Lo peor del otro

370 65 7
                                    

Will no paraba de revivir su tercera cita en el museo de medicina, uno de los lugares favoritos de Hannibal y un enigma para él.
La pasaron excelente; uno escuchando las explicaciones llenas de tecnicismos y otro admirando cómo, con sabiduría, nutría su intelecto.
Cuando lo dejó en la puerta de su hogar, se miraron en silencio unos minutos y luego se besaron por primera vez.

Magia auténtica.

Esa noche fue diferente. Sus muestras de ternura poco a poco exigían más y más lujuria, sin embargo, Lecter no pretendía que se sintiera como un simple objeto o aventura. Aspiraba a una relación formal, por ende, irían paso a paso.

Las falanges del psiquiatra rodearon su vaso de whiskey y, con cuidado, lo llevó a su boca.
Alrededor de su cuello, reposaba un brazo, acariciando la tela del saco que vestía.

Detente, muchacho travieso, o no podré controlarme.

Graham estaba sentado en su regazo. Ambos sentían la dureza, no atendida, construyéndose en sus entrepiernas.
El ojigarzo se percató de que rastros de alcohol quedaron, a propósito, en los labios de su amante.

—Permíteme limpiarte —pidió, reclinándose en dirección al rostro ajeno.

Sus lenguas encajaban a la perfección. Tan sedientas y necesitadas.
No le veía caso a usar un cilindro de vidrio si era posible embriagarse directo del cuerpo del mayor.
Unidos, eran un regalo a los terrenales. Una oportunidad para conocer un trozo del cielo. Lo sabían gracias a las miradas del Cherry Flavour posados en ellos.

Envidia.

No todo puede ser perfecto.

El castaño olió, a metros de distancia, los cítricos y maderas que lo acompañaron a lo largo de su vida, y que desde hace unas décadas se mezclaron con tabaco y pólvora.
El rubio entró seguro de sí, buscando al joven. La fachada de siempre. Cuando lo encontró se detuvo en seco.

Vaya, los tres somos estúpidos.

Se ocultó, sigilosamente, en la barra, pretendiendo que ninguno estaba ahí. Vigilando. Inútil.

—Tequila doble —ordenó al bartender.

No requería valentía para enfrentarse a cualquiera, no obstante, el rizado era la excepción.
Jamás expresó sus sentimientos a nadie, ni siquiera a su hermano. Por fin se abriría a alguien más.

El menor se alejó de las piernas del doctor, dejándolo solo.

Ahora o nunca.

Se dirigieron al sitio apropiado. El pasillo donde comenzó todo.

Will salió del sanitario sin preocupaciones, con una sonrisa en la cara, dispuesto a continuar con su bella velada.
Previo a que la oscuridad del corredor terminara, lo jalaron y estamparon contra la pared.

—Hola, maravilloso —saludó Nigel, tan cerca que sus alientos se mezclaban.

—Suéltame… Ahora —exigió confiado, aunque por dentro el miedo lo invadió. Recordó el vídeo en el que el mayor asesinaba sin titubear y, al parecer, sin remordimiento. Su caliente cirujano aparecería, la pregunta era si lo haría a tiempo.

—Sonaré jodidamente egoísta. Mi familia se decepcionaría si me escuchara. Desde antes de nacer, compartí todo con él, pero tú… No quiero verte con ese maldito.

—Te comportaste idéntico a los ricos de mierda que pagan por follarse a mis compañeros. No estás en posición de reclamar algo.

—No deseo pelear, únicamente escúchame —Debido a la presión ejercida sobre las muñecas del muchacho, sus dedos perdieron color.

El chico CherryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora