El teléfono de su departamento comenzó a sonar. Corrió a atender antes de que cortaran.
—¿Hola?. —atendió.
—¿Qué estás haciendo, Sweetness?. —le preguntó él.
—Hola, Mattie. —suspiró y llevó el teléfono inalámbrico con ella hacia la cocina. Iba a cocinarse algo. —Acabo de llegar a casa.
—¿Tan tarde?. —preguntó él —Son casi las 10 de la noche, cariño.
—Lo sé, lo sé. —asintió ella y comenzó a buscar algo en su refrigerador. —Pero las cosas en la oficina son un caos. No sabía que papá tenía tantos negocios por resolver y esas cosas.
—Debes estar agotada. —dijo él preocupado. —¿Quieres que vaya a quedarme contigo?.
—No, Mattie, muchas gracias. Pero voy a comer algo y me voy a tirar a dormir. Necesito descansar, por el amor de Dios.
—Bueno. —rió él. —Entonces te dejo tranquila. Solo llamaba para ver como estabas y para avisarte que ya resolví el problema de los pagares.
—Oh Dios, eso es genial. —aseguró —Muchas gracias, hermana, eres genial.
—Ya lo sé. —dijo orgulloso —Te amo, adiós.
—Yo también. Adiós.
Colgó con una pequeña sonrisa en los labios. De verdad ella no sabía que sería de su vida si no tuviera a Matt Donovan a su lado. El sonido del agua llegó a sus oídos. Frunció el ceño y se acercó a la ventana de la cocina. Llovía torrencialmente. Y de repente el sonido de un rayo, acompañado de un pequeño temblor, llegó a ella. La piel se le erizó del miedo y las luces del departamento se apagaron dejándola completamente a oscuras.
—Maldita sea, esto no puede estar pasando. —murmuró entre dientes y salio de la cocina.
Acostumbró su mirada a la penumbra. Todo estaba tan oscuro y el sonido de la lluvia le daba aun más aquel aspecto tenebroso. Odiaba estar sola en momentos como ese. Entonces unos golpes llegaron desde la puerta principal. Ella se paralizó. OH POR DIOS. ¿Quién podía ser a esa hora? Respiró profundamente y tomó un pequeño palo de metal que estaba cerca de la chimenea artificial que tenía en su sala de estar. Se acercó con cuidado a la puerta...Tal vez ella solo estaba loca y
era el encargado del edificio informando que había un corte parcial en el edificio. Bajó su arma de defensa pero no la soltó. Llegó a la puerta y la persona que estaba del otro lado volvió a golpear. El pulso de la chica se aceleró. Intentó mirar por la pequeña mirilla, pero del otro lado todo estaba oscuro y solo podía distinguir una enorme figura negra del otro lado. ¿Y si no era el encargado y era un asesino como en las películas de terror? Se le congeló la sangre.
—¡______, mi amor, ábreme por favor!.
Ella se quedó totalmente quieta al oír aquella voz. Entonces no lo dudó más y abrió la puerta para encontrarse de frente con un empapado príncipe salvaje que fue hermosamente iluminado por un trueno que acababa de sonar.