Única Parte.

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Primera semana.

Louis no sabe porqué está aquí en un jueves. El día de cine es el miércoles, en su día libre, no el jueves. Pero le obligaron a tomar el día en su trabajo por fumigación y aunque él odia romper con la tradición, lo hace. No es como si tuviera algo que hacer, de todos modos.

Llega al viejo, pequeño y escondido edificio a los límites de la ciudad. La pintura azul está toda vieja y casi irreconocible, y hay grietas por donde quieras que mires. Y arriba, centrado perfectamente, está un letrero con luces que ya parpadean cada cierto tiempo, en el cual dice el nombre del cine.

Y así es como Louis entra, por segunda vez en la semana, a "Fuera luces".

Por la localización del lugar y por la apariencia del mismo la gente cree que es un edificio abandonado como los tantos que hay en la ciudad. Muy pocas personas saben que aún está en funcionamiento, no saben de las películas que pasan, de la gente que trabaja ahí o del dueño del lugar. Aunque para ser honestos, Louis tampoco sabe quién es el dueño o quienes trabajan ahí. Solo conoce a una persona y es de las cosas que más le fascina sobre este lugar.

Se dirige a la estación de taquillas, donde no hay nadie, y se acerca al gran y raro aparato de metal. Mete el costo del boleto, todo en monedas, en la ranura que hay ahí. Oye varios sonidos raros provenientes de la misma máquina hasta que por la ranura que hay del lado contrario sale un boleto completamente nuevo.

Ahora se dirige a la estación de la dulcería, donde de nuevo no hay nadie. Se acerca a la especie de máquina expendedora que hay ahí, mete de nuevo más monedas hasta que tiene en sus manos un paquete de palomitas. Repite el proceso para esta vez obtener una lata de refresco.

Ahora se dirige al pasillo que da la entrada a la única sala de cine que hay en el lugar, donde ahora si hay alguien. La única persona que Louis sabe que trabaja aquí. Se acerca al señor de unos 60, tal vez 70 años, y con un "buenas tardes" le entrega el boleto y el anciano lo deja pasar.

—Me sorprende verte aquí un jueves, Louis —dice el anciano mientras lo deja pasar abriendo el cordón de terciopelo rojo.

Y Louis se encoje de hombros. —Probablemente sea la última vez que me veas aquí en un día que no sea miércoles —dice.

Le sonríe amablemente y entra a la sala, esperando con ansias saber cual película van a pasar hoy. Porque, como si aquel cine no fuera lo suficientemente especial, las películas las elige quien sea que maneja el proyector. Y ha de ser alguien viejo, piensa Louis, porque las películas que ha visto desde hace 6 meses que viene aquí son todas muy viejas, clásicos. Y de varios países que Louis ni siquiera sabía que existían. Y le gusta.

La sala es muy sencilla. No hay ni un escalón, solo son sillas a la par en filas. Si hubiera mucha gente sería un problema, ya que las personas bajas tendrían que sentarse al frente y las más altas hasta atrás para no bloquearle la vista a nadie. Pero el lugar nunca está lleno. Louis ha visto, a lo mucho, cuatro personas en la sala, contándolo a él. Así que no importa donde se siente cada quien.

Se dirige a su lugar favorito; el asiento de hasta atrás, el último de derecha a izquierda, el que está junto a la entrada de la sala. Frunce el ceño, hay alguien en su lugar. Nunca nadie se había sentado en su asiento, y no le gustaba sentarse en otro lugar que no sea ese. Y él empieza a odiar los jueves.

Sería raro si se sienta junto aquel tipo cuando toda la sala está completamente vacía, así que se sienta en el segundo, haciendo que solo un asiento vacío lo separe del chico.

Solo pasan unos segundos, en los que Louis aprovecha y abre sus palomitas y refresco, hasta que ve al anciano del pasillo entrar por la puerta y solo caminar tres pasos antes de detenerse. Sí, viene su parte favorita.

Fuera luces. || Larry Stylinson. || One ShotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora