a el.
Y bueno. Si lo era.
Y lo demás fue historia.

Fuera lo que fuera que había afuera, tenía que descubrirlo. Sirio, poderoso o no, no era la única fuente de información. Sirio no lo intimidaba lo suficiente como para rendirse.
-¿Quieres acaso que diga que estoy asombrado? Pensé que con esos años que te cargas serias más sabio- Y por fin lo sabía. La voz de Astro era gruesa pero no tanto, manejaba el sarcasmo mejor de lo que pensaba. Era arrogante, pero no podía parar, así que siguió hablando, alucinado-¿Quieres saltarte esa tan linda introducción? Algo me dice que esto no es todo. ¿Me equivoco?
—Eres un poco listo para la poca edad que tienes. No te quieres meter conmigo—Astro casi le responde a su comentario, pero para ser sinceros, lo que decía tenía mucho sentido. Era demasiado poderoso para el, por ahora—Y contestando a tu otra pregunta, este solo es un espacio negro. Nos encontramos ahora en un void. Un espacio...
—Donde no hay absolutamente nada. Lo se.—Lo interrumpió—nos dirigimos a un Cúasar. Saber es una consecuencia de vivir encerrado por una eternidad.
—Así es, amigo- Astro lo miro como si fuera extraño decirle "amigo". No pareció que Sirio le tomó importancia.—Necesitas conocer todo el Cosmos. Prepárate para la ola luminosa, es muy fuerte la intensidad.
Asintió como si fuera más que obvio. Astro necesitaba más, tenía unas ansias de empezar ya. No soportaba la idea de permanecer un segundo más atorado en aquel lugar.
—Pero no se si tu estas preparado, Astro.
—Lo estoy, Sirio.
—¿Seguro?
—Seguro, ¿Desde cuando eres tan sobreprotector, Sirio?
Entonces lo entendió, él de inmediato supo que algo había cambiado. Lo que sea que fuera, estaba a punto de descubrirlo.
Lo soltó de repente:
—Astro. Desde que naciste te hemos esperado. Eres el último.
—¿Qué quieres decir? —Astro clavo su mirada a Sirio, intentando descubrir lo que quería decir con sus ojos. Por primera vez dejo que lo observara sorprendido y aturdido. No le sentía las palabras salir de el.
Aún así, Astro sabía la respuesta. El era una Gran Gigante Roja, aquellos que por toda la eternidad habían existido. Nacían de la muerte de planetas y galaxias. Era una clase de asesinos antes de incluso nacer. Las almas se amalcenaban en una estrella gigante roja, y bueno, así nacian los que como Astro eran.
Y la primera cosa que supo al nacer fue su misión. La única de visión para los Gran Gigantes Roja: Crear vida. Decían los más sabios del Universo que como la arrebataban tenían que devolverla, con sus vidas.
Y sí Astro era el último, entonces era el último creador de vida.
—Ya no esperamos a otra Gigante Roja.
Astro iba a protestar, cuando Sirio le quitó la voz. Sintió fuego en su garganta, le carcomia su cuerpo. Pero trato de no hacerlo notar. Ya no quería darle tal gusto. Sólo basto un cerrar y abrir de ojos para que pasara eso.
—Las preguntas las hago yo, Astro —los ojos de Sirio habían cambiando. Lanzaban fuegos celestes. Parecía el demonio mismo. Astro intento zafarse de el, en vano —Por lo mientras sólo escucha.
Como al segundo después, Astro recuperó la voz. Maldijo a Sirio en su mente. Pero no caería en ese error de nuevo. Se quedo callado esperando que Sirio siguiera hablando. Y lo hizo :
—Hace 5,000 millones de años, Andróma se convirtió en la materia más luminosa. Me rendí a ella como si fuera a silenciarme ante su belleza. Estábamos en la red cósmica, entre dos galaxias, muy alejadas de las estrellas. Recuerdo que ella era hermosa. Recuerdo que la galaxia Roca Negra estalló y en materia oscura ese convirtió. Varios hoyos negros me rodeaban. Entonces descubrí que hay cosas más grandes que yo.

Sentía confusión y tristeza. Acaso... ¿Estaría descubriendo nuevas emociones? Apenas había salido de la Gran Estrella Roja y la magnitud de lo que me había contado Sirio me había pegado una cachetada. Parecía que el que había temido se desplomaba. Respetaba a Sirio.

—Todo lo que eramos fue destruido por Andromeda. Astro, no espero que entiendas eso. Pero necesito que estés comprometido a pelear con nosotros.
— ¿Eso es un tipo de invitación cordial a salvar el Universo de una homicida enferma? Entonces cuenta conmigo, Sirio.
Lo que Astro estaba seguro era que salvar lo que por siglos y siglos Astro había añorado ver no lo perdería por Andromeda.
El Universo era la cosa más extraordinaria que se imagino. Sintió dolor en pensar en Andromeda, en realidad, asco al pronunciar su nombre.
Era un sentimiento nuevo que lo carcomia lentamente. El quería pelear, pero sus manos apenas se adaptaban a la vida, y todo lo que tenía era su voz, sus miles de voces. Era una maldita tristeza, pero Astro sabia que no podía perder está batalla. Mucho tiempo encerrado, reteniendo a Astro, pensando, pensando tanto hasta caer en la locura y después en la cordura. Así consecutivamente, como una cadena de fuego que se forja en el polvo cósmico de su ser.
Entonces Astro no supo que contestar. Pese que se le ocurrieron varios argumentos que quería añadir, pero tenía un nudo atorado en su ser que le impedía hablar. Además, su vergüenza a mirarlo lo destrozaba, Sirio se mostraba tan indefenso, como si los recuerdos lo consumirán, como un hoyo negro.
Cambiaban constantemente sus emociones, Astro maldijo eso. Era él vulnerable. No podía controlar su ser.
Y sus sentimientos eran inescrutables.
Entonces espontáneamente repitió más para el mismo que para Sirio:
—Somos polvo cósmico.
—Somos polvo cósmico- Repitió Sirio casi sin pensar, ese lema se lo habían repetido tantas veces a Astro que ya lo tenían harto, pero significaba tanto.
<<¿Ni siquiera hay tiempo para turistear?—pensó Astro sarcásticamente—Me vieron la cara.>>

¿La vida sería tan extraordinaria cómo lo  había vivido en sus sueños?

Manto De EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora