Mi madre me ataca con tortitas azules. Ñam, Ñam. Auch.

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 –¿¡Que hiciste qué!?

–Mamá, escúchame... – una tortita fue directo a mi cabeza, pero logré esquivarla.

–Perseus Jackson, te voy a matar.

–Es que... ¡Mamá deja las tortitas en paz!

–Es que nada. ¿Piensas dejar a tu pobre madre sola? –otra tortita voló por los aires.

–Eh, que yo también existo. –Acota mi padrastro.

–Claro que si, cariño.

–Mamá, vale, se que estás enojada. –me destapé la cara y me senté en el piso.

–Y como no estarlo. –suspira y se sienta en el sofá

Después de mi súper transformación, lo único en lo que pensé fue en venir casa, aunque todos me hubiesen dicho que tenía que ver el video introductor a la divinidad ("dirigido, grabado, cantado, actuado y todo lo que pueda terminar en -ado por Apolo").

Ni-en-sueños. Ya hay suficiente con el del campamento Mestizo. Ya tomaré alguna clase en una autoescuela divina.

Aun Quirón no está enterado de mi... situación. Temo ir allí y que en vez de tortitas vuelen hacia mí, carros con caballos incluidos.

Aprendí muchas cosas en mi recorrido: como que cuando eres un dios, es más fácil correr con tu súper velocidad. Hermes me alcanzó en un pestañear y me dio una clase resumida de un minuto: correr hasta conseguir una buena velocidad y luego pensar en la rapidez de un coche.

Eso es fácil, pensé; no, no lo es. Casi causo cinco accidentes de tráfico distintos. Prefiero un coche volador, o un caballo, ya tendré que llamar a Blackjack para que sea mi transporte de confianza.

Estaba en medio de mi explicación cuando...

–Eh-mh... ¿Percy...?

–¿Annabeth? ¿Qué haces aquí? – me di vuelta y me encontré frente a frente con mi listilla.

¿Quién se lo hubiera pensado?, persiguiéndome hasta mi propia casa.

–No lo sé, estaba probando lo de aparecerse. Parece que funcionó. – se encogió de hombros

-Ehh Annie, estamos en un tema delicado... si pudieses aparecerte en una hora...

Mi madre negó y se levantó de su asiento para irse a la cocina.

–Déjala quedarse. Siento que tienes que hablar más con ella que conmigo, Percy. Ya hablaremos nosotros, pero espero que sepas que la razón de semejante locura ya la he encontrado. –con una mirada de suficiencia y una leve sacudida de cabeza señalo a la rubia.

No voy a negarles que me ruboricé. Mi madre siempre descubre cosas.

–Ven. –gire mi cabeza hacia mi compañera de aventuras y caminé hacia mi habitación.

Cuando entramos nos sentamos en mi cama, mi cuarto era pequeño, así que apenas había una silla.

–Percy, yo...

–Annie...

Incómodo, los dos hablamos al mismo tiempo.

–Habla tú. -dijo ella.

–No. Siempre hablo yo, esta vez te toca listilla.

Se removió incomoda, le había dado vuelta la tortilla. Siempre escuchar, nunca hablar.

–Yo... Tu... Ehh- se rasco la nuca y sonrió tímidamente –Fue raro todo allí, desde el comienzo. Lo que preguntó Luke, fue... ah, para que mentir: fue lo que siempre quise escuchar. Pero cuando por fin lo hizo me dio asco.

‹‹Nunca lo dije, pero es momento de hablar, supongo. Me... gustaba Luke. Fue la figura paterna y cariñosa que nunca tuve realmente. Fue quien me salvó, quien me enseño a luchar y a levantar la voz. Me gustaba alguien que era demasiado mayor, en mi cabecita de semidiosa y niñata tonta era lo más normal, pero ¿quien alguna vez tuvo una vida normal?

Me manipuló tantas veces, y me cuidó tantas otras... Era como un hermano mayor y un mentor, pero sobre todo era mi amor platónico. Desde que lo vi, había algo en él que me llamaba la atención, no era normal, era como yo: sufría como yo, lloraba como yo, como todos, pero como estaba medio tuerta de amor se aprovechó de mi en cuanto tuvo oportunidad. Me entendía, al igual que Thalia, pero siempre tuvo esa mascara de hielo con la que nunca me podría haber enamorado de ella.

Lo idolatré demasiado, y me cegué tanto que nunca pude ver en lo que se había convertido: un monstruo. No fue así hasta hace unos años, no era así cuando llegamos. La fama se le subió a la cabeza y de pronto fue el líder, lo que siempre había anhelado. ››

–El fue mi héroe. Y lo seguiría siendo hasta hoy, pero alguien me rescató y me sostuvo a flote: –se limpió una lagrima de su mejilla y me miró débilmente– tú.

–Annie... Cariño puedes llorar, estás segura aquí. –me acerqué a ella y la abracé de costado. Tembló en mis brazos y por inercia acaricie sus rizos. –Se que nunca fue tu intención negarte a la realidad, fue todo un cambio y no querías aceptarlo, está bien. Dolía verte tan apegada a lo que se había transformado. Dolía ver como no querías ver. Voy a hacer la mejor metáfora que se me ocurrió en la vida: estabas atrapada en otra realidad, como los mortales en la niebla; en otro plano, el de tu infancia. Pero me alegro de haber podido ser de ayuda, chica lista. Siempre estaré a tu lado, ¿me escuchas? –ella asintió y tembló otra vez.

–No fue fácil convencerte. Pero no estabas sola, creo que nadie me prestó tanta atención como para darse cuenta, pero... el también me gustó. –salió repentinamente de mi abrazó y me miró fijamente.

–¿Qué?

-Si bueno... se presentó como un héroe ante mí también. –me rasqué el cuello nervioso– No tuve una vida como quisiera haberla tenido. Si tan solo Paul hubiese conocido a mi madre un poco antes... da igual, me voy por las ramas.

–Está bien, Percy. Puedes contarme. –tomó mis manos y las apretó en un gesto reconfortante.

–Es... es difícil contarlo... Mi padrastro era violento. Y abusivo. -Miré hacia abajo como gesto reflejo– Nos golpeaba a mí y a mi madre. Ella... estuvo con él para protegerme. Su olor era tan fuerte que me ocultaba de los monstruos, pero a cambio ella vivió la peor pesadilla. –mis ojos se aguaron y retire mis manos para ocultar mis lagrimas rápidamente.

–No tienes que ocultar tu dolor, Percy. Cariño, puedes llorar. –fue lo único que necesité para soltar todo lo que había aguantado estos años.

Gabe ya no estaba. Era libre.

–Yo le mandé la cabeza de medusa a mi madre con una nota. Ella entendió lo que quería que hiciera. Se negaba, pero la convencí. Vendió una estatua muy realista y se pagó la universidad.–sonreí.

Ella se rió y me abrazo fuerte.

–Percy... ya que estamos haciendo confesiones...me gustas.

–Nos hemos besado antes. Suponía que nos gustábamos. Tu siempre me has gustado.–me encogí de hombros y le sonreí

–Me dijiste cariño. –susurró, dándome un codazo.

–Tú también, listilla.

– ¿Quisieras formalizar la relación? Podría ser una nueva tendencia divina en Televisión Hefesto: el escándalo de un hijo de Poseidón y una hija de Atenea recién convertidos en dioses siendo ¿novios?

–Me parece una idea fantástica, me gustan los escan... –asentí sonriendo y sin esperar ella se acercó rápidamente hacia mí y posó sus labios en los míos.

Podría haber durado más de cinco segundos si no hubiese sido porque alguien tocó la puerta.

Nos miramos y sonreímos antes de abrir la puerta.

–¿Tienen hambre? Preparé Cheesecake azul.

De semidios a dios del OlimpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora