T W E N T Y - T W O

3.1K 296 190
                                    


Le costó alrededor de dos días y medio poder recomponerse de la última relación sexual que había mantenido con Luzu. Su jodido culo le había quedado doliendo considerablemente, resultándole molesto sentarse, teniendo que verse obligado a tomar cierta precaución cada vez que lo hacía.

Por fortuna, el alfa no había tratado de volver a follarlo las ultimas noches, permitiéndole a su cuerpo un mero descanso.

Luzu tan solo se había limitado a arrullarlo cada vez que llegaba de trabajar, mimándolo con suaves caricias, inundándolo de dulces besos, tratándolo como un pequeño ser necesitado de cariño, hasta que cayera en los cálidos brazos del sueño.

El alfa solía quedarse despierto más tiempo, contemplando con admiración la paz que emanaba el menor estando profundamente dormido. Aquella, sin rastros de vacilación, era la perfecta imagen que todas las noches deseaba observar antes de cerrar sus ojos, con la palpable seguridad de que Quackity se encontraba a su lado.

Solo de esa manera lograba conciliar el sueño.

Algo similar ocurría al despertar. Adoraba que Quackity fuese lo primero que sus ojos veían al abrirse por la mañana. Era tan bonito sentir el calor de su cuerpo junto al suyo, tan bonito olfatear al aroma dulce y fresco que desprendía su piel, que le costaba demasiado abandonar la cama; alejarse de él.

Tanto que, a veces, deseaba tan sólo tomarse el día libre y permanecer junto a su omega cuantas horas quisiera. Pero él siempre había sido muy responsable en cuanto a su trabajo, y no podía decidir no ir porque se le antojaba. Simplemente no podía. Era su deber atender los asuntos que demandaban su empleo poco tradicional.

Muchas cosas estaban en juego en aquel preciso instante de su vida, por lo que no era momento para actuar como un caprichoso e irresponsable alfa inmaduro. Ni por Quackity podía tomarse aquellos atrevimientos.

Y esa era la razón por la que el de gorra amanecía cada mañana en compañía de la silenciosa soledad y la consoladora luz matutina. Pero no se quejaba. No era como si le entusiasmara la idea de compartir una escena melosa también por la mañana. Ya con la dulzura que se empeñaba en darle Luzu por la noche le bastaba.

No ansiaba sufrir sobredosis de azúcar tan pronto, mucho menos cuando, por culpa de la bendita falta de droga, el mal humor lo embargaba de forma periódica por la mañana. Tendía a ponerse demasiado irritable, y todo en lo absoluto le molestaba.

De ese modo continuaba, hasta después de ducharse y bajar a desayunar, quejándose gruñonamente con la servidumbre si había algo que no estaba como el quería. Claro que, cuando cesaba su crisis de abstinencia, regresaba a la cocina a disculparse, sintiéndose apenado por su actitud, queriendo ayudarles en lo que fuese con tal de tener la mente en otro sitio.

Jamás le permitieron realizar las tareas de la casa, pues Luzu podia echarlos a todos si se enteraba que habían dejado que su omega hiciese su trabajo. Por ende, a esa altura, Quackity ya se habia hecho un pequeño mapa mental de como, más o menos, era la mansión. Pues, con tanto tiempo libre, ya se había recorrido el establecimiento entero varias veces por mero aburrimiento.

No solía haber mucho movimiento en la casa, más que el de empleados y algunos que otros alfas que desconocía, por lo que, la mayor parte del tiempo, era un sitio realmente apacible en el que podia andar tranquilamente.

Y así fue como se la encontró.

En uno de sus típicos paseos, logró divisar a Eret desde lo lejos, el cual no tardó en ingresar en una habitación sin siquiera haber notado su lejana presencia. Quackity frunció el ceño, recordando que aun tenía un asunto pendiente con ese alfa.

Sublime Dominación // LuckityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora