THE CENTIPIDE

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En algún momento tendrás que dejarme ir, me devolverás mis articulaciones y mi autonomía. Y cuando lo hagas, me aseguraré de que tú mismo ocupes mi lugar

Pensabas en silencio, mientras los jirones de piel eran cosidos pulcramente a otro cuerpo ajeno. Habían fragmentado tus labios hasta convertirlos en trozos de piel colgante, y algunos los habían cortado para que no se vieran estorbosos en el proceso; llevaba tiempo, pero poco a poco estabas acostumbrándote a la sensación de no tener boca.

Se sentía extraño estar enhebrada a la parte trasera de alguien más, y sabías lo que ello implicaba. Pensar en el sistema digestivo que tú y el resto compartirían, fue lo que más asco te provocó; porque tendrías que comer tarde o temprano, y ellos necesitarían expulsar los desechos de su cuerpo.

Entonces entraba tu canal digestivo, y la idea de que debías recibir en tu boca el desecho de alguien más.

¿Podías vomitar todavía? O quizás ahora te ardería en las mejillas partidas.

Él te miró, parecía indiferente ante el dolor de tus rodillas rotas y la carne descosida en tu cuerpo. Te ardía como el infierno, había fuego en tus músculos y tu espalda dolía demasiado, llevabas bastante tiempo en la misma posición, y dormir como si de un perro se tratase era bastante complicado. Tus movimientos y los del resto, dependían de la primera persona de la fila.

Era el único que tenía su boca libre. Debía comer, debía escuchar. Y por sobre todo, debía obedecer.

Pero había algo bueno en eso: si algo fallaba, sólo el primero de la fila sería el objeto de tortura.

Pero debías reconocerlo, tu posición no era precisamente privilegiada.

—Te lo dije, ¿no? —inquirió Kakucho— Te dije que la persona de en medio es la que más sufre.

Lo miraste, recordaste cuando te lo había mencionado y amenazado con ello. Y luego, mientras habías apoyado por un momento la pistola en su cabeza, Kakucho se había tomado el tiempo de romperte el tobillo y arrojarte al suelo.

Habías halado del gatillo, pero sólo escuchaste un click muerto, y supiste que el arma ya no tenía balas. Pensaste que no podías tener peor suerte; pero una vez más, la vida te demostró que todo lo malo que te pudiese pasar, te iba a pasar.

Ahora aquí estabas, formando parte de un loco proyecto cortesía de algo llamado Bonten. Ni siquiera sabías qué era ello exactamente o para qué era el experimento; sólo tenías en claro que estabas ahí, porque Hittou Kakucho te había solicitado en una reunión privada y tuviste las agallas de decir que no.

Ser una stripper era complicado, debías saber a quiénes te convenía rechazar y a quiénes no. Pero nunca te advirtieron de lo que él y sus hombres eran capaces de hacer; y sólo viste al infierno acercarse cuando sentiste un golpe duro en tu cabeza la última noche que saliste del club.

Luego, oscuridad. Después, una camilla médica, y un hombre de anteojos y traje caro que explicaba el proyecto del que formarían parte. No eras la única víctima, había más mujeres y algunos hombres.

Te dolieron las rodillas y las vértebras aún más, cuando el pie de Kakucho hizo presión en tu espalda. Pisotearte no era un problema para él, ya lo habías confirmado antes.

—Kakucho, basta —el hombre de anteojos y traje caro hizo presencia, por algún motivo te provocaba más miedo que incluso el propio Hittou—. Sus suturas son recientes y van a desprenderse los puntos.

El pelinegro al que tuviste agallas de rechazar retiró el pie de tu cuerpo, respiraste más tranquila.

—Tenías razón, Kisaki —habló él—, el Ciempiés Humano funciona. Los americanos acertaron.

El llamado Kisaki extendió una carpeta negra con papeles hacía él, y viste los ojos de Hittou torcerse en algo que pareció disgusto. Trataste de no aterrarte pero te era imposible, sabiendo en especial la situación en la que estabas.

—Tenemos que sacarla del proyecto —Kisaki te señaló—. Estaba en un club de los Yakuza, y nos traerá problemas si saben que la tenemos aquí. Además es diabética, no resistiría más de una semana.

El pelinegro cerró los ojos, la cicatriz brilló con la luz de las lámparas y te diste cuenta de algo: estabas en un patio, y era de noche ya.

No recordabas ni siquiera cuánto tiempo llevabas en esa posición. Tal vez sólo había pasado un día, o tal vez era menos de una hora el tiempo que habías estado ahí.

—Tenemos que sacarla del proyecto.

Pensaste en lo que dijo Kisaki. ¿Entonces quizás serías libre de nuevo? Y quizás podrías trazar tu venganza contra Kakucho. Estabas dispuesta a arriesgarte.

Pero también recordaste que si algo podía salir mal, entonces saldría mal.

Y tu teoría fue confirmada cuando Kakucho sacó algo reluciente de su cintura, el metal brillaba y la culata llamaba a los dedos de su dueño. El gatillo parecía listo para ser utilizado; sabías que su blanco preferido sería tu cabeza.

—Yo me encargo de eso.

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⏰ Última actualización: Mar 14, 2023 ⏰

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