Caricias piadosas

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[...]

Silencio...

esas voces no se callan,

me recuerdan constantemente que la culpa es mía

y que no soy suficiente para nadie.

Me encierro en el baño,

no quiero despertar a nadie

ni contarles lo que me pasa

cuando reprimo mis malos momentos.

Siento que me dominan mis pensamientos,

los latidos se alborotan sin control;

volvió esa opresión en el pecho

que no me deja respirar.

Las lágrimas brotan silenciosamente,

me tapo la boca para que no se escuchen mis sollozos;

ya no lo soporto más,

es imposible que pueda calmarme.

Llevo las manos a la cabeza

tratando de apagar mis pensamientos,

es desesperante la manera que tiene la mente

de distorsionar algo que creías real.

Vuelve el ritmo normal de la respiración,

las lágrimas se fueron con una disculpa discreta.

Me queda este pedazo de papel

que guarda —eso espero—

mi intento desesperado de huir de aquello

que en su momento me hizo perder la noción del tiempo.

******************

[...]

No sé cómo empezar...

suelo poner palabras que alguna vez

tuvieron sentido cuando las escuché.

Te diría que esperaba conocerte,

que planeaba ese encuentro casi todos los días

y que ensayé los versos exactos para el momento.

O te mentiría,

te contaría mi historia a medias

y te diría que esperaba a alguien como tú.

Aunque no podría hacer eso,

porque tu voz es intimidante

y mi mirada te diría lo que pretendo esconderte.

Tampoco sabría cómo terminar...

si despedirnos con un abrazo,

o con un «te echaré de menos» nostálgico.

Mucho menos tengo la certeza

de cuántos besos tengo pendientes

por todos esos días que deseabas que fuera real.

O tal vez sea

como esa noche que te conocí,

un momento impredecible e inesperado.

Y tampoco tengo idea

de cuánto tiempo me queda

para dejarme llevar por ese sentimiento que temo volver a sentir.

Colapsando hasta enloquecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora