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Quevedo

Voy a ser padre. Voy a ser padre. Aún no me lo creo. No podía dejar de mirar esa pancita y tocarla. Estaba soñando. Eso va a ser mío, será una criaturita que he creado yo. Y ahora qué ella me había dado aquella sorpresa, yo quería darle la mía. Pedirle la mano bajo las auroras boreales. Hacía mucho que tenía el anillo, había planeado hasta el más mínimo detalle.

–¿En qué piensas?

–Una sorpresa.

–Uy.

–Uy –imité sonriendo.

–¿Me vas a dejar esta intriga?

–Exactamente. Es una sorpresa.

–Amoooorrrr.

–No, amor no.

–Vale, vale.

–Tu no me dijiste lo del embarazo.

–Cierto. Ya me lo dirás cuando quieras.

–Sí, lo haré.

Asiente y se sienta en el sofá mirando el móvil. Habíamos hecho oficial la noticia hace tres días, cuando me lo dijo. Las redes y nuestros amigos estaban como locos. Dios, estaba flipando, aún lo asimilaba.

–¿Hoy qué te apetece hacer?

–Follar.

–Pero… ¡amor!

–Tú has preguntado.

–Ya, ya…

Se levanta y se acerca a mí, abrazándome con una sonrisa. Yo la recibí y la abracé con todo el gusto, la amaba.

–Cuando se lo contemos a nuestra familia, van a flipar.

–La mía ya lo sabe.

–Ah… valee.

–Mi hermana lo vio por redes y se lo enseñó a todos…

–Bueno, sin problema.

–¿A ti qué te apetece hacer?

–¿Sabías que hay auroras boreales aquí? Las quiero ver.

–Las verás.

–¡SÍ!

Me encantaba su ilusión. Me encantaba ella en general, por algo quería casarme con ella. Y nos había costado, pero estábamos aquí. Nuestro amor era más fuerte que todo lo demás. Y esperaba que durase para siempre.

Pasamos el día paseando, y luego, me la llevé al mejor mirador de Alaska para que viera lo que tanto anhelaba ver. Estábamos al lado del bosque, y estaba todo nevado. Hacía un frío de la hostia. Y empezaron a aparecer las primeras, yo las observaba mientras la abrazaba por la espalda.

–Voy a llorar.

Me fijé, y sí, estaba llorando.

–Amooor…

La rodeé para mirarla.

–Es que mira… –miramos hacia el cielo–. Es lo más bonito que he visto nunca.

–Para mi eres tú lo más bonito que he visto nunca, morena.

–Ay, que lloro más –hace un puchero.

–Bueno, ahora sí que vas a llorar…

Frunció el ceño. Me separé de ella y me arrodillé con la cajita en la mano, y la mire a esos preciosos ojos que tenía.

–Alma, ¿te casarías conmigo?

Ella me mira, luego mira a la cajita. Luego a mí otra vez. Está en shock. No sabe qué decir y eso me pone muy nervioso, hasta que veo lagrimones en sus ojos y como viene a abrazarme. Ahora no tiene palabras, pero sé que con eso me ha dado el sí. Le puse el anillo en la mano, y sonreí para después besarla como nunca.

–P-por s-si acaso. Sí quiero.

–Lo he captado, mi amor.

La beso de nuevo. Ella me besa y noto sus lágrimas. Me separo y se las limpio. Es más mona… Estoy enamorado hasta el fondo, fondísimo de ella.

–Siempre juntos –mira nuestros anillos con una sonrisa.

–Siempre.

–Y está cosita –acaricia su vientre–. Es el mejor regalo que me hayas podido dar.

–Eres el amor de mi vida. No sé cómo hemos coincidido tan pronto en la vida, pero quiero ser tu todo.

–Lo eres todo.

Me rodea el cuello. La abracé con fuerza, sentía que yo también iba a llorar. Había estado durante años dando bandazos con las chicas. Sin encontrar el amor, y ahora… la tenía. Y ahora no podía, no quería perderla, era lo que me hacía sentir en casa, en familia. Era mi todo. Ellos eran mi todo. Ella y el pequeño o pequeña que llevase dentro. Nos quedamos observando las auroras boreales juntos, abrazados. Era un espectáculo que todo el mundo debería ver una vez en la vida. Habíamos tenido suerte de verlas, porque no siempre salen. Pero hoy estaban ahí, como si hubieran sabido que quería pedirle matrimonio y querían hacer más bonito el momento. Más mágico.

–Te amo muchísimo.

–Yo también a ti, Pedrito.

–Verás cuando se lo diga a mis padres.

–Y los míos…

–Nos vamos a casar.

–Y vamos a traer a otra personita al mundo.

–Soy el tío más afortunado del mundo.

–Anda, y yo también.

–No sé cuántas veces te lo he dicho hoy, pero te amo.

Sonríe, me mira. Me besa, me abraza. Y, unas horas más tarde, después de hablar, mirarnos con amor volvimos a la casa. En la cual, volvimos a hacer el amor, no solo una vez. Varias. Era adicto a ella. No eran drogas, pero se me había hecho necesaria.

Alma

Estaba disfrutando de esas vacaciones con mi prometido. Una semana después de estar en Alaska, nos movimos hacia otro país. Teníamos dos meses, y queríamos viajar todo lo que pudiéramos, y nuestro siguiente destino fue Los Angeles, donde reinaba el sol y el calor.

–¿Después de este, cuál es el
próximo destino?

–¿Qué te parece Italia?

–Me parece maravilloso.

–¿Vamos a la playa de Santa Mónica?

–Vamos.

Nos pusimos los bañadores y yo no podía dejar de sonreír al verme la pancita. Una vez por la zona, había gente que lo reconocía. El de Los Lakers, y como yo era su pareja, pues también me pedían fotos. Nos felicitaban por el bebé, y nosotros felices agradecemos. Nos aposentamos en una zona medio vacía de la playa. No queríamos que nadie viniera en busca de nosotros, queríamos un momento de tranquilidad. Solo nosotros. Y por suerte lo encontramos, nos miraban, sí, pero sólo eso.

Pasamos una semana y media en Los Ángeles. También visitamos California y alrededores, era precioso. Ahora estábamos camino a Italia. La verdad, quería aprovechar ahora que podía para viajar, luego ya no podría tanto, porque estaría el peque.

Italia me enamoró. Su gente, sus fachadas, su historia. Y el idioma, ay el idioma… me volvía loca.

–Me dan ganas de aprender italiano, aunque hablo inglés un poco mal.

–Italia es tan bonita…

–Sí.

–Nos quedan… cinco semanas de vacaciones.

–¿Solo?

–Es mucho.

–Bueno, se nos pasará volando…

–Yaaa. De momento, disfrutemos.

–Sí, exacto.

Y eso hicimos durante esa semana. Visitamos el Coliseo de Roma, la Torre de Pisa, en la cual nos hicimos la famosa foto de que estas "aguantando" la torre. También fuimos a Florencia. Y yo, yo era un mar de lágrimas y vómitos. Según me han dicho, los vómitos se pasarán después de los tres meses, y sí es verdad, cada vez vómito menos. Pero ahora viene lo otro. Lo peor. Los cambios de humor.

Partidos y corazones [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora