Cafetería que retiene jóvenes paradójicos

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La cafetería en la cual Lumine solía tener citas con su pareja se encontraba en el downtown de Sacramento: el centro de la ciudad donde residían la mayoría de las grandes empresas, oficinas, museos y otros edificios importantes de aquella zona. No le importaba conducir hasta allí, a pesar de que en días laborables, tiempo en el que los dos jóvenes se acostumbraban a tener la mayoría de sus encuentros, el tráfico podía volverse demasiado pesado para el gusto de Lumine, no obstante, pasar tiempo con su ocupado novio le era más importante que un par de incordios en la carretera. Al fin y al cabo, Lumine entendía a la perfección los esfuerzos de su pareja y valoraba todo lo que este hacía para ella y su hermano, cosas que a su parecer, no eran precisamente pocas.

En ese momento ya llevaba esperando a su novio unos diez minutos, echándole miradas a la puerta de vez en cuando, siendo consciente de que la impuntualidad de Tartaglia era algo habitual en sus encuentros; nunca sabía si iba a terminar su trabajo a tiempo o tendría que quedarse para repasar algún que otro asunto, por lo tanto, la chica nunca le tuvo rencor respecto a eso. Observaba a un par de adolescentes que, puede que siendo algo menores que ella, reían en el fondo de la cafetería mientras intentaban disimular el elevado volumen de su voz, a un hombre metido en su computadora que no se había percatado que el café que le habían servido ya había tenido tiempo de enfriarse y a las baristas que charlaban animadas detrás del mostrador. Esta cafetería era la favorita de Lumine, ya que encontrar un sitio sin mucha aglomeración de personas en las horas pique del día, en el centro de la ciudad no era tarea fácil, por no decir imposible. Pero su novio conocía la zona lo suficiente como para saber de este apartado rincón, en donde el tiempo parecía fluir más lento, y el olor a vainilla y café inundaba calma y un sentimiento hogareño que ayudaba a sentirse cálido en el mismo instante que uno entraba aquí, a todo eso se le añadía la placentera paleta de colores marrones que daban la sensación de encontrarse en una pequeña casita de madera.

La notoria figura de Tartaglia entró en el establecimiento a la vez que sonaba la campanita que anunciaba a los demás la llegada de un nuevo cliente. Su pelirrojo y revuelto cabello relucía con alegría ante las miradas que le dirigieron las chicas posicionadas detrás del mostrador. A paso apresurado, pero sin la respiración afectada por ello, ya que estaba acostumbrado a aquella caminata desde la oficina en la cual trabajaba hasta el usual lugar de encuentro con Lumine. En cuanto sus azules ojos se encontraron con la atenta mirada de la rubia, el chico que tenía las sutiles pecas esparcidas por su rostro, sonrió guiñando un ojo como modo de saludo, o la habitual disculpa al haber tardado demás. Lumine le contestó sonriendo de vuelta, dando a entender que no había problema alguno.

—Ya sabes, lo de siempre —se excusó mientras apartaba la silla para sentarse, había colocado las tazas de café en la mesa tras haberlas recogido, antes de haberse dirigido hacía su novia.

—Falta poco para que sea fin de semana —dijo mientras recogía el vaso con el café —De hecho tengo la revisión médica este fin de semana —el chequeo que la chica había sido obligada a hacer antes de presentarse como porrista en su equipo, no es que le molestara, sin embargo lo veía como una pérdida de tiempo, ya que el repaso anterior habia sido hace apenas unos meses.

—¿Quieres que te llevé? —se interesó el chico. A pesar del hecho de que Tartaglia parecía ser un persona despistada, que, de seguro olvidaba las fechas importantes y no prestaba interés a los discursos de uno, la verdad, es que era todo lo contrario. Hubo veces donde la atención a los detalles del ruso chico llegó a intimidar a Lumine, en especial cuando lo hacía respecto a cosas que la chica mencionaba a la ligera, sin reparar del completo en lo que decía.

—Creo ser capaz de conducir por mi misma —tan independiente y autoritaria como de costumbre. Las palabras de la joven, bordes a la vista de alguien quien no la conocía, pero, llenas de un atractivo atrayente a los ojos de Tartaglia, quien adoraba con suma pasión esa faceta dominante que a veces Lumine dejaba relucir.

Aquello era una de las características propias de su pareja: Tartaglia estaba hecho todo un caballero al que se le había enseñado a respetar a una mujer y cuidar de ella en los más mínimos detalles, no obstante, Lumine era un tipo de persona que tuvo que aprender a cuidarse por sí misma, siendo capaz de valerse por sí misma. Por estas razones cuando ambos comenzaron a salir, cada vez que Tartaglia intentaba cuidar de ella o ayudarle con su situación, Lumine se sentía extremadamente incómoda ante ello y no quería siquiera discutirlo. Sin embargo, después de varios meses de estar saliendo, ambos jóvenes habían aprendido a incluir las peculiaridades del otro en sus vidas, no tan solo mediante la tolerancia, sino que también, cultivando un agrado y gozo hacía esas acciones.

—Entonces no insistiré —se dejó persuadir Tartaglia, después de lo cual, le comentó a Lumine sobre sus planes de llevarla a la fiesta que tendría lugar en su empresa el mismo fin de semana. 

Fin de la primera parte

15.03.2023


En busca de uno mismo / Prólogo / NC-21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora