Encontré el Camino a Casa Capítulo 1

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Los personajes no me pertenecen. Son de exclusiva propiedad de Keiko Nagita. Por cierto, pido de nuevo excusas por cualquier inexactitud en la historia. Y aclaro, además, que aún siendo un Terryfic en el que Terry es el protagonista exclusivo, no es la historia esperada por un lado del fandom. Cuento en ella el camino de superación que debió haber tenido Terry, pero sigue siendo parte inspirado por la historia real, y parte relleno de mi imaginación. Gracias por su comprensión. Por otro lado, no es un minific, pero es una historia bastante corta y rápida. Esta vez no me extenderé, ya que el final está escrito, y son sólo 25 páginas, no más de 100, así que la terminaré bastante rápido.

Encontré el camino a casa

Terry no era mucho de pensar las cosas más allá del teatro y todo lo que había logrado desde que había llegado hacía casi dos años desde su salida del colegio. Quizás no debía olvidar esa primera vez, cuando pisó la entrada de la gran Compañía Stratford. En ese tiempo no era conocido. No, ya no era el hijo bastardo del duque de Granchester con una aún famosa actriz. Era Terry Graham, como se haría ahora reconocer y así podía ocultar su verdadera identidad, y depender exclusivamente de su talento. Claro, no tardaría demasiado en saberse quién era realmente, pero al menos, lo que durara, sólo sería él, sin adornos, y sin usar ninguna de sus viejas conexiones.

Recordaba haber entrado en aquel frío recinto con una sonrisa triunfal. Sí, se había despedido de su rubia pecosa luego de visitar su lugar favorito en todo el mundo, el famoso Hogar de Pony, y de respirar el puro aire campestre que lo rodeó de aromas, aún siendo invierno. Había gustosamente conocido e intercambiado teses con las damas que Candy consideraba sus madres. Más allá de eso, su nueva vida comenzaría desde ese momento, luego de despedirse del último vestigio de su pasado, o al menos, eso pensaba. Dando pasos firmes, de pronto se topó con esa recién descubierta actriz de teatro, Susanna Marlowe, que momentos antes, se había reunido con Robert Hathaway, el eterno Romeo de Ingrid James, para conversar sobre sus posibilidades dentro del mundo teatral shakesperiano. Cuando Terry entraba, ella salía de allí, y por qué no, le coqueteó un poco, como siempre hacía con las chicas lindas, en especial porque ella se le había quedado mirando de una forma muy conocida por él. Era la mirada de conquista que estaba acostumbrado a ver de tantas otras chicas a las que nunca tomó en serio.

No, Susanna no sólo era linda; era la chica más hermosa que había visto en mucho tiempo. De algún modo, le recordaba a su madre. Eleanor Baker era así, como ella de bella, pero esta chica tenía una inocencia y, a la vez, un aire muy juguetón en su rostro, diferente de algún modo a Eleanor, cuya frescura comenzaba a desvanecerse poco a poco, con el paso del tiempo. Pero, no, no era el momento de conquistas vanas, al menos no mientras lograba algo de esa nueva aventura. Había llegado simplemente con una hoja de vida no muy nutrida. Ex egresado del Colegio Real San Pablo en Londres, aunque conocía bien a Shakespeare, y había leído las colecciones que su familia guardaba en varias propiedades de Escocia e Inglaterra, por cierto, igual que los Ardlay. En sus manos, sin embargo, sólo tenía, como muestra de su interés en el tema, el ejemplar de Romeo y Julieta con sus anotaciones, y nada más. Todo había quedado atrás cuando renunció a su apellido.

Había sido Candy, siempre Candy, la que había cambiado todo lo que pensaba del amor y también de Shakespeare y, sobre todo, de las demás mujeres. Candy, que se preguntaba qué estaría haciendo en ese momento. Probablemente estaba allí, en el Colegio, triste, pero aún así, preparándose para dormir o estudiando a altas horas de la noche. Quién sabe si se volverían a ver y bajo qué circunstancia. Quizás debía considerar, cuando estuviera en una mejor posición económica, visitarla al Colegio, y decirle que lo había logrado. No sabía si ella estaría disponible para entonces comenzar algo con ella. No sabía si, para cuando ella regresara a los Estados Unidos, él estaría allí o si lograba entrar en la Compañía Stratford, Londres o quizás Chicago, como se rumoraba en los círculos teatrales desde incluso antes de que él decidiera que quería incursionar dentro de la Compañía, de larga y sublime tradición teatral.

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