III

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Para empeorar todo, tiritaba, más su cuerpo permanecía febril y la culpa era de Lisa, de su mirada enardecida y aguda.

—Vístete. —Ella le indicó finalmente, colocándose de pie y tomando su propia camiseta.

Jennie ladeó la cabeza sin comprender el actuar de Lisa.

—¿No me escuchaste, corderita? vístete o me arrepentiré de esto.

—Uh, sí.

Jennie tomó su ropa del suelo y con una rapidez apremiante comenzó a vestirse, sin levantar el rostro, observaba a su dueña a través de sus largas pestañas; Lisa fue la primera en estar lista, naturalmente; la escultural figura de la convicta se apoyó en una pared y con los brazos cruzados, esperó a que Jennie estuviese completamente envuelta en sus viejos harapos.

—Vamos. —Indicó cuando Jennie terminó de amarrarse los cordones de sus zapatos.

Jennie asintió en silencio, no iba a preguntar por el cambio de opinión de Lisa, ¿había sido porque ella se lo pidió? Bueno, quizás estaba siendo engreída, pero vamos, no dañaba a nadie que pensara así; solo sabía que era la segunda vez que la mujer estaba a punto de follársela y no lo hacía, bendita fuera su linda vagina que aún estaba a salvo. Lisa aferró su mano al pomo de la puerta con Jennie pisándole los talones, ésta pensó que saldrían del camerino, más sus pensamientos fueron arrasados cuando Lisa en un movimiento súbito y violento, la empujó contra la pared más cercana.

—Beso. —Gruñó la más alta.

Con manos ágiles sometió a Jennie, haciéndola levantar sus brazos y aprensándole las muñecas por encima de su cabeza con una mano, Jennie gimió aguda y temerosa, sin embargo aún no reaccionaba ante tal súbito cambio, cuando los labios de Lisa se estrellaron contra los suyos; sus sentidos se estimularon y su torrente sanguíneo se hizo sentir por todo su cuerpo, haciendo palpitar violentamente los puntos donde su pulso se encontraba, el aire estaba retenido en sus pulmones y sus piernas cedieron. Lisa la sostenía de la cintura con una mano, con una de sus piernas encajada entre las piernas de Jennie, respiraba jadeante y densa, expeliendo su caliente vaho sobre los labios de la contraria, las hormonas destilaban de su cuerpo en un arranque pasional; Jennie podía palpar el deseo de Lisa en ese beso pues los labios de su dueña eran calientes y llenos, sabían a tierra y sal, obscenos, así que entreabrió sus labios cuando la lengua de Lisa la demandó, queriendo abrirse paso en Jennie; jadeó de angustia al sentir a Lisa presionándose contra ella de manera animal, creía que su Emperadora la rompería en cualquier momento; sus bocas estaban fusionadas y la lengua de Lisa recorría su pequeña cavidad bucal, era lasciva y hambrienta, un beso tan caliente, donde sus salivas se mezclaban en una sola, donde sus respiraciones salían entrecortadas. Jennie jamás había sido besada de esa forma, tan lasciva y picante; Lisa se follaba su boca con aquel beso y no le daba la oportunidad de pelear, de siquiera intentar mover su lengua por voluntad propia, la guiaba con malicia, succionando, mordiendo y tironeando. En algún punto, Lisa soltó sus muñecas y Jennie sometida y mansa, las llevó hasta el cuello de su dueña, rodeándola y sosteniéndose para no caer, bien lo había dicho Lisa, estaba embriagada de ella. Lisa gruñó ronca y fastidiada ante la acción de Jennie y aún cuando ésta debería haberse retractado, quitando sus brazos del cuello de la convicta, no lo hizo y en su lugar, se restregó aún más en su dueña, gimiendo dulce y sumisa; Lisa llevó sus manos hasta los glúteos de Jennie, levantándola del suelo y haciendo que ésta enroscara sus piernas a su cadera.

—Dulce. —Susurró Lisa, cepillando el borde del labio superior de Jennie con su lengua.

—¿S..sí?

—Demasiado. —Contestó con una sonrisa impúdica y el entrecejo fruncido. —Como el buen veneno.

Sus centros se sentían tan húmedos debajo de sus ropas que Jennie tembló al sentir a Lisa frotarse contra ella, la convicta era impúdica, todo lo que ella hacía en Jennie era hiriente y placentero a la vez; volvieron a juntar sus bocas en un beso profano y Jennie sentía que su lengua en cualquier momento se derretiría, que su corazón dejaría de latir, agotado por la cantidad de sangre bombeada, la sensación de estar encajada en el cuerpo de Lisa, de ser sometida a su voluntad, estaba creando un sentimiento vertiginoso en su vientre; hundió sus dedos en la cabellera de la mujer, presionando con las yemas de sus dedos en un gesto que indicaba, quería más. Lisa tironeó de su labio inferior, ronroneando de placer ante el descaro de su corderita pero la puerta que les proporcionaba intimidad sonó cuando alguien detrás de ésta comenzó a golpear: Jennie soltó un gemido ahogado y Lisa simplemente ignoró la presencia invasora, los golpes continuaron, sacándole a la más alta un pesado gruñido de molestia. Terminó el beso contra su voluntad y y giró el rostro en dirección a la puerta.

Prisionera | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora