Capítulo 3

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Deku iba echada sobre la espalda de Bakugo como si de un saco de patatas se tratase. Su intento de correr y huir había sido completamente en vano. El pelirrubio la había alcanzado sin siquiera despeinarse y la había agarrado de la cintura para subirla en volandas. Daba igual cuanto hubiera pataleado, arañado, dado puñetazos o pedido a gritos que la soltara. Ni él ni nadie de su familia habían movido un músculo. Aunque le había parecido ver la cara de decepción de Uraraka y su madre.

Durante el trayecto había tenido tiempo de pelear y resignarse. Hacía tiempo que se había cansado de intentar escapar.

Suspiró. Su intento de fuga había sido cuanto menos patético.

Una sombra apareció en su campo de visión. Alzó los ojos del suelo y se encontró con un hombre pelopincho pelirrojo sonriendo a pocos centímetros de su cara.

-Miladi no se preocupe, estamos a punto de llegar -dijo exultante – podremos proceder a la ceremonia de unión una vez lleguemos. Le prometo que su estancia con nuestro clan será de lo más cómoda. No le faltará de nada y siempre estará atendida.

La peliverde lo miró con la boca abierta y una expresión de sorpresa congelada en el rostro. ¿Es que no la había visto intentar escapar?

-Yo, me llamo Midoriya... -dijo sin saber que más decir.

-Midoriya Milady – respondió este sin notar su asertividad – es un placer.

Una risa baja vibró a través del cuerpo del pelirrubio. Sintió como esa vibración la traspasaba. La recolocó sobre su hombro con un solo brazo y le dio una palmadita en las nalgas.

-De lo más cómoda -dijo con la risa escapando por sus comisuras.

Deku se puso roja hasta la punta de las orejas.

-Bastardo... - se revolvió de su agarre y le golpeó con los puños en la espada – ¿¡Es que no vas a soltarme!? Déjame ir joder.

- ¿Y dejar que mi "dulce y comedida prometida" vuelva a escaparse? ¡Ja! Piensa un poco niña, ¿En que posición crees que me dejaría eso?

Midoriya miró al pelirrojo que seguía detrás de ella y le imploró con la mirada. Parecía desde luego más sensato que el bárbaro que lo llegaba a cuestas.

-Mi señor... -empezó a decir este.

Una sola mirada del pelirrubio sirvió para cortarlo en seco.

Este miró a la peliverde, se encogió de hombros y murmuro un lo siento silencioso.

Llegaron a la aldea bien entrada la tarde. Bakugo la arrojó sin más contemplaciones sobre un montón de paja.

-Que esté lista para la noche – dijo sin parase a mirarla.

Deku iba a protestar cuando de la nada apareció una mujer corpulenta de mirada amable que la ayudó a levantarse y le indicó que la siguiera.

La peliverde dudó. Debía escapar. Miró a su alrededor y se vio rodeada de extraños que la miraban con curiosidad.

Quizás no fuera el mejor momento.

-Bienvenida Milady – dijo la mujer guiándola hacia una carpa en el centro del poblado. Desde luego se lo iban a poner difícil.

La carpa en la que la había instalado parecía sacada de un sueño. Nada más entrar, lo primero que vio fue una poza excavada en la tierra de la que rezumaba vapor. ¿Eso era agua caliente? No recordaba la última vez que se había lavado con agua caliente. A la derecha había un biombo descomunal del que colgaban varias prendas blancas tan brillantes que parecían tejidas con hilo de luna y sol. Todos esos lujos no podían ser verdad. Su mente debía estar engañándola.

En el centro de la estancia había una monstruosidad de cama. Pero no hecha de paja, no. Tenía un colchón real que parecía mil veces mejor que el que su alcalde se jactaba de tener. Había doseles adornándola y almohadas grandes y esponjosas que parecían sacadas de un cuento.

Un grupo de diez mujeres de diversas edades la esperaba al entrar.

-Milady, con su permiso la prepararemos ahora – dijo la mujer que la había recogido. Parecía ser la que estaba a cargo.

Cuando empezaron a desvestirla intentó resistirse, pero fue en vano. Demasiadas manos demasiado insistentes le quitaban de forma experta las costuras que la sujetaban.

La condujeron suave pero insistentemente a la poza, donde la lavaron cuidadosamente con esponjas y jabones que olían a romero y madera. Le pusieron uno de los vestidos colgados en el biombo y la sentaron en un taburete donde procedieron a cepillarle y desenredarle el pelo para dejárselo suelto sobre los hombros.

La mujer que la había traído a la tienda, la miró y asintió con energía. Dio dos palmadas y todas las otras muchachas se retiraron.

-Estás lista – dijo.

En ese momento, entró el pelirrojo que la había acompañado antes. Todo estaba pasando demasiado rápido.

-Maravilloso, justo a tiempo – dijo sonriendo.

¿Es que nunca se le borraba la sonrisa? Miró al rededor desesperada con encontrar algo a lo que aferrarse, una vía de escape, una salida. Pero no había nada.

-Milady, va a comenzar la ceremonia.

-Esto... - No sabia su nombre - ... todo esto es un gran error. Yo no debería estar aquí – dijo incorporándose y yendo hacia el con las lágrimas traicioneras asomando de nuevo por la comisura de sus ojos – Por favor...

El pelirrojo la miró con un atisbo de pena, sin perder la sonrisa.

-Me temo que no hay ningún error Milady. La cosecha será abundante y fecunda este año – dicho esto le ofreció el brazo y la guio fuera de la tienda.

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⏰ Última actualización: Mar 16, 2023 ⏰

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El señor de los dragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora