☆[En la Ciudad de Plata]☆

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La humanidad siempre le ha puesto al Reino de los Cielos centenares de nombres: El Reino de Arriba, el Paraíso, el Olimpo o el Cielo. Dependiendo de que religión estemos hablando.

Su nombre real es La Ciudad de Plata. Reino donde gobierna el Creador del Universo y sus fieles ángeles.

Todos y cada uno de los ángeles tienen un propósito en el reino, cuyo fin es traer equilibrio y paz a los humanos. Ya sea crear nuevas almas, métodos de medicina, el conteo de humanos nacidos o fallecidos, y las reencarnaciones.

Todos y cada uno vigilados por los conocidos 7 arcángeles: Miguel, Gabriel, Rafael, Uriel, Jegudiel, Sealtiel, y Barachiel. Por ordenes de Dios.

Si uno de los trabajos del Cielo llegara a tener alguna falla o dificultad, generaría problemas para la Tierra. Y al Todopoderoso no le gustaría oír eso.

Afortunadamente, a lo largo de los siglos, no ha habido nada fuera de lo normal. Absolutamente nada.

Hasta AHORA.

—En el nombre de San Pedro. —uno de los ángeles exclamó— ¡¿Qué significa esto?!

Todos los ángeles comenzaron a alborotarse cuando uno de los arcángeles apareció por el tumulto ocasionado. Apenas vió el caos tomó rienda y cuestionó con voz severa.

—Necesito explicación de todo esto. Ahora.

Ordenó el Arcángel Miguel, con un mal humor que causaría que muchos se quedaran incómodos con su presencia. Aumenta eso a su apariencia humana de un hombre de, aparentemente, 42 años; con cabello bien peinado hacia atrás y una barba casi afeitada. Su vestimenta, mezclando blanco con dorado, lo distingue de los demás arcángeles.
Todos los ángeles se paniquearon inmediatamente tras oírlo. Nadie sabía que decirle a su jefe.

—Tenemos un problema con el conteo de las reencarnaciones, señor. —uno de los ángeles habló.

Inmediatamente todos voltearon a verlo, incluyendo el Arcángel Miguel. Se trataba de un ángel con apariencia humana de un muchacho de entre 25 y 30 años, su cabello rizado color azabache lo distinguía del resto de sus compañeros. Vestía un traje elegante blanco con olanes plateados.

El Arcángel Miguel se le acercó, mostrando su autoridad. Algo que no intimidó ni en lo más mínimo al ángel.

— ¿Le importaría decirme su nombre?

— Ángel Jael, señor. —responde con neutralidad.

Miguel asiente. — ¿Cuál es exactamente el problema, Jael?

El ángel, sin apartar la mirada, responde. —Hay faltantes, señor. He ejecutado y revisado el conteo tres veces.

— ¿De qué tamaño de cantidad estamos hablando? —pregunta Miguel un poco más serio.

—Cantidad pequeña, señor.

El Arcángel Miguel comenzó a relajarse. Afortunadamente, no había nada que fuera grave. Sin embargo, no significaba que no debiera resolverse.

— ¿De cuánto se está refiriendo? —pregunta, sin ningún rastro de autoridad.

—Un alma, señor.

Inmediatamente todos en el lugar se relajaron, aunque no significara que ya esté milagrosamente resuelto.

—Todos van a volver a trabajar. —todos hacen caso y se van— Usted viene conmigo.

Jael mantiene la compostura, a pesar de estar algo nervioso. Sin dudarlo, sigue al arcángel.

—Le contaremos al Todopoderoso este asunto. Por lo que todo dato que usted descubrió lo va a decir. ¿Quedó claro?

—Sí, señor.

Su transporte de sus oficinas a la sala principal dónde se ubicaba El Creador sólo duró un tronar de dedos; así que, inmediatamente, ya estaban en la entrada.

Jael, a pesar que mentía por respeto, notó algo inusual. El Arcángel Miguel estaba aterrado.

—Solo espero que no me obligue a pedirle ayuda a ÉL.

The Little Human Raven [A Sandman Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora