Alguien

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Luke

- ¡Buenos días! —dijo Allan, alegre e intrépido.
- Buenos días, veo que dormiste bien.

- He dormido de maravilla… pero ¿y tú?

- Sí, Allan. Como siempre. —Sonreí..

- Bien… —No sonó convencido.

Limpié las mesas con un trapo viejo y bastante desgastado.

- Deberíamos comprar nuevas cosas ¿no crees?

- No, no creo que sea necesario, está bien así.

- Bien —Allan exhaló con fuerza.

No era época de turistas y eso nos venía pésimo. En época de turistas, ya de por sí, pocos se alojaban en Hella, y ahora en meses de extremo frío, menos que menos. Insulté mentalmente y pensé en irme a mi cama, pero cambié el rumbo de mis pasos y fuí afuera.

- ¿Qué haces?

- Necesito aire.

- ¿Aire mortífero?

Reí por lo bajo y salí abriendo la puerta, la campanilla sonó ligeramente. Me coloqué a una esquina de la cafetería y tuve que resistir las ganas de agacharme y tocar la nieve, se veía tan blanca, tan fría, tan libre.

Levanté un momento mi mentón y, a su vez, mi mirada, la cual se vió posada en una jóven de no más de veinte años con un mechón blanco en una melena oscura como la obsidiana. Entrecerré los ojos para enfocar la vista.

- ¿Un… lupín? —susurré.

La campanilla sonó e ingresó el señor de avanzada edad que vive a pocos metros de la cafetería, un cliente de confianza lo llamaría yo.

- ¡Luke! —gritó Allan.

- ¡Ya lo sé! ¡Estoy yendo!

Solo había sacado mi vista un segundo de la chica y el lupín, sin embargo, cuando volví a mirar ya no estaba allí. Parpadeé y di pasos de vuelta al café, desconcertado.

- Buenos días, señor. ¿Lo de siempre? —Sonreí

- Lo de siempre, muchacho.

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